El cáncer se puede tener por dos causas:
a) Razones externas
b) Razones internas
Yo tenía cáncer por razones internas, no por la genética, sino por mis malditos cromosomas.
Tenía dieciséis años y no fumaba, ni bebía, ni tomaba demasiado el sol sin protección...
Me levanté de mi cómoda y grande cama, uno de mis lugares favoritos, para vestirme, pues sabía que tarde o temprano iba a oír a mi madre...
–Anna, ¡vístete y baja a desayunar!
Mi madre, Holly, me obligaba a ir al instituto por la sencilla razón de que mi cáncer no me impedía andar, y aunque Holly era muy protectora conmigo, se negaba a dejarme en casa viendo la televisión. Así que iba al instituto, a primero de bachillerato.
Me puse mi camiseta favorita, la de Ceci n'est pas une pipe, de René Magritte, que cuestiona la realidad pictórica dibujando una pipa meticulosamente y escribiendo igual de meticulosamente "Esto no es una pipa", pues no lo es, es un dibujo de una pipa.
–Sí, mamá, eso estaba haciendo.
Complementé mi vestuario con unos vaqueros azules y unas Converse azules también y me fui al baño, me lavé los dientes, me cepillé el pelo y me miré al espejo.
Tenía los ojos castaños y grandes, almendrados, el pelo corto como la mayoría de las víctimas del cáncer (al menos era un corte femenino), y los labios no muy finos pero no carnosos, la nariz respingona como una rampa.
Cogí un jersey fino, pues esta pequeña ciudad del condado de Humboldt de California, Blue Lake, cuya población en 2010 era de 1253 habitantes, no es famosa por el frío, a pesar de que estábamos en noviembre.
Eran las 6.53 cuando bajé a desayunar. Mi madre tenía un rostro fino, de facciones angulosas, ojos verdes (un ojo con parche, era tuerta) y nariz larga.
–Ronald te llevará en el coche al instituto, le viene de camino.–Ronald era el novio de mi madre, holandés, y como yo le llamaba, El Tulipán Holandés. Decía tener mucho dinero, y aunque a mí me pareciera un farsante, pagaba sin dudar todos mis tratamientos y medicamentos y me trataba como si fuera su hija. Todo lo hacía por mi madre, eso siempre, pero al menos lo hacía, y la verdad es que mi madre tuerta necesitaba ese dinero y el amor que yo no podía darle.
Me tomé una french toast con sirope de caramelo y un vaso de leche. La verdad es que yo no era de los que no comen por el cáncer, me gustaba comer.
No estaba muy enferma, por el momento, pero sabía que me iba a morir y debía asumirlo; en algún momento, quizá mañana o en un par de años, iba a morirme, tenía un cáncer terminal.
Me diagnosticaron el cáncer hace un año, por lo que todavía no estoy tan enferma, ni estoy deprimida. Aunque tengo mis momentos de llorar y pensar en la muerte.
–Mamá, gracias por no hacerme huevos revueltos. ¿Me los puedes hacer para cenar?
–No, Anna, para cenar hay hamburguesa de atún con aguacate.
–¿Ya lo has planeado?
–Cariño, lo había planeado ayer mientras cenábamos.
–Eres madre.
–Sí, y tú eres hija. Y tienes cáncer.
–Bueno, tú eres tuerta.
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Un Dolor Imperial
Fiksi PenggemarAll rights to John Green © Story by me. Anna tiene dieciséis años y vive con su madre en una pequeña ciudad del centro de California. Son de clase media-baja y llevan una vida normal hasta que Anna sufre un raro cáncer en la sangre.