-De ninguna manera! No vas a montar a esta cosa!
-Creí que habías aceptado el nombre. Se llama Libertad. Y si. Voy a montarlo. Querías que aprenda, y es el único caballo en el que confío.
-SOBRE MI CADÁVER, ORIANA!
-No me grites.
-GRITO TODO LO QUE QUIERO! ES UNA LOCURA LO QUE QUIERES HACER! PUEDE LASTIMARTE!
-Si hubiera querido lastimarme, lo hubiera hecho el día que lo monte sin silla. Déjame intentarlo, si? Prometo que si siento que estoy en peligro, me bajo.
-No quiero que te hagas daño.
-No lo haré. Me das un beso de despedida?- había tomado confianza como para pedírselo.
-De buena suerte. No de despedida.
-Si no me das uno de despedida, no podrás besarme cuando regrese.
Tenía miedo, no sabía como iba a comportarse Libertad. Era verdad que se había dejado montar por ella en una ocasión, pero y si ahora no tenía ganas?
-Y un cuerno que no! Voy a besarte las veces que quiera!-dijo tomándola de la cintura.
Oriana sentía el viento en su cara, se sentía libre, feliz. Podía entender porque Julian amaba cabalgar, y podía entender porque no dejaría ese lugar por nada en el mundo. Quiso ir en dirección al arroyo, para ver a la perra y sus cachorros, pero Libertad no tenía la misma idea. Asustada, intentó tirar de las riendas para que vaya en otra dirección, pero el potro estaba decidido a ir en dirección al bosque, donde Julian había dicho que suponía, venia el caballo.
-Qué haces, Libertad? da la vuelta. Llévame a casa.- el animal la ignoró y siguió cabalgando.
Cuando ya habían pasado los límites del rancho unos cuantos metros, él se detuvo en seco, acto seguido se agachó. Oriana se bajó, todavía agitada por el esfuerzo.
-Era esto lo que querías? podrías haber huido antes. Por qué me trajiste contigo?- en respuesta, él resopló. Puso la cabeza en su espalda y dió un pequeño empujón, estaban antes un pequeño barranco, de unos dos metros de altura, viendo las intenciones del caballo, bajó despacio, mientras él se quedaba arriba mirando. Cuando llegó abajo pudo ver que más adelante había una especie de cueva, se acercó despacio y se sorprendió al encontrar a una yegua tirada en el piso sobre un lado, Estaría herida? la revisó despacio y no encontró nada, aunque si estaba muy gorda, tal vez el sobrepeso la había agotado y solo estaba descansando, pero pudo notar que sufría. Entonces todas los puzzles estuvieron en su sitio. La yegua estaba embarazada! y probablemente estuviera en trabajo de parto, y por algún motivo, no podía dar a luz. Volvió corriendo hasta poder ver a un Libertad muy nervioso en la altura.
-Rápido! debes ir por ayuda! Yo no puedo hacer nada, Libertad! No sé qué hacer! Me quedaré con ella. Ve!- Libertad no perdió más tiempo, y deshizo el camino hasta el rancho a toda velocidad.
A los pocos minutos, Julian, que se había quedado esperando el porche, lo veía llegar. Solo. Se levantó nervioso, con ayuda de las muletas.
-No, no, no, no, no, no. QUÉ LE HICISTE!?-gritó cuando estaba cerca. Los hombres se acercaron cuando escucharon el grito de su jefe. Todos se pusieron nerviosos cuando vieron que llegaba solo.-VOY A MATARTE, MALDITO ANIMAL! QUE CARAJOS LE HICISTE!? DONDE ESTÁ!?
Lo último que todos esperaban era que, al llegar al lado de Julian, Libertad se agachara para que subiera a su lomo. Julian se quedó duro, no sabía que hacer.
-Tal vez él no tenga nada que ver con lo que le sucedió. Tranquilo, muchacho. Saldremos a buscarla.
-Dame una radio, Bill. Y estén atentos- dijo tirando a un lado las muletas y pasando una pierna por encima del caballo. Este automáticamente se puso de pie, y cuando Julian tuvo la radio en la mano, salió a todo galope.
Iba asustado, pensando en los peores posible escenarios. Oriana con el cuello partido, o toda pisada, mordida por algún animal. Dejó de pensar cuando sintió nauseas, no, ella tenía que estar bien, la vida no podía ser tan injusta con él, no podía sacarle a la única mujer que había amado realmente. Con una pequeña luz de esperanza encendida en su corazón apretó la riendas. Minutos después pasaron los límites del rancho, y se adentraron en el bosque. Libertad se detuvo antes el mismo barranco en el que había dejado a Oriana y Julian se dejó caer a un lado.
-Oriana?! Donde estás?!
-Aquí!- dijo cuando lo oyó y salió a su encuentro.- Enserio, Libertad? Te mando por ayuda y traes al único hombre que no puede hacer nada?
-Me haces sentir un inútil. Estás bien? No puedes subir?
-Si estoy bien. Hay una yegua aquí.
-Y para eso me hiciste venir?
-Está embarazada. Y no puede parir, hay algún problema, pero yo no se que hacer.
-Cuánto hace que estás aquí?
-No lo sé. Tal vez media hora, o más.
-Bien, escucha, ya hay demasiado riesgo, no sabemos cuánto hace que esta así, puedes sentir si se mueve?
-El bebé?
-Si... el bebé.
-Si, pero cada vez menos.
-No hay tiempo Oriana. Debes intentarlo, yo te guiaré, si? Si es que te animas.
-Yo no se...
-Tranquila. Puedes hacerlo. Necesito que metas tu manos y busques sus patas, lo más probable es que esté rotado. Busca sus patas y me gritas, si?
Oriana volvió al lado de la parturienta e hizo lo que Julian le indicó. No quiso pensar por donde estaba metiendo sus manos, con los ojos cerrados buscó las pequeñas patas del animalito por nacer.
-Las tengo!- gritó cuando las agarró.
-Bien, cariño! ahora quiero que tires! con todas tus fuerzas! busca un lugar para trabar tu pies y tira fuerte, si?
-Si!
Con dos tirones, las patas ya estaban afuera. El resto costó un poco más, pero después de mucho esfuerzo, llegaba a la vida, un pequeño potrillo de un negro. Genes de su padre, pensó feliz, al ver que la madre era de un hermoso gris que parecía plateado. El potrillo se veía en buen estado, aunque no podía estar segura, no tenía idea de las condiciones en las que debería estar un recién nacido. La madre ya no tenía cara de sufrimiento, aún así, tendría que esperar a que alguien llegara y lo confirmara.
-Nació!- gritó Oriana feliz.-Parecen estar bien, pero yo no tengo idea...
-Bien! Lo hiciste muy bien! Ven aquí, Ori!- ella comenzó a subir apresuradamente y resbaló de un pie.-Con cuidado!
Oriana hizo caso y subió más despacio. Cuando estuvo arriba se tiró en su brazos y Julian la besó apasionadamente. Cuando se separaron la miró sonriendo.
-Ya pedí ayuda. Deben estar en camino. Estuviste increíble! Eres increíble! Me asusté mucho cuando vi llegar solo a Libertad. Si Bill no me detiene lo mataba. Pensé que algo te había pasado.
-Ya ves que puedes confiar en él. Aunque yo también me asusté un poco cuando dejó de hacerme caso.
-No volverás a salir sin mi. Quedó claro?
-Esta bien. De todas maneras, ahora que ya no necesita ayuda, tal vez Libertad vuelva al bosque con su familia.
-Tal vez, pero igual hay muchos caballos en el rancho.
-No voy a montar otro.
-Esta bien- suspiró Julian.
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Y que le guste el Rancho (Adaptada)
RomanceJulian Serrano, un apuesto ranchero, lleva años buscando a la mujer ideal. Ésta debe ser hermosa, carismática, humilde, amable, y por supuesto, debe gustarle vivir en el rancho. Oriana Sabatini es, efectivamente, hermosa, amable, humilde y tal vez...