18. Un día para recordar

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Había sido un mes lleno de romance, citas, bromas, preparaciones de boda y tareas imposibles. El día de antes de la boda lo tomamos enteramente para revisar que todo fuera bien por la mañana y a descansar por la tarde. Nos sentamos en el sofá juntos y nos relajamos, hablando y tomándonos de la mano hasta que acabamos dormidos. A la mañana siguiente, fuimos a los baños y nos preparamos para la boda. Estaba nerviosa, pero feliz. Había llegado por fin el gran día en que me convertiría en su reina y se unirían los tres reinos. Quitaríamos las fronteras entre los países y serían uno solo. Quería supervisar personalmente la introducción de las nuevas tecnologías en mi reino, pero probablemente tendría que mandar a alguien de confianza. Quizá mi hermana, o si al menos pudiera mandar a mi hermano... Pero no sabía nada de él. Después de la luna de miel me ocuparía de encontrarle.

La luna de miel... Pensar en ello me hizo sonrojar. Intenté no imaginarme nada, pero era difícil. Me hacía preguntas sobre cómo sería y qué debía hacer. En su momento lo vería, supuse. Me miré en el espejo una vez que las criadas terminaron de arreglarme. No esperaba verme convertida en novia y reina con 17 años. Pensaba que tardaría más. Cuando estaba en mi castillo con mi familia, al no tener ningún prometido y el hecho de que mi padre rechazara a los pretendientes, permitió que mis únicas preocupaciones fueran estudiar y jugar. No había pasado ni medio año y habían acontecido todo tipo de sucesos que me llevaron hasta ese momento. En unos meses habían pasado tantas cosas, ¿qué me depararían años y años en el trono? Daba gracias por no tener que cargar sola con todo, sino que tenía a mi querido rey junto a mí. Empezaba a entender más cómo se sentía él antes de que tuviera mi compañía. No volvería a dejarle solo. Tampoco yo quería estar sola. Ya no me imaginaba no estar con él.

Llegó la hora de la ceremonia y me dirigí a la sala donde se celebraba. Cuando entré por el pasillo entre bancos todos se levantaron y me miraron con admiración. El rey estaba al fondo, esperándome. Mientras me acercaba, su expresión iba cambiando hacia una gran sonrisa y asombro en sus ojos. Cuando llegué junto a él no pudo decir nada, solo seguir mirándome todo el rato mientras sostenía mi mano. Durante la ceremonia, le pregunté en voz baja qué impresión le había causado, ya que tenía curiosidad.

- No me puedo creer que una princesa tan hermosa vaya a darme el honor de ser mi reina... Me siento muy afortunado- se sonrojó.

Yo también me sonrojé y no pude ocultar una gran sonrisa todo el día. Mi corazón latía fuerte a su lado. Cuando por fin llegó la parte de los "sí quiero", nos tomamos de las manos y nos miramos a los ojos, jurando amarnos en todo momento con lealtad y respeto. Después, nos besamos, haciendo oficial en público nuestra unión con la frase: "Os declaro marido y mujer, puedes besar a la novia".

Invitamos a todos al banquete. No solo había nobles e imvitados reales de otros países, también había gente del reino que deseaban asistir a la boda. Entre los invitados vi a Sara con el duque. La abracé, feliz de volver a encontrarnos. Me dio la invitación en persona para su boda en unas semanas.

- Estás muy guapa, Amy, me alegro mucho de que todo se solucionara y te casaras por amor. Aunque me va a costar un poco confiar en la persona responsable de la caída de la familia real. Pero haré un esfuerzo por ti.

- Ha cambiado, es mucho más amable ahora- le aseguré-. Incluso me dejó volver a mi reino pero yo quise quedarme con él cuando hubo guerra.

- Vaya, sí que está enamorado de ti entonces...- comentó ella.

- Lo estoy, más de lo que imaginas- respondió Andrés apareciendo detrás de mí-. Encantado, princesa- dijo con una reverencia cortés y le besó la mano-. No me guardes rencor por el pasado, te lo ruego. Soy responsable de mis actos, pero no haría daño a los inocentes.

Fugitiva en mi reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora