12. Calma antes de la Tormenta

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A la mañana siguiente, Andrés llamó a mi puerta y me dijo que el desayuno estaba listo. Me vestí y bajé a desayunar con los demás. Los soldados que ya me conocían me recordaban cuando cenamos juntos esa vez en la mesa de la posada como en ese momento. Empezamos a hablar del pasado viaje hacia el reino de Andrés e hicimos bromas y contamos anécdotas. Se me veía mucho más feliz que de costumbre. Y lo estaba. Había resuelto el tema de mi hermana, había detenido la locura de Andrés y había tomado una decisión al respecto en la cual no pensaba mucho porque si no, me ponía roja y Andrés volvería a tocarme la mejilla y decir que estaba caliente. Y eso lo empeoraría. Sucedió varias veces durante el viaje de regreso. Disfrutaba haciéndome pasar vergüenza.

- ¿Y tú no sientes nada al saber que voy a ser tuya?- contraataqué susurrándole al oído-. Compartiremos todo... La vida, la cama, los secretos, el armario, el baño...

Al decirlo a propósito para ver su reacción estaba preparada mentalmente y pude decirlo sin dificultad, con una sonrisa pícara y enarcando una ceja. Me aparté para ver cómo poco a poco la cara cambiaba de color y llegó a enrojecer tanto que pensé que se lo estaba imaginando y empecé a ponerme roja también al imaginarlo. Se levantó de la mesa y salió fuera a que le diera el aire. Los soldados estaban emocionados y se preguntaban qué le habría dicho para que se pusiera así.

- Es la primera vez que le veo así- dijo uno.

- Yo le vi una vez así cuando decidió ir a pedirle la mano a su padre.

- Es verdad, y al iniciar este viaje una noche le preguntamos qué te pediría para dejar de destuir tu reino. Y mientras lo decía miró a otro lado y se sonrojó.

Me miraron y vieron que estaba roja, pero interesada.

- ¿En serio?- pregunté.

- Sí, le gustas mucho.

- Se nota a la legua.

- Solo se pone así contigo.

- Parece humano y todo.

Se rieron e hicieron algunos comentarios más. Uno de los comentarios me lo guardé como as en la manga. Lo soltaría cuando estuviera bebiendo, tenía curiosidad de ver si su reacción sería calmada o si le escupiría el agua a quien tuviera delante y comenzara a toser. Eso sería digno de ver. De hecho, vi mi oportunidad en la cena de la noche siguiente, en otra posada del pueblo cercano a la frontera. Me llevó un rato calmarme para atreverme a decírselo, pero tenía más curiosidad que vergüenza.

- ¿Es verdad eso de que estás loco por mí?

Tuvo la reacción que esperaba. El soldado que me lo había dicho quedó empapado y tuvo que buscar una toalla para secarse. Todos nos reímos, yo la primera. Andrés me miró incrédulo, con la cara roja.

- Así que esas tenemos, ¿eh? ¿Quieres jugar? Juguemos...- me cogió la barbilla y se me acercó peligrosamente-. Dime... ¿Quieres averiguarlo?

Dejé de reírme al instante y me quedé mirándole mientras sentía una corriente que subía por mi abdomen. Mi mente se quedó en blanco.

- ¿Averiguar qué?- pregunté haciéndome la despistada.

- Lo loco que estoy...- me rozó el labio inferior con el pulgar y me susurró en el oído-... Por ti.

Mi estómago y mi corazón dieron un salto y se llenaron de cosquilleos y mariposas que no querían irse mientras notara su aliento en mi piel. Y cuando creía que se detendrían, recordaba sus palabras y la sensación volvía. No estaba preparada mentalmente para ese contraataque.

- No vale... Me has pillado por sorpresa- protesté débilmente.

- ¿Prefieres que espere a que puedas atragantarte como has hecho conmigo?- insinuó retirando la mano de mi barbilla para ofrecerme un vaso.

Fugitiva en mi reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora