Al llegar a la ciudad, todos recibían con alegría al rey mientras formaban un pasillo en las calles principales de la ciudad. Saludamos con la mano a todos. Andrés miró a los soldados, que cabalgaban detrás de nosotros, como si esperara que hicieran algo. Mientras los caballos disminuían la velocidad e iban a paso andante, los soldados empezaron a cantar una cancioncilla ridícula en la que se hacían burlas a sí mismos. Todos se reían al escucharles cantar que eran una "panda de inútiles" y hasta un niño era más responsable y maduro. Andrés trataba de contener la risa y yo intentaba disimularla cubriéndome con la mano. Pero era demasiado gracioso. Debía de ser humillante para los soldados, ya que algunos ya estaban rojos y otros apenas movían la boca.
- No os oigo, más alto- dijo el rey.
- ¡Una panda de inútiles...!- alzaron la voz.
Estallamos en carcajadas. Así que era obra del rey. Era probable que fuera su castigo por emborracharse esa noche. Antes de salir de la ciudad, nos detuvimos a pasar la noche en la posada. Como imaginé, no tendría habitación propia, pero al menos había dos camas. Me senté en la cama enfrente a la suya y él hizo lo mismo.
- No imaginé que se te podían ocurrir esas ideas- le dije riéndome-. Ha sido muy divertido.
- ¿Te ha gustado?- sonrió- Supuse que sería mejor así esta vez, no quería traumarte dándoles un castigo serio, bastante hemos tenido este viaje. Pero no será así siempre, claro.
- Claro... No queremos que te conozcan como rey de las bromas.
- Prefiero ser un rey normal- se rió.
- Quería preguntar algo...
- Adelante.
- ¿Hoy hay cena para mí? Ya hemos llegado a tu reino y dijiste...
Se levantó y en un paso estaba delante de mí. Alcé la mirada, expectante. Me acarició la cabeza con suavidad y sonrió.
- Hemos pasado por muchas cosas ayer... Luchaste bien, te lo mereces. Vamos abajo con los demás.
Me puse de pie en seguida y fui al comedor. Andrés venía detrás de mí. Los demás estaban esperando su comida y mientras nos sentábamos, el posadero vino a apuntar nuestro pedido. Empecé a charlar con los soldados, haciendo bromas sobre su castigo y riéndome con ellos. También les felicité por su valentía. Andrés me obvservaba, interesado en mi forma de interactuar con los demás. Comimos con muchas ganas y pronto nos entró sueño por el cansancio del día y la cena que producía soñoliencia. Subí a la habitación y me quedé tirada en la cama. Ni me dio tiempo a cambiarme o cubrirme con la manta, directamente me quedé dormida. Llevaba un rato durmiendo cuando escuché como a lo lejos la puerta y unos pasos y sentí que alguien me tapaba, pero estaba medio dormida y regresé al sueño.
Al día siguiente, me encontré sola en la habitación. Bajé de la cama y me di cuenta de que Andrés me había cubierto con la manta. Me había dormido con el vestido y todo. Ya que no había nadie, aproveché para cambiarme de ropa. Me miré al espejo. Podía imaginarme a mi madre llevándolo. Mamá... Derramé una lágrima en silencio. Entonces Andrés entró y me volví hacia él. Me limpié la mejilla mirando hacia otro lado.
- ¿Ya nos vamos?- pregunté.
- Sí...-parecía que iba a preguntarme algo o hacer un comentario, pero se quedó en silencio.
- ¿Me queda bien?- cambié de tema tratando de sonreír, aunque se me notaba la nostalgia en el rostro.
- Siempre- asintió.
Durante el trayecto, el rey hizo las veces de guía turístico. Me iba señalando lugares y contando sus historias y anécdotas. Realmente era mejor que una clase de historia. Así daba gusto aprender. Nos detuvimos en un puente y me contó por qué el río que fluía debajo se llamaba Traición: un rey se arrojó al río porque su hermano le perseguía para matarle y robarle así el trono. Pasamos al lado de una estatua en la plaza de otro pueblo y me contó que la mujer con alas simbolizaba la fe. El siguiente pueblo tenía por nombre Héroe, debido a que ahí pasó un hombre cuyo nombre nadie conocía y que ahuyentó a los bandidos. Nunca más volvieron. Al fin llegamos a la ciudad donde pasaríamos la noche. Los soldados se quedaron cenando mientras el rey me llevaba con él a una placita con una fuente rodeada por columnas. Una hiedra unía sus capiteles. Me fijé mejor y no era una hiedra, sino una viña. Las uvas maduras colgaban de los tallos. Había bancos entre algunas columnas. Era precioso, como sacado de la mitología griega. La fuente estaba coronada por un corazón de piedra.
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Fugitiva en mi reino
Roman d'amourMi padre, el rey, negó mi mano al reino vecino para proteger al reino y a mí, pero fue precisamente esa decisión la que desencadenó la venganza de mi pretendiente. Su objetivo: empezando por la conquista de mi reino hasta la de mi corazón. Y no dej...