Capitulo 17

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El fin de semana llegó, y con él, el dia del baile. Oriana había intentado mantenerse alejada de Julian, aunque cuando se encontraban a solas no podía rechazar los besos que él le regalaba. El vaquero había querido saber cual era el motivo de su distanciamiento, pensó que tal vez su familia hubiera dicho algo que le molestara, pero ella dijo que nada había pasado. Esa tarde salió a caminar un rato hacia el arroyo que le había mostrado Julian cuando llegó y se sentó un rato en la orilla a dejar fluir sus pensamiento y sus recuerdos. Hacía unos cuantos días que no tenía pesadillas, la última había sido aquella extraña donde se encontraba sola. Recordó que esa noche había dormido en los brazos de Julián por primera vez. Recordó lo bien que se sintió despertar en sus brazos. Le encantaría despertar así cada mañana. Pero eso no era posible, Julián no la amaba, se había dado cuenta de aquello luego de comprar la ropa. Estaba tratándola como a una más, una que se conforma con regalos caros y unos cuantos besos. Pero ella no quería eso. Ella quería más. Quería su corazón, quería sus hijos, quería... todo de él. Quería ser la única en su vida, que no recordara ni el nombre de sus antiguas mujeres. Ella quería todo eso. Y nunca lo tendría. Pero nunca imaginó lo lejos que sus pensamientos estaban de la realidad. Porque Julian la amaba, y ella era toda su vida. Y jamás le había comprado ropa a ninguna mujer. Y aunque hubiese querido, ninguna mujer hubiese aceptado comprar ropa en el local del pueblo, hubieran ido al baile con sus mejores galas. Oriana era tan diferente, que con una sonrisa lo ponía a sus pies. La joven no sabía eso, y lloro, un largo rato, recordando a su madre y su pequeña hermana. Cómo le gustaría poder pedir un consejo a su madre! o recibir un abrazo consolador de su hermanita.

Estaba soñando despierta cuando le pareció escuchar algo. Un llanto. Pero no era una persona. Un animal. Un perro, o más bien, seis, comprobó cuando se acercó. Una perra con cinco cachorritos estaba metida en una cueva que se formaba debajo del límite del arroyo. Cruzó pisando unas piedras y acarició a la madre, no hacía mucho que había tenido a los cachorros, éstos eran muy pequeños. Debía estar muriendo de hambre la pobre perrita. Quiso llevarla al rancho y pedirle refugio a su jefe, pero recordó lo que le había dicho a su hermano al teléfono, "no quiero perros en el rancho". Y luego la imagen de Julian apuntando a Leo y revisando que no hubiera perros en el auto llegó a su cabeza. El vaquero les dispararía si los llevaba. No podía llevarlos al rancho, pero podía traer comida a la mamá hasta que pudiera conseguir otro lugar. Así fue que volvió a la casa y a escondidas, saco algo de carne que había sobrado de la noche anterior y se la llevó a la perra a la que nombró Misty. Luego de eso, fue a visitar, como todas las tardes, a Libertad, le dió unas zanahorias y charló un rato con él.

Volvió a bañarse y cambiarse para salir al baile. Estaba ya cambiada, sentada en la cama, cuando escucho que alguien llamaba a la puerta. Se acercó y abrió. Al otro lado estaba Julian, vestido con unos vaqueros, una camisa blanca impoluta, unas botas lustradas y el clásico sombrero vaquero.

-Hola-

-Hola- Susurro ella.

-Estás hermosa- Pollera, camisa a cuadros, botas de montar y una hermosa trenza cosida, con mechones sueltos que caían por su rostro enmarcándolo.

-Usted también está muy guapo.

-Soy guapo- dijo con arrogancia, para romper el hielo.

-Lo se. Y se que lo sabe.

-Tú también eres hermosa siempre, Ori.

-Ya nos vamos?

-Si. Sólo quería hacerte una pregunta...

-Qué?

-Querrías ser mi pareja en el baile?

-No sabía que había que ir en pareja.

Y que le guste el Rancho (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora