Nombre

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Siempre fue el sonido más dulce. Desde la primera ola de la M hasta la suave O alargada del final, su nombre completo era un río de miel que se le desbordaba por los labios, un regalo para el que lo escuchara, un rezo  para dormir dulces sueños. Pensaba que nunca, nada podría manchar la alegría que le producía escuchar ese nombre.

Hasta que lo escuchó en ese cacareo y quiso retrocederlo, letra por letra de vuelta a la garganta del cuervo. No podía estar hablando de él. No podía estar anunciando algo así. Porque no podía ser que ese nombre le estuviera  obligando a un incontenible llanto, a una falta de aire que le hacía desear tirarse al piso y gritar, gritar hasta romper la realidad que estaba viviendo. ¿Por qué no podía quebrarse? ¿Por qué tenía qué seguir? Le habían arrebatado a su familia, le habían robado su futuro. Había puesto una parte de su corazón en cada persona que había querido, con la cual había compartido momentos que habían edificado su vida y después le habían obligado a ver sus sueños quemarse y borrarse irremediablemente. Qué sentido tenía ahora haber puesto tanto de sí por ayudarlos. La sangre se le había ido por completo del cuerpo como queriendo ir a la del otro y volver a darle calor a sus venas, volver a unir sus tejidos para seguir adelante. ¿Por qué seguir adelante? ¿Por qué tenía qué ser él siempre quien fuera ecuánime, quien pensara en lo correcto y no lo que deseaba? Deseaba romperse, deseaba abandonar el camino y arrojar su espada, buscar el cuerpo y acurrucarse contra él, dejarse asesinar o morir del puro dolor que le estaba suponiendo siquiera respirar.

No se dio tiempo ni de secarse las lágrimas, siguiendo a Tomioka quien desde el primer cuervo anunciando la muerte de Shinobu apenas parecía vivo, corriendo desesperado. El ahora estaba ahí, claro. El ahora, la realidad era que no podía rendirse hasta acabar de una vez por todas con Muzan, darles un sentido a las vidas arrebatadas, al dolor que todos habían soportado y ya era tiempo que pagara. Ahora debía encontrar a los demás, pelear y sobrevivir, derrotar y maldecir en todas las reencarnaciones a Muzan, rogar a cada dios, cada forma que adoptara la fortuna que alguien más hubiera encontrado el cadáver de Muichirou porque Tanjirou no iba a soportar verlo,  le diera una sepultura digna, que clavara su espada justo en su corazón  para florecer de nuevo y protegerlo en todo camino. Después podría mojar cada palmo de tierra que cubriera su cuerpo con su llanto, día tras día, se recostaría junto a su tumba, le leería todos los cuentos que le prometió y le hablaría de todo lo que estaría cambiando cotidianamente. Se dejaría caer a su lado cuando llegara la hora y pediría que le enterraran justo a su lado. 

Pero en ese momento, necesitaba seguir adelante. 

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Tenía escrito hasta el capítulo anterior y pensaba dejarlo ahí porque las actualizaciones del manga se están poniendo muy densas y no contaba con la muerte de mi niño x) así que esto va a seguir, ya sin contar lo acontecido después del capítulo 180. ♥️

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