9. La promesa de un secreto

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G I S S E L L E

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G I S S E L L E

Después de aquel beso con Timothée, no pude intercambiar ni una palabra más con él. Mi madre llegó poco después y simplemente le agradeció que me hubiera acompañado, pero ahora me invadía la incertidumbre de cómo el príncipe Henry conocía a mi madre.

Sin embargo, ella se negó a hablar del tema. Mi madre siempre fue más astuta que yo, sabía que no podría sacarle la verdad en una semana. Me encontraba en la cocina y decidí dirigirme directamente hacia donde Glass guardaba los platos, tal como Timothée me había indicado. Allí estaba, una caja de tamaño mediano.

Con cuidado, la tomé y me encaminé hacia la habitación de Timothée. Abrí la puerta lentamente y lo vi allí, aún dormido. Deposité el regalo que le había comprado cuando acompañé a Juliet al mercado en su tocador y salí en silencio.

Decidí no enseñárselo a mi madre, sabía que sus preguntas no tardarían en llegar. Guardé la cajita en una mochila y salimos juntas. Era maravilloso volver a recorrer las calles de Noruega, contemplar a su gente y recordar que existía una vida fuera del castillo. Visitar a mis abuelos me brindaría la oportunidad de reflexionar.

Una y otra vez, volvía a revivir aquel beso. No podía evitar sonrojarme cada vez que lo recordaba. Saber que mi primer beso había sido con Timothée llenaba mi corazón de una felicidad que no había experimentado en mucho tiempo. Mientras caminábamos, mi madre se detuvo en un puesto de pan y compró un poco para continuar nuestro camino. Justo cuando estaba a punto de rendirme por tanto caminar, mi madre señaló la casa de mis abuelos.

Habíamos llegado a nuestro destino.

— Mira cuánto has crecido — dijo una anciana de unos 70 años, sonriendo — casi 7 años sin verte. Pasa, te he preparado pan con mermelada, como el que te gusta.

— No la consientas tanto, mamá, o luego no se va a querer ir — sonrió al entrar a la casa.

— Pero si para eso estoy yo, para consentir a mi hija y a mi nieta. Tu padre está en la azotea — le dijo a mi madre y luego me miró de vuelta — vamos, cariño, tu habitación ya está lista. Tu abuelo está tratando de hacer una planta más para que tengas tu propia habitación.

— Abue, no importa dormir con mi madre. Sabes que me encanta visitarlos.

— Ojalá fuera más seguido, pero me han dicho que el reino sigue igual. A veces extraño trabajar allí, pero desde que tu abuelo comenzó a tener principios de Alzheimer, todo ha sido diferente.

— Lo sé, abuela.

— Sube. Ya sabes, la misma habitación de siempre. Te llevaré pan con mermelada y un jugo de naranja, pero sube — asentí mientras me dirigía a la habitación.

La casa era sencilla pero acogedora, evocando una sensación de calidez y familiaridad que siempre había estado presente en mis recuerdos. Subí los escalones con paso ligero y empujé suavemente la puerta de la habitación. Al entrar, mis ojos se posaron en las dos camas, una para mí y otra para mi madre. Me senté en el borde de la cama y dejé cuidadosamente la bolsa que llevaba a un lado.

ᴋɪɴɢ ɪ | ᴛɪᴍᴏᴛʜÉᴇ ᴄʜᴀʟᴀᴍᴇᴛ - VERSIÓN NO CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora