Capítulo XIV: El vestido dorado

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-Bien... Ahora adivina este.
Leonard estaba sentando frente al comedor, con un pañuelo atado por detrás de la cabeza, cubriéndole los ojos; tenía las manos estiradas hacia el frente, sobre la mesa, y daba pequeños tamborileos con los dedos mientras analizaba lo que Helena le daba a oler.
-Vainilla... No te la comas, no sabe como huele.
Kast se retiró la pequeña varita de la lengua y la tiró al cesto de basura, haciendo un mohín de disgusto en cuanto percibió un deje amargo sobre su lengua.
-Le has dado. Aquí va otro...
Cogió el último frasco y lo destapó; decidió olerlo ella primero antes de acercarlo hacia el rostro de su novio.
-¿Y bien?
Él se tomo un poco más de tiempo, indagando en sus memorias olfativas.
-Cúrcuma.
-Ni más ni menos.
La mujer volvió a tapar le recipiente y lo devolvió a la su lugar inicial.
-¿Ya me puedo quitar esto?
-No, aún queda una.
-Conté 13, no puedo tener más.
-Claro que sí. Solo que esta se come, no tiene olor.
-Entonces no es una especia.
-Sí lo es.
-El propósito de una especia es arom...
Helena lo calló besando cálidamente sus labios, obligándolo a corresponder mientras sujetaba su nuca y mantenía el control del morreo.
-No puedes dejar de ser sabelotodo, ¿verdad?
Leonard se arrebató la cinta de los ojos y sin más demora, se irguió de la silla, arrinconando a la chica contra la cocina, mientras ella risueña y algo sonrojada, intentaba mantenerse fuera del alcance de su novio.
-Creí que te gustaban los sabihondos. ¿No me contaste que saliste con un geniecillo?
Snart ladeó su cabeza, dirigiéndose hacia el cuello de la castaña, el cual llenó de una serie de besos que impidieron que Helena pudiera formular una sola frase sin que un gemido la interrumpiera.
-Sí, y nunca pasó de segunda base.
Una mordida la hizo arrugar el ceño y arreciar su agarre sobre la cubierta de la cocina, mientras que con su mano izquierda, asía la nuca del ojiazul.
Snart no respondió de inmediato, en cambio, se concentró de lleno en el chupete que estaba marcando sobre el cuello de su novia. Luego, y tras echarle un ojo a su creación, volvió la vista hacia ella y respondió.
-¿Es una indirecta?
Helena se frotó la zona enrojecida, aliviando el dolor pasajero que acarreaba, mientras asentía con la cabeza.
-Este es mi ultimatum: si no intentas nada antes de la medianoche, yo haré un voto de castidad y... ¿Qué? ¿Por qué te ries?
-Lo único que haría que tú tomaras los hábitos sería satisfacer algún capricho sexual inconsciente y te advierto Helena, eso nos rehundiría en el Infierno.
La mujer esbozó una sonrisa, de la cual emergió una suave carcajada.
-Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
Helena deslizó sus piernas sobre la cubierta, separándolas de tal modo para que se creara un espacio en el cual encajaba perfectamente la figura de Snart.
Leonard, en vano intentó ocultar su asombro; las mejillas se le habían ruborizado súbitamente al entender las intenciones de su novia, y, para aumentar su desgracia, ella permanecía tan atenta a él, que terminó por martirizarlo con su sonrisa burlesca, esa a medio formar.
Helena tomó sus manos, que permanecían colgando a ambos lados de su cuerpo y las colocó sobre sus muslos, vagamente descubiertos por el vestido que llevaba.
-¿Qué te pasa, Len? ¿No te provoco nada?
Se irguió ligeramente para cortar distancia entre sus rostros, besándole tentadoramente la comisura de los labios, el mentón, el bermellón incluso, pero nunca los labios.
Snart padeció aquello; en verdad le costaba resistirse, pero ya había planeado la noche y no dejaría que ella ni sus impulsos primitivos la estropearan.
No obstante, segundos después, reconsideró su decisión, cuando sintió las manos de Helena bajar el zipper de su pantalón y comenzar a tocarlo por encima del bóxer.
-¡Hola, Lena! Hermano.
Lisa entró de imprevisto a la casa, arrancando a la pareja del sueño húmedo en el cual se habían inmerso.
Helena bajó de su lugar de un brinco, mientras Leonard se volvía para reacomodarse el pantalón y apaciguar el rubor que le había ocasionado ese susto.
-Oigan, si no los conociera, creería que los interrumpí de algo muy importante. -bromeó Lisa, molestando a su consanguíneo-.
-¡No, no! Para nada, Lis... Solo estábamos jugando. -se anticipó Helena, en un intento inútil de zafarse aquella escena embarazosa-.
-¿A las mordidas?
Lisa señaló la marca morada que la menor tenia en el cuello.
Helena soltó una risa nerviosa mientras se cubría aquel moretón con la mano.
-Has llegado antes. -comentó Snart, que apenas se hacía partícipe de dicha conversación-. Creí que llegarías a las tres.
-Había menos tráfico de lo que preví, además, me alegró de haber llegado antes, porque no sé que habría encontrado si hubiera abierto la puerta cinco minutos después.
Leonard la recriminó con una mirada, a la cual su hermana menor obedeció, dejando ese asunto por las buenas.
-Bueno, a lo que venía -chocó sus palmas y se dirigió a la castaña-, Heli, ¿tienes planes para hoy?
Helena dirigió su mirada a Snart y cuando este le correspondió, la volvió rápidamente hacia su cuñada.
-Ehm, lo usual, supongo.
-Vale, entonces te invito a un día de chicas, ¿qué dices?
-¡Oh! -volvió a mirar a Snart, esperando que este interviniera-. Sí, estaría bien...
Lisa captó al instante el hermetismo de Helena y volvió a tomar la palabra.
-¿Pero?
-Bueno, no sé si Len tenía algo planeado para hoy.
La inquisidora mirada de Helena fue a parar sobre el ojiazul, a quién telepáticamente pedía que la retuviera ahí.
Leonard se hizo de la vista gorda ante las intenciones de Kast, orillándola a aceptar la propuesta de su hermana.
-Nada, de hecho. Diviértete un rato con Lisa, a lo mejor le bajas lo pesada.
Helena apretó la mandíbula, entre molesta y confundida por la decisión de su novio.
¿En serio no quería tener sexo? ¿O no lo quería con ella?
El fin de semana había estado muy ansioso por metérsela y ahora debía rogarle para que siquiera la tocara.
-Iré por un suéter.
La morena se encaminó hacia el piso de arriba, sonriéndole amistosamente a Lisa, pues, al final, ella solo quería que la pasaran bien.
Esperaron a que Helena hubiera terminado de subir las escaleras para volver a hablar, esta vez, en un volumen bajo.
-Se ha molestado, ¿no?
Lisa asintió.
-¿Cómo pretendías que no? La has rechazado.
Snart movió la cabeza de lado a lado.
-Lo estoy postergando.
La rubia viró los ojos, mientras se encaminaba hacia el refrigerador de su hermano.
-No acostumbras a hacer esto -cerró la puerta del frigo, con un jugo entre las manos-, antes solo bang! y ya.
Desenroscó la tapa de la botella, y antes de acercársela a la boca, le lanzó una pesada interrogante a su hermano.
-¿Qué te ha hecho?
Leonard permaneció en silencio, guardándose la respuesta para sí, abstrayéndose momentáneamente hasta que volvió a escuchar los pasos de Helena aproximándose hacia ellos.
-Qué asco, es jugo de soya... Deja de comprar estas mierdas tan sanas.
-No las tengo precisamente para ti, hermana. -el ojiazul se la quitó de las manos, y volvió a enroscarle la tapa-.
Lisa se enjuagó la boca con agua del grifo antes de dirigirse a la morena.
-¿Lista?
Ella asintió, echándose sobre el hombro, una bolsa.
-Te la devuelvo en un rato, hermano. -se despidió Lisa, alzando una mano y saliendo de la residencia-.
Helena, quien estaba presta a imitarla, fue velozmente interceptada por Len.
-¿No se te olvida algo?
Kast lo miró con desgano.
-No, para nada, pero, ¿qué te parece si ocupamos este tiempo que vamos a estar separados para pensar en lo que se nos ha olvidado o hemos ignorado?
Salió sin decir otra palabra, solo azotando la puerta tras de sí.
Leonard permaneció soldado al piso, incapaz de creer lo molesta que estaba Helena por no habérsela cogido hacia un rato.
Una sonrisilla se antepuso a su semblante confundido, realmente divertido por la reacción de su novia.
Se imaginó la cara pondría en la noche, cuando hubiera vuelto y descubriera que no era la única que contaba las horas que faltaban para quedarse solos nuevamente.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora