Prólogo

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Central City, aclamada por ser el hogar de Flash y por sus inestables villanos metahumanos que no se cansan de atemorizar la ciudad sin importar la hora o el día; pero esa mañana, en específico, era sumamente tranquila, tanto que algunos de sus némesis más famosos salían a recorrer las calles a ser lo que principalmente son: humanos.
Ese era el caso de Leonard Snart, el coqueto Capitán Frío bajó de su BMW gris dirigiéndose a su mercado favorito para abastecerse de alimentos.
Puede que nadie lo haya reconocido debido a sus gafas oscuras y su repentino cambio de azul a negro, pero aún así había varias mujeres que se detenían a observar placenteramente dicho espectáculo de masculinidad andante.
Inflado de ego, no se dignaba a contestar sus miradas; pocas veces se detenía a observar a las gacelas que en verdad llamaban su atención, y ese día vaya que encontró dos esculturas.
Rubias, piernas largas, coquetas, un espectáculo digno de ver aunque fuera por un par de segundos.
Retiró levemente sus lentes e inclino su cabeza hasta poder observarlas sin el filtro negro de sus anteojos.
Las mujeres, quienes habían sido las primeras en deleitarse con el hombre, lo incitaron a acercarse a ellas; Leonard sólo observaba divertido a las rubias que trataban de acaparar algo más que su atención.
Les dirigió una sonrisa modesta y colocó sus lentes de nuevo en su lugar.
Estaba por adentrarse al supermercado cuando un contundente objeto chocó contra él, provocando una vergonzosa caída en la acera.
Furioso por saber que había pasado, se incorporó aún con el vehículo en el regazo y sin detener su lengua empezó a maldecir.
-¿Acaso estas ciego? Fijate por donde...
Se detuvo ahí, no pudo continuar con sus blasfemias debido a unos penetrantes ojos que lo miraban angustiada y arrepentida.
-Enserio lo lamento, soy una estúpida. -dijo la mujer de castaños cabellos tratando de levantar la bicicleta que yacía sobre Lenny-.
Aún en trance, Snart aceptó la ayuda de la morena quien sólo estaba sonrojada por el accidente, cosa que le pareció agradable a él.
-Deberías bajar la velocidad cuando transites por la acera. -advirtió Leonard con un tono más tranquilo de lo que imaginó-.
-Lo tendré muy en cuenta desde hoy. -exclamó la mujer regalandole una de sus envolventes sonrisas-.
Tomo su vehículo y rápidamente desapareció de ahí.
Snart aún consternado por lo sucedido, entró a la tienda a buscar los necesario para satisfacer su necesidad básica.
No obstante, su mente seguía reproduciendo la bella sonrisa que la castaña le había dedicado hace un par de minutos atrás.
Cuando tenía todas las cosas necesarias en su carrito y se aproximaba a pagar, se dio cuenta que una extraña coincidencia había pasado: No tenía su cartera.
Busco y busco pero no encontró nada; en su lugar, sólo hayo un pequeño diamante con una divertida nota que decía:
Olvida a las gacelas y enfócate en otros depredadores.
Una sonrisa se dibujo en su rostro al ver aquello.
-¡Qué mujer! -exclamó en voz alta antes de tomar su arma de hielo y amenazar al cajero para que lo dejara tomar sus cosas e irse libremente-.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora