Antes de tener cáncer, cuando mi madre no había conocido al Tulipán Holandés, ni estaba tan obsesionada con los tulipanes, tenía otra vida no muy diferente.
Ese día mi madre hizo ensalada de tomate, lechuga, cebolla y parmesano para cenar.
Nos sentamos en nuestra pequeña cocina, moderna, con la encimera blanca, y la vitro limpia, la tenue luz iluminando la mesa de madera pulida y clara donde comíamos.
–¿Te gusta?–Me preguntó mi madre.
–Oh, sí, está muy buena. Me gusta el parmesano.
–Lo sé.–Le sonreí. La verdad es que mi madre me daba pena, tuerta y sin más amigos que su hija de dieciséis años. Bueno, al menos sí tenía una amiga: Julianne, la madre de Christine. Julianne era muy simpática con mi madre, y algunas veces quedaban para tomar un café. Yo trataba de hacer amigos por la simple razón de que las madres de mis amigos serían también amigas de mi madre, o eso normalmente.
Pero mi vida social no iba más allá de Christine. Había hablado un par de veces con un chico llamado Dylan, que era súper popular, pero la conversación había sido así:
Dylan: Hola.
Yo: Hola.
Dylan: ¿Te llamas Anna, no?
Yo: Sí.
Dylan: Bonito nombre. ¿Te apetecería ir al cine hoy con un par de amigos más?
Pero una chica llamada Olivia, una chica bastante más guapa que yo, apareció. Y la conversación tomó este rumbo:
Olivia: Dylan, ¿quedamos para cenar en el Taco Bell cerca de tu casa?
Dylan: Bueno–Me miró–, ¿a ti te importa, Anna?
Yo: Claro que no. Además no puedo, tengo planes.
Olivia: Qué encanto. ¡Adiós!
Por supuesto que no tenía planes, pero bueno, ¿qué iba a decir?
–Anna, he quedado mañana por la noche con la madre de Christine–Hablando del rey de Roma–. Y me preguntaba si tú tendrías plan... Vamos a ir a cenar al Vaindell's, y tú podrías salir con Christine. No sé... Ir al cine, divertirte por ahí... Ser una adolescente, Anna.
Y ya estábamos con el estereotipo de adolescente con cáncer aburrida, deprimida y sola, leyendo libros en casa todo el tiempo. Aunque en ese momento no tuviera cáncer, seguía siendo así.
–Sí, mamá. Le diré algo a Christine.
Llamé a Christine después de cenar, y se oyó esto al otro lado del teléfono:
–¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ! ¡BIEEEEEEEEN!
–Christine, ¿estás bien?
–OH, MÁS QUE NUNCA.–Respondió a gritos.
–¿Por qué?
–PORQUE DYLAN ME HA PEDIDO SALIR.–Oh, Dios–. PERO PODRÉ IR CONTIGO TAMBIÉN, ¡POR ESO ESTOY ALEGRE! ¡ES LA PRIMERA VEZ QUE TE ANIMAS!
Sí. Dylan era el chico del que hablé.
Menuda hamartía.
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Un Dolor Imperial
FanfictionAll rights to John Green © Story by me. Anna tiene dieciséis años y vive con su madre en una pequeña ciudad del centro de California. Son de clase media-baja y llevan una vida normal hasta que Anna sufre un raro cáncer en la sangre.