Capitulo 5

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Julian no necesito cumplir con su amenaza, a las 7:40, Oriana salía de la casa vestida con unos vaqueros que se ajustaban a su figura y una camisa igual de ceñida, en el pelo se había hecho una sencilla cola de caballo. Caminó a su encuentro cuando notó que sus hombres dirigían la mirada a la hermosa mujer que se acercaba a donde se encontraban, estaban empezando a murmurar por lo bajo, por lo que les dedicó una mirada letal, ellos, inteligentes, volvieron a lo suyo.

-Valla! yo creí que tendría la dicha de cargarte en mi hombro!

-No voy a permitir tal cosa, señor Serrano!- dijo sonriendo- está seguro que puede dejar su trabajo para dar una vuelta ahora? puede ser más tarde si así lo desea- Julian pensó que podría dejarlo todo por pasar un momento con ella, pero no lo dijo.

-No hay ningún problema! los hombres pueden arreglárselas un rato sin mi. Quieres ir a caballo o a pie?

-No se montar.

-Bien, será a pie por ahora. Otro día te enseñaré, no es nada difícil, cualquiera puede hacerlo, incluso desde el principio con un caballo manso.

-Me encantaría aprender, gracias- se acercó a ella y la tomó de la mano, acto seguido caminaron hacia el lado opuesto a donde se encontraban sus peones, no quería que volvieran a mirarla de aquella manera. Estuvo tentado a abrazarla por la cintura para marcar territorio, pero no lo encontró prudente.

Caminaron tomados de la mano un buen rato, hasta llegar a un arroyo donde el ganado bebía y pastaba. En el camino habían pasado por varias construcciones, que el le indico eran para emergencias, había herramientas y otras cosas que podían llegar a necesitar de urgencia cuando no tenían tiempo de volver hasta el granero que estaba cerca de la casa. Había lugares en donde el terreno era irregular y Julian había tenido que tomarla de la cintura para ayudarla a bajar, el contacto de sus manos era firme, pero suave, no era brusco, ni doloroso. Se sentía bien, no se sentía amenazada, se sentía segura. No así con los otros hombres, habían sido amables con ella, pero le costaba estar relajada con un hombre cerca. Era por eso que se sentía tan confundida cuando tenía a su jefe cerca. Con él siempre se había sentido cómoda, nunca sintió miedo ni aprensión.

-Ahora tiene poco caudal de agua, pero hay tormentas que lo hacen desbordarse

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-Ahora tiene poco caudal de agua, pero hay tormentas que lo hacen desbordarse. Cuando pronostican alguna tenemos que llevar al ganado a una zona más elevada. Y cuando llega de repente, bueno, tenemos que salir corriendo, y cuando volvemos, Jovita nos espera con sopa caliente.

-Parecen una gran familia.

-Lo somos- dijo complacido porque ella lo hubiera notado.

Caminaron un buen rato, y cuando regresaron ya era la hora del almuerzo. Julian no quería separarse de Oriana, así que decidió almorzar con ella. Cada minuto que pasaba más convencido estaba de que era la mujer para él.

Afuera los hombres lo miraban con pesar. Bill, el capataz, conocía a Julian desde que era un niño, y lo quería como a un hijo. Por lo que cada vez que aparecía una nueva chica, ya imaginaba el corazón roto del joven. Había sido después de la segunda decepción amorosa de Julian que había decidido, junto a los hombres, a abrirle los ojos con lo relacionado a las mujeres. Hacerle un par de bromas a las refinadas damas que llegaban de la ciudad, hacía que salieran corriendo. Finalmente, Julian entendía que lo que las motivaba a ir al rancho no era otra cosa que avaricia, y terminaba por olvidarse rápidamente de ellas.

Y que le guste el Rancho (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora