Capítulo 9

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Los primeros días fueron dolorosos. 

–Anna.–Mi madre me acariciaba el cabello. La casa tenía una terraza que daba al mar. 

Los colores del cielo eran dorado, naranja, rosado, amarillo y violeta. El inmenso océano sin fin se expandía manso como un espejo, y las boyas amarillas flotaban ancladas a un desierto inundado. 

Todavía lo recuerdo, como si estuviera pasando ahora mismo. 

El amanecer brilla en sus ojos, que se pierden. 

–Anna.–Repite ella.

–Mamá.–Le abracé, y sus brazos fueron como un refugio resistente a cualquier tipo de ola.

–Cariño... ¿Te sientes capaz de ir... al instituto?

–Pues, la verdad...–Sentía dolor, pero era soportable. Era una decisión que me carcomía, desde el primer momento.–No... Al menos hasta unos días. 

Christine me llamó. Pero ella tenía personalidad y de algún modo, me consoló que ella no me diera el capricho de reconciliarse conmigo sólo por el hecho de tener cáncer. 

–¡ANNA! ¡¿CÓMO TIENES LA OSADÍA DE TENER CÁNCER?! ¡DESPUÉS DE TODO LO QUE ME DIJISTE! 

–Christine, esto es lo último que necesito–Aunque no era verdad. Rectifiqué–: AUNQUE GRACIAS POR NO CONSOLARME POR EL CÁNCER–Dije yo también a gritos. 

–Bueno, vale. Te perdono, pero sólo para fastidiar–Y colgó. 

El humor de perros de Tine ayudaba y a la vez no.

Pero me hacía sentir viva, algo muy importante en esos momentos. 

Un Dolor ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora