Capítulo 11

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Un rayo de sol pasó a través de la ventana directo a mis ojos. Ya estaba despierta, de hecho llevaba despierta desde las cuatro de la madrugada. Me era imposible dormir. Gracias a el fragmento de luz, miro mi móvil. Lunes 4 de septiembre, 8.33 de la mañana.

Mi madre estaría dormida, pensé, así que esperé a que se despertara, echando mano de mi libro de poesía. La doctora Wannie me dijo que me quede en la cama, y que los días que me toque volver a la UCI me diría si ya puedo empezar a moverme, aunque sea en silla de ruedas. Era bastante aburrido. Me encantaba leer, pero me gustaba moverme.

Recuerdo el primer día que fui a correr. Al terminar, parecía que tenía fiebre. Pero ya me fui acostumbrando, y parecía que volaba.

—Hola, Anna.—Era mi madre.

—Buenos días.—Intenté responder con algo de emoción.

—¿Qué quieres desayunar?—Preguntó con cariño.

—Mmmmm... ¿Pancakes?—Sonreí traviesa, o al menos lo intenté.

—Está bien... Vale.—Mi madre se echó a llorar. Supuse que era por el recuerdo de cuando era pequeña, cuando estaba sana.

Me levanté para darle un abrazo, pero ella me volvió a tumbar.

—No te muevas, no te muevas, no, cariño.—Me dijo sollozando.

Me levanté de todos modos, y ella esta vez no lo impidió.

Nos fundimos en un emotivo abrazo, y yo lloré también. Ella se levantó y se dispuso a hacer el desayuno.

Observé mi habitación. Todo en ella había sido construido, por alguien o bien por una máquina. Eso significa que el mundo trabaja, y que nosotros, los humanos, por muy horribles y malvados que seamos, somos inteligentes. Y no todo es tan horrible, hay muchas personas buenas también.

Recuerdo una vez que estaba paseando con mi madre, por un camino que bordeaba nuestro río, el Arrow Creek. Había un muro al otro lado donde la gente pintaba grafittis. La mayoría no se entendían, pero uno de ellos era un dibujo de dos cisnes formando un corazón, con la luna llena vigilándoles. Al lado había una inscripción que rezaba la pura verdad:

"Hay mil cuervos por cada cisne."

Cuando mi madre entró en la habitación, pensé que ella era un cisne.

Pero eso significaba que había mil cuervos más.



Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora