Prólogo

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El irritante sonido de la alarma resonó en mis oídos. Seis de la mañana. Lo apagué y me incorporé poniéndome mis pantuflas. La habitación inundada por la oscuridad del alba. Me puse de pie, caminé y me asomé por la ventana como de costumbre, contemplando las luces de la ciudad de Los Angeles.

Un día más. Un día más en que despierto, sabiendo que él ya no está conmigo, o al menos, no como yo quisiera. Me abrazo a mi misma recordándo el calor de sus brazos. Lo extraño tanto.

Un escalofrío me recorre el cuerpo, sacándome de mi trance. Me dirijo hacia la habitación de Kevin. El único y preciado recuerdo que me queda de él. No puedo soportar cuando me mira a los ojos y me pregunta por su padre. 

Abro la puerta cuidadosamente, sin hacer ningún ruido. Me quedo en la oscuridad y lo observo mientras duerme. Tan puro, tan inocente. Sin conciencia alguna de lo que ocurrió unos años atrás. Es demasiado jóven para afrontar la cruda realidad de lo que pasó. No merece que su infancia y felicidad le sean arrebatadas. Algún día, cuando sea lo suficientemente mayor para aceptarlo, le diré. Hasta entonces... Haré todo en mi poder para hacerlo feliz.

Me acerco hacia él y le doy un beso en la frente. Acaricio su cabello, rubio como el de su padre. Salgo de ahí y me dirijo de nuevo hacia mi habitación. Me pongo mi ropa deportiva y un par de tenis, bajo a la cocina, tomo una botella de agua, cierro con llave, me coloco mis audífonos y empiezo a correr en la acera. 

Todo esta desierto, salvo por algunos autos que se dirigen hacia otro día de trabajo. Corro por mi trayectoria de siempre, Yellowcard resonando en mi interior y mi cabeza llena de un solo pensamiento. El único pensamiento sobre esa persona que he llevado en mi cabeza desde los ocho años. No es cualquier persona, es un chico; y no era solo un chico, era el amor de mi vida, Kendall Schmidt.

Llego hasta la orilla de la playa de Santa Monica. Corro hasta la parte donde las olas acarician levemente la arena; me tumbo sobre la arena fresca, pongo pausa a la música y casi vacío de un trago toda la botella de agua que tenía.

Me siento para observar una ligera luz que quiere salir por el horizonte. Abrazo mis rodillas contra mi y cierro los ojos. Imágenes inundan mi memoria. Los recuerdos de nosotros juntos. Aquí, en Nueva York, nuestra boda, cuando éramos niños... Lo hecho tanto de menos. Es una tortura. Abro los ojos lentamente y las lágrimas caen. Miro hacia el cielo preguntándome dónde estará. 

Algún día volveremos a estar todos juntos. Yo lo sé. Porque nunca dejaré de amarte...

"Hasta el día después de para siempre"

Diciembre 21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora