Capítulo IX: Blanca palomita

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Se acurrucaron en medio de la oscuridad, traspasando los límites de privacidad que ambos se habían empeñado en establecer un par de meses atrás.
Leonard dormía boca arriba, con la cabeza ligeramente inclinada hacia Helena. Con su brazo izquierdo la rodeaba, ciñendo su costado, reposando su mano sobre hombro de la mujer.
La castaña escondía su mentón en el cuello de Snart, dejando leves y monótonas exhalaciones en este.
El descenso de la temperatura matinal provocó que la pareja se apretujara aún más, calentándose con el cuerpo ajeno.
Pocas horas después del amanecer, Helena empezó a removerse en su lugar, dándole la espalda al varón y tallando sus ojos rigurosamente. Snart comenzaba a salir del sopor mañanero cuando unos ligeros dedos escalaron su pecho y ascendieron dejando mimos hasta su barbilla, deleitándose con la apenas crecida barba de unos días.
El sueño se le escapó en el momento en que Helena recargó su preciosa faz en su tórax.
Leonard abrió parcialmente los ojos y se encontró con la imagen más hermosa que pudo imaginar.
El cabello alborotado, una lúcida sonrisa en sus labios y unos oscuros fanales que lo admiraban con cierto cariño.
Todo aquello le transmitía un grato calor en el pecho.
-Buenos días. -saludó ella, acercándosele-.
-Buenos días.
Helena, algo nerviosa, buscó los labios de Snart, quien se los facilitó sin problema alguno.
Después de ese sacro beso matutino, Kast lamió sus labios finamente y se recostó junto al hombre, viéndolo a los ojos, ese profundo mar azulado que parecía no tener fin.
-¿Dormiste bien?
-Mejor que nunca. -respondió, aun cautivada-.
-¿Tienes hambre?
-Por ahora no... Solo quiero quedarme un rato más aquí, contigo.
Snart asintió con la cabeza, la rodeó una vez más y volvió a cerrar los ojos, sumiéndose en una ensoñación que duró lo suficiente para que su estómago le exigiera algo de alimento. Delicadamente se separó de Helena, quién también había vuelto a los brazos de Morfeo, y sin hacer ruido, descendió hasta la planta baja y comenzó a revisar la alacena.
Tenía un poco de todo ahí dentro, lo suficiente para preparar tanto hot-cakes de avena como unos burritos de calabaza.
Pero ese día en especial se sentía un tanto creativo, por lo que decidió tomar algunos ingredientes al azar y, confiando en su experiencia culinaria, comenzó a montar su platillo.
Kast no se removió de nuevo hasta que el olor a pan tostado y compota de fresa embriagó sus fosas nasales y despertaron al creciente apetito que había estado gestando.
Tanteó el lugar de Leonard solo para darse cuenta de que él era el causante de dicho aroma.
Se estiró varías veces antes de salir de la cama, anduvo hasta el baño, donde se refrescó un poco, y tras acomodar su cabello, bajó las escaleras.
Atravesó la sala de estar con rumbo a la cocina, depositó un beso en la mejilla de Snart y se sentó en su respectivo lugar.
-Creí que seguías dormida.
-¿Y morir de hambre mientras tu te acabas nuestro desayuno? Prefiero estar en vela.
-Lo dice quien repite plato.
Helena rio.
Aun cuando ella se encontraba en los laboratorios, al suponer que extrañaría su comida, Snart le llevaba ocasionalmente pequeños menús de los cuales era imposible no querer una segunda porción.
Ni por un momento fue descuidada por el ojiazul.
Snart pasó la mayor parte de ese mes y medio acompañando a la castaña. Ya fuese mediante el póker, juego en el que Helena se había vuelto experta y dejaba a Leonard en la quiebra, o sentando los pilares de un posible plan para cuando mejorara, ambos pasaron un buen tiempo juntos.
-Es tu culpa por cocinar tan bien. -Helena retomó la pequeña lucha-.
-Entonces deberías comenzar a cocinar tú.
Kast le arrojó su servilleta hecha bolita y Snart se burló de ese gesto infantil, tan propio de ella.
Cuando la pareja terminó de desayunar, Helena llevó los trastes hasta la tarja y comenzó a enjabonarlos al mismo tiempo que Leonard revisaba la olvidada correspondencia de tres días.
La mayoría eran cartas sin importancia; ofertas de bancos para seducirlo a afiliarse y aceptar sus servicios, encuestas y recibos de electricidad y telefonía.
Aun así, se dedicaba a leerlas con bastante atención.
Cuando Helena terminó de secar la vajilla y regresó el paño a su lugar, le lanzó una breve mirada a Leonard; estaba tan absorto en esa aburrida tarea.
Con afán de liberarlo, y de divertirse un poco, Helena se encaminó hacia él, retirándose su ligera chaqueta, quedando su tronco semicubierto por una blusa de tirantes de tal manera que Snart tuviera una vista prodigiosa del inicio de sus pechos.
-¿Qué haces? -ronroneó contra su mejilla-.
-Juego al escondite, ¿y tú? -contestó sin mirarla-.
Helena se abrió paso entre la silla donde se encontraba Leonard y el comedor, tomando asiento sobre sus piernas.
Snart retiró la carta del rostro de Helena y le prestó atención a su querida castaña.
-¿Sabes? En ocasiones tu sarcasmo me irrita... -comentó mientras se acomodaba en su lugar y rodeaba con sus brazos el cuello de Len-.
Tal como esperaba, la curiosa mirada de Snart repasó su cuerpo, haciendo especial hincapié en los pechos de la mujer. Tragó saliva al reparar en ellos. Ya tenía certeza del precioso cuerpo de Helena, pero al tenerlo ahí, tan cerca de él, lo volvía una fantasía a medio cumplir.
-¿Qué planeas, Helena? -preguntó serio, mientras regresaba la vista a sus ojos-.
-Recompensarte.- soltó sin más-. Me salvaste la vida, Len, creo que puedo hacer varias cosas por ti...
Kast comenzó a besar dulcemente sus labios, sujetando su rostro con suavidad, embriagándolo de una ternura que nunca antes había sentido.
Se separó ligeramente de él, echando un profundo vistazo a sus ojos; ahí encontró el permiso que necesitaba para continuar: las pupilas de Snart estaban dilatadas.
Dejando los insaciables labios del varón en segundo plano, ladeó levemente la cabeza, e, inclinándose un poco, reanudó la sesión de besos, esta vez sobre el cuello de Len.
El ojiazul gruñó al sentir la lengua de Helena pasearse por el lateral de su cuello, dejando leves mordiscos de vez en cuando y amortiguando el poco dolor que estos podrían producirle con el roce de sus labios.
Snart alargó el cuello al percibir el cálido aliento de Helena en su manzana de Adán. Al hacerlo, se irguió ligeramente hacia delante, provocando que su pecho comenzara a rozar los senos de Helena.
Extasiado por las caricias de la mujer, introdujo sus manos por debajo de la ligera camiseta de Kast, estrujando con ansia su cintura, dejando ahí, sobre la delicada piel dorada de la mujer la marca de sus dedos. Luego, bajó hasta sus caderas, donde se deslizó hasta el culo de Helena.
El ligero gemido que la castaña soltó fue suficiente para que Snart arrancara las riendas que lo ataban a la razón y se hundiera de lleno en el deseo que la hermosa ojinegro de su regazo le infligía.
Con brío tomó las caderas de Helena y las acercó hasta su entrepierna, provocando que ambos jadearan en cuanto sus sexos chocaron.
-Muévete. -le ordenó Snart-.
La piel de Helena se erizó al escuchar aquel tono demandante. Realmente lo había excitado.
Con lastimera lentitud comenzó a menear sus caderas, frotando intensamente su feminidad contra el falo del ojiazul, el cual se encontraba cada vez más rígido.
-Me estás matando, Helena. -le susurró tomándola del pelo, desuniendo sus labios y obligándola a mirarlo a los ojos-. Me estás destruyendo de una forma que aun no decido si me gusta o me molesta.
Pese a su sonrojo, Kast sonrió lascivamente. No sabía cuánto poder tenía sobre el hombre hasta ese momento.
En animo juguetón, incrementó el movimiento de sus caderas y Snart no pudo contener un par de gruñidos que estimularon los oídos de Kast.
-Lo aprovechas, ¿eh?
Helena asintió con la cabeza, mientras se mordía el labio inferior.
-No, no hagas eso. Quiero escucharte.
Con una mano, Snart tomó del cuello a Helena y la apremió a besarlo. Luego, con la mano libre, guio el vaivén del culo de la castaña, ralentizando la marcha cuando ambas intimidades chocaban, estimulando de igual manera su clitoris.
Kast no logró contener el gemido que aquella acción produjo.
Snart tomó la pijama de Helena por el borde y comenzó a deslizarla por sus piernas hasta que sus glúteos quedaron expuestos; los apretó un par de veces antes de azotarlos a su antojo.
La mujer daba un respingo y soltaba un suave quejido cada que sentía las manos del hombre estamparse contra su cuerpo.
Helena regresó de lleno su atención a los labios del varón, succionándolos con ternura hasta el punto de llevar al hombre debajo de ella al Nirvana, mordiéndolos de vez en cuando, ocasionando un gruñido de su parte y un merecido tirón de cabello.
Su virilidad empezó a doler por la erección. Los besos y caricias de Helena ya no le eran suficientes, necesitaba más. Mucho más.
Vacilantes, sus manos viajaron hacia la camiseta de la menor, dispuestas a despojarla de esta para contornear el resto de su cuerpo oculto, cuando su móvil comenzó a timbrar.
Snart quiso ignorarlo pero Helena detuvo sus movimientos y culminó el beso antes de que él se lo impidiera.
-Debes contestar.
-Soy multifuncional, lo haré contigo encima mío.
Helena negó con la cabeza mientras se liberaba del fuerte agarre de Len, plantándole un último beso antes de escapar.
-Puede ser importante, necesitas toda tu atención.
Y antes de que Snart pudiera coger su mano, Helena emprendió la huida, desapareciendo en el umbral de las escaleras.
Leonard cerró la boca al verla ascender hacia le primer piso. Allí iba su libido.
Suspiró pesadamente.
-¿Sí? -atendió la llamada tras aclarar su garganta-.
-¡Lenny!
Snart rodó los ojos.
-¿Qué quieres, Lisa?
-¿Por qué nunca puedes saludarme bien? -se quejó su hermana-.
-¿Cómo estás? -repuso Leonard-.
-Eso no importa, ¿qué hay de Helena? ¿Ya está contigo? ¿Está bien?
-Sí, ayer en la noche salió.
-Genial. -murmuró-.
-¿Qué?
-Nada... Oye, Lenny, cariño... ¿Podrías traer a Helena a nuestro mohoso salón de audiencias malvadas? Necesito que me ayude con una computadora y no la puedo mover de aquí.
-¿Ahora?
-Sí, ahora.
Lisa colgó la llamada y se preocupó en hacer otras hacia todo el equipo.
Helena había resurgido de la muerte y no se iba a quedar sin una fiesta sorpresa.
Snart miró desconcertado el teléfono.
¿Qué tramaba ahora su hermanita?
No dio más importancia al asunto debido a un fuerte golpeteo de gotas de agua cayendo en el piso de su bañera.
Decidido a terminar lo que Helena había empezado, Snart se aproximó al cuarto de baño dispuesto a mojar su cuerpo en compañía de la castaña.
Su sorpresa fue que ella había trabado el cerrojo desde adentro.
Forcejeó un par de veces con la perilla pero fue inútil.
Una vez más, Kast había jugado con la integridad sexual de Leonard.
Derrotado, entró en la primera habitación que tuvo al alcance, y se dejó caer sobre el colchón.
Inhaló gravemente. Con tanto esmero, que logró percibir el olor frutal de la loción que Helena solía usar por las noches. Seguía impregnado en su almohada.
Permaneció ahí, inmóvil, con medio cuerpo fuera de la cama por más tiempo del que hubiera adivinado. Fue únicamente por la cesantía del golpeteo de gotas de agua proveniente del baño que volvió a ponerse en pie, hizo la cama y salió del cuarto.
Después de envolver su cuerpo en una toalla, recoger su pijama del suelo y apretarla contra su pecho en caso de que la toalla se deslizara, Helena penetró de puntillas a su habitación.
Hurgó su armario en busca de algo lindo, que compaginara con su actitud ese día; un par de minutos después, encontraría el indicado.
Era una mañana calurosa; el sol permanecía radiante en lo alto del cielo y la temperatura era propensa a elevarse con el paso del tiempo, así que aquel vestido no sería mala idea para un clima tan caliente.
Una vez vestida, dio paso a retocar levemente sus facciones con un poco de maquillaje en polvo; resaltó sus largas pestañas con mascarilla para estas, espolvoreó blush en sus mejillas para animarlas y darles un tenue sonrojo, y por último, delineó sus labios con un bálsamo rojo claro.
Al mismo tiempo que ella daba toques finales a su atuendo y se admiraba frente al espejo del tocador, Snart ya salía de la ducha.
No había sido como la imaginaba, pero no estuvo mal.
Sirvió para alejar la migajas de sueño que aún habitaban en sus pesados párpados.
Al pasar de largo hacia su pieza, no pudo resistir echar un vistazo hacia la habitación de su compañera.
La encontró frente al espejo, esponjando su rizado cabello, tremendamente concentrada en encontrar el ángulo perfecto para deslumbrar a cualquier hombre que la viera pasar. Lo que no sabía era que el ángulo que tanto buscaba estaba siendo acaparado por Snart desde aquella posición.
Leonard abrió totalmente la puerta de su habitación y se recargó en el marco para observarla con mayor comodidad.
-Lisa llamó. Quiere verte.
-¡Oh, por Allah! ¡Lisa! Ha pasado mucho desde la última vez que hablamos. ¿Está bien?
-Muy bien, sí, solo tiene problemas con una máquina y quiere que vayamos a la fabrica.
-De acuerdo. No tardo...
Snart se acercó por detrás a la morena, tomó su cintura con firmeza, y levemente tiró de ella hacia él.
Helena se sobresaltó un poco al sentir la cercanía entre sus cuerpos, pero en lugar de retirase, acarició el dorso de la palma de Len.
-Me encanta cómo te ves con ese vestido. -susurró en su oído-.
-No me dio esa impresión cuando lo use la primera vez.
-Eso fue porque aquella vez lo usaste para salir con Mick y ahora... Lo harás conmigo.
Helena se sonrojó y le mostró una hermosa sonrisa.
Snart retiró el cabello de la castaña y comenzó a besar su hombro, ascendiendo hasta su cuello, erizándole el vello a cada lasciva lamida que daba, alternándolas con morreos y una que otra espiración que le arrancó varios gemidos a la castaña.
Después de terminar con esa dosis de cariños, Snart regresó a su cuarto para vestirse.
Diez minutos después ya se encontraban en el auto. Leonard conducía a una velocidad moderada que no sobrepasaba el límite marcado en aquella autovía.
Helena permanecía callada, algo que habría llamado la atención de Snart de no ser por lo bien que la conocía.
En la radio circulaba un especial de Aretha Franklin, la cantante favorita de la castaña.
Era tanta su afición por aquella artista, que proclamaba un efímero voto de silencio cada vez que escuchaba su voz emanar por las bocinas del automóvil.
Así, Leonard, haciendo provecho de la pausa comercial a la que el locutor dio paso, disminuyó el volumen y comenzó a entablar una platica con la ojinegro.
-¿Recuerdas el pleito que tuvimos sobre Mardon?
Helena asintió con la cabeza.
-Al igual que con... Sara, también nuestros problemas tienen historia.
Cuando inicié este equipo me dediqué a investigar a los criminales que formarían parte. Ya que la mayoría era metas, me interesaban sus poderes, génesis, antecedentes psicológicos, sobre todo.
Y al reclutar a Mardon, algo dentro de él me dio mala espina, algo que no sucedía con los demás.
Pasó el tiempo y poco a poco llegaron a mi rumores de sus supuestas ambiciones: quería convertirse en el líder de los Rogues, de mis Rogues.
Desde ese momento, lo he estado vigilando: cada movimiento, cada acción, cada paso...
Por suerte, ellos son tan estúpidos como leales, o al menos con una pistola de frío apuntando a su cabeza así pareció.
Kast soltó una leve risa.
-Hubo un tiempo -continuó Snart dando un toque serio a su voz-, en el que intentó seducir a Elisa. Casi lo logra.
Le hacía creer que mi apatía por su relación se debía a mi incapacidad por obtener lo mismo. Que no podía sentir más que envidia por ella.
Advertí a Lisa sobre lo que Mardon planeaba realmente, pero no me escuchó.
Tiempo después ella sola se dio cuenta; rompió relaciones con Mark y encontró a Cisco, quien a pesar de ser un nerd, y del bando contrario, la ha sabido apreciar.
Guardó silencio por un momento, obsequiándoselo a Helena para que repasara lo contado.
Al detenerse en una luz roja y ver que la castaña no pensaba agregar algo, terminó su relato.
-Esa es la verdadera razón por la cual me enoja tanto que se acerque a ti.
No quiero que te utilice como lo estaba haciendo con mi hermana.
Helena lo miró a los ojos y se disculpó.
Acarició su pierna levemente y recargó su cabeza en el brazo de Leonard el tiempo que tardó en aparecer la luz verde.
Reanudaron su camino así como la música, sumiéndose nuevamente en una armonía musical que, junto con la hermosa cúpula capri que los envolvía y el verdoso horizonte que se extendía a su alrededor, los hacía sentir protagonistas de una pintoresca postal.
Al arribar, Helena se quitó el cinturón de seguridad antes que él y rápidamente se elevó de su asiento para plantar un dulce beso en los labios de Snart, quien tardó un poco en corresponder aquel morreo.
-¿Por qué fue eso? -cuestionó Leonard al final del beso-.
-Por si te quedan dudas.
Leonard sonrió ante la castaña y ella imitó su gesto.
Ambos descendieron del auto y se aproximaron hasta la entrada del gran edificio abandonado.
Helena tocó un par de veces en el inmenso portón y al ver que nadie acudía a su llamado, le pidió a Snart que volviera al carro por las llaves.
El cerrojo se deslizó sin problema alguno, cosa que les pareció sumamente extraño.
Suponiendo que solo se encontraba Lisa, ¿por qué no había abierto?
El corredor de la recepción estaba desierto; lo único que se alcanzaba a percibir era una intermitente vibración procedente del aula principal.
Snart, extrañado, decidió tomar la delantera y se apresuró a rebasar a Helena para mantenerla detrás de él.
Estaban llegando al salón principal cuando el ruido aumentó de pronto, junto con varios vítores eufóricos y algunos golpes.
El ojiazul rápidamente abrió la puerta de par en par y se sorprendió de ver a un gentillal en su sala de conferencias, donde más que eso, en ese momento asemejaba a una discoteca.
Decenas de personas que en su vida había visto, bailaban, bebían y cantaban al ritmo de esa escandalosa música.
-Len... -dijo Helena acercándose al mayor-.
-¡Lisa! -exclamó algo enojado y dirigiendo su mirada a todos los rincones tratando de encontrar a su hermana.
-¡Heli!
Lisa descendió de la barra del barman con una botella de vodka en la mano.
-¡Oh, cuánto te extrañé!
Abrazó a la castaña, quien permanecía de pie a un lado de Snart, desconcertada por el súbito cambio de ambiente.
-Tú... ¿Tú hiciste esto por mi? -la cuestionó medio gritando-.
-¡Tarán! -dijo mientras extendía sus brazos-.
-¿En qué pensabas, Elisa? ¡Meter a un montón de extraños en este lugar! -reprendió Snart, quién hasta el momento se había mantenido callado-. ¿No se te ocurrió algo mejor?
-Lenny, por favor, no seas aguafiestas.
¡La fiesta apenas comienza!
Snart le quitó la botella de las manos a su hermana y la colocó de nuevo en la barra, después se dirigió a Helena, arrepentido de antemano por la oferta que estaba a punto de hacer.
-¿Quieres quedarte?
-¿Qué?
Kast no estaba segura de haber escuchado correctamente. ¿Acaso el Capitán Aguafiestas le había ofrecido quedarse a una fiesta?
-Que si quieres quedarte. -repitió, alzando la voz ligeramente-.
Sí, había escuchado correctamente.
Helena no pudo ocultar un ligero gesto de asombro al advertir lo que aquello significaba viniendo de la boca de Leonard Snart. Pero no iba a desaprovechar dicha oportunidad -que era una en un millón- echándole en cara su repentino cambio de opinión, por lo que se apresuró a contestar de manera dócil, tal como el varón le había propuesto.
-¿Podemos? Un rato...
Leonard suspiró un tanto inconforme. Una fiesta era la última manera en que se había imaginado pasando el día con Helena. Pero si es lo que ella deseaba, entonces él lo haría realidad.
-Bien, pero no tomes tanto.
Helena asintió alegre y antes de poder despedirse de su pareja, Lisa la sujetó del antebrazo increíblemente fuerte y la llevó a la pista de baile, no sin antes haber robado la botella que Snart se había adueñado.
Leonard se dedicó a ver cómo la castaña se perdía entre la muchedumbre, y mientras lo hacía, buscó a su único amigo para animarse un poco.
Poco tiempo después lo encontró. Estaba recargado en un sofá, con dos cervezas en la mano, una completa y otra con la mitad del contenido.
-¿Tú estuviste de acuerdo?
-Me gusta el alcohol.
Leonard sonrió ladinamente.
Mick le invitó la bebida intacta que tenía en la mano izquierda y Snart no se negó; tomó asiento junto a él y chocaron sus botellas antes de dar un gran trago. Desde su lugar se dedicaron a observar a las personas que por ahí circulaban; la mayoría de las mujeres que pasaban frente a ellos no podían resistirse a volver la mirada y lanzar coquetos guiños al ojiazul, de los cuales ninguno fue correspondido por el hipnotizado Capitán Frío.
Desde hacia varios minutos que había perdido de vista a Helena, era por eso que su mirada parecía estar perdida en los rincones de aquel salón, pasando por alto cualquier otra persona -en especial mujer- que no llevara el el escotado vestido blanco, ni la retozona cabellera castaña de su novia.
Sin embargo, algo lo retuvo de su búsqueda; de pronto sintió como si alguien lo examinara detalladamente. Una mirada difícil de explicar: era pesada, voraz, impertinente... ¿Incomprendida?
-¿Por qué me estás viendo así? -preguntó a Mick, mientras fruncía el ceño-.
-Han pasado dos mujeres de vestido extra corto enfrente de ti y ni siquiera te inmutaste.
-¿Y?
-Que el Snart que yo conozco no habría dejado pasar esa doble oportunidad.
-Pues no me interesan. -respondió con simpleza, algo hastiado por aquel interrogatorio-.
-¿Y quien sí? -replicó su querido amigo, incorporándose en su lugar-.
Snart lo volteó a ver con una ceja alzada, pero ese gesto duró apenas unos segundos pues la inconfundible silueta de su compañera se hizo presente ante él, a escasos tres metros de distancia; sus manos se agitaban en el aire, su cabellera rebotaba por los constantes brincos que pegaba, sus caderas eran el acompañamiento perfecto para ese ritmo, sus piernas se estilizaban cada vez que intercambiaba lugar con su cuñada.
El tiempo que empeñó en observarla le resultó como una película en cámara lenta que podría volver a reproducir una y otra vez sin cansarse.
Rory miró ofuscado y algo perturbado a su amigo, así que sin decir más, siguió la línea punteada que los ojos de Snart marcaban. Y dio en el blanco.
Observó cómo Helena se acercaba hasta ellos recogiendo su cabello en un moño mal hecho y usando su mano de abanico para refrescarse un poco.
-¡Mick! -gritó antes de llegar hasta ellos-.
-¡Chica ruda! ¡Sobreviviste!
-Ya sabes lo que dicen: hierba mala...
Mick soltó una ligera carcajada que fue secundada por Helena, quien estaba contenta de haberse encontrado con aquel amigo.
Estaba a punto de asentarse en medio de los dos hombres cuando Leonard tiró de su cadera hacia él, provocando que soltará un pequeño chillido, que después fue sustituido por una risilla, al sentirse caer sobre la pierna de Snart.
Mick, ajeno a todo aquello, se removió incómodo en su mitad; pensando en cómo indagar un poco más en dicha situación sin sonar indiscreto.
-¿Acaso ustedes... ya se acostaron? -fue el mejor intento que pudo hacer-.
Helena se sonrojó exquisitamente tras oír la pregunta. Leonard, igual de sobrecogido que Kast, casi se ahogó con el sorbo que recientemente había bebido.
-¡Mick!
-Solo preguntaba.
Kast, aún roja por la pregunta de su grandulón amigo, se separó de Snart y se interpuso entre la pareja, adoptando una pose más seria mientras intentaba rebajar el color de sus mejillas.
-¿Podrías traerme algo de agua? -pidió al ojiazul, engatusándolo con un simpático pestañeo-.
El hombre asintió y se levantó de su lugar con rumbo a la barra.
-Habla. -añadió Mick antes de terminar su cerveza y girarse para escuchar atentamente a la morena-.
Helena sonrió y comenzó el relato. Desatendiendo los detalles, prestó especial énfasis en sus partes favoritas de la singular propuesta que Leonard le había hecho la noche pasada.
Mick la escuchaba atónito por los sentimientos que había revivido en el interior de Snart, aunque, muy dentro de sí mismo sabía que aquella relación era cuestión de tiempo. Ni su socio ni ella podrían haberse resistido a la increíble química que compartían.
-Y así fue como empezamos a salir.
Snart regresó poco tiempo después de que Helena hubiera terminado el relato; traía en las manos un par de botellas de agua y otro par de cervezas para Mick y para él.
La castaña bebió de un solo trago todo el contenido del pequeño envase, asombrando de paso, al ojiazul.
-Sí que estabas sedienta.
-Bailar es tan divertido como agotador. ¿Quieres intentarlo?
Snart negó con la cabeza.
-Ve tú, te observaré.
-Bien.
Helena se levantó de su lugar apoyándose en las piernas de sus compañeros; peinando los entrometidos cabellos rebeldes detrás de sus orejas una vez que estuvo de pie.
Al tiempo que se alejaba, reanudó su movimiento de caderas, girando sensualmente sobre su eje para constatar que Snart la estuviera observando.
Por nada del mundo se hubiera perdido dicho espectáculo.
Leonard la recorrió con la mirada una, y otra, y otra vez, disfrutando en igual medida de los pasos de baile de su castaña, llevándose la bebida a los labios cuando sentía el deseo atorársele en la garganta.
-Me agrada. -comentó Mick, interrumpiendo su embelesamiento-. Sara era una mujer impresionante, pero la chispa de Helena... Es "majestuosica".
-Esa palabra no existe, Mick.
-Claro que sí.
-No, estoy seguro de que no.
-Bueno, entonces acabo de crearla para describir a Helena. "Majestuosica".
Snart soltó una leve risilla antes de voltear a ver a su amigo, quien le correspondió y chocó su cerveza de nuevo.
Helena se adentró de nuevo en el malformado círculo de bailarines.
Se sentía increíblemente bien con la música inundando sus oídos, llenando de vida ese lugar, provocando que casi todos los invitados se sintieran igual de gustosos que ella.
Poco a poco fue percibiendo un par de manos acercándose a sus caderas, tomándolas y orientando sus movimientos.
Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro.
-Sabía que no resistirías a... Mis encantos...
Al darse media vuelta, el dueño de aquellas manos no era quien esperaba.
El hombre del que Lenonard le había advertido con tanta ahínco se encontraba a escasos centímetros de ella, aún prensado de su cuerpo, contemplando su escote sin mostrar un poco de prudencia, acto que la incómodo tremendamente.
-¡Lena! Cariño, pero qué bien te ves.
-Mardon...
Mark quiso acercarse de nuevo a la castaña pero ella se rehusó caminando hacia atrás.
-¿Qué sucede, hermosa? ¿Ya olvidaste lo del bar?
Un horrible flash-back asaltó la pobre mente de Helena, inundándola con el nauseabundo beso que compartió -en contra de su voluntad- con el hombre que tenía en frente.
-Ojalá pudiera. -comentó con tal simpatía que le originó una risa a Mardon-.
-No sabes cuánto extrañé tu sentido del humor. ¿Qué opinas si salimos de aquí y vamos a un lugar más tranquilo? Ya sabes, para que pueda escucharte mejor.
El tono seductor que usaba Mark no le provocó más que una mezcla de repulsión e indignación a la castaña. Si hubiera sabido de antemano que aquella treta era para orquestar una rebelión contra Snart, no se habría puesto de su lado desde un inicio.
Mientras Helena meditaba todo esto, el hombre jugueteaba con los tirantes de su vestido, reacomodándolos en multiples ocasiones a pesar de la visible incomodidad de la castaña al deshacerse de sus manos cada vez que rozaban su cuerpo.
-Creo que será en otra ocasión.
La morena rodeó a Mark y con dirección a Leonard, comenzó a apresurar sus pasos
El meta humano la siguió, imitando su ritmo. No aceptaría un no por respuesta, no cuando, según él, estaba a tan poco de hacerla suya.
-¡Len! Está aquí... -exclamó mientras asía su brazo-.
-¿Quién?
-¡Frío! ¡Qué sorpresa!
No hubo necesidad de volver a preguntar, la desdeñosa voz de Mardon inmediatamente fue reconocida por los oídos de Leonard, quien bruscamente dirigió su mirada hacia él.
-¿Qué haces aquí?
-Me enteré por otro lado que Lisa daría una fiesta para Helena y al no ser invitado quise venir a resolver asuntos con mi castaña favorita.
Pero veo que estos tendrán que esperar.
Cerró la boca con aspereza al percatarse que Kast estaba sujetada a la mano de Snart.
-Déjala tranquila.
-¿O qué?
Leonard no respondió, tan sólo desenfundó su arma y apuntó hacia el hombre.
-¿Es suficiente o necesitas otra razón?
Mardon soltó una carcajada que no provocó más que un aumento en la ya desarrollada cólera del ojiazul.
-Oh, Snart, eres increíble. Un día la desprecias como a una del montón y al otro, decides interceder por ella. Si no mal recuerdo... ¿Cómo iba esa frase? ¡Ah, sí! Nunca ha sido mía. Y aún así, no es...
-Me equivoqué. -interrumpió-. Ella es mejor de lo que pensé.
Helena se mordió el labio al escuchar aquello. No quería ser sentimental en un momento tan inoportuno pero estaba segura de que se le saldría una pequeña lagrima.
-Aclarado eso, no tienes nada más que hacer aquí. Ni en la fiesta, ni en el equipo, ni con Helena.
En este punto, todo el gentío tenía la mira en la pelea de Snart y Mardon, la música se escuchaba cada vez más ténue, la gente se había agrupado alrededor de aquellos hombres y los murmullos del público comenzaban a percibirse.
-Bien, Frío, si así lo deseas, que se haga tu voluntad.
Y en medio de una sardónica reverencia, Mardon se marchó de aquel lugar con tanta docilidad que le resultó intrigante a Leonard.
Pero sin afán de desgastarse con ese sujeto enfundó su arma y desvió su atención hacia la castaña.
-¿Estás bien?
Ella asintió devolviéndole la mirada, forzando una pequeña sonrisa.
Al notar que toda la bulla comenzaba a levantarse en aplausos hacia el mayor, dirigió instintivamente su mano hacia el arma, pero al sentir el dócil tacto de Helena sobre él, reteniéndolo de su principal intención, relajó la mano.
No paso mucho antes de que la gente se volviera a ocupar de la fiesta, reanudando la verbena con la misma vivacidad de antes.
Cuando Snart dejó de ser el foco de atención se desplomó en su lugar al lado de su enorme compañero, dejando un pequeño hueco para que se arrellanara la castaña.
-¿Te tocó? -volvió a inquirir cuando estuvo cerca de él-.
Helena negó con la cabeza mientras terminaba de tomar la segunda botella de agua.
-En verdad, estoy bien. -espetó mirándolo a los ojos-.
Snart la examinó una última vez para corroborar la respuesta. No parecía tener ninguna marca que indicara que forcejearon.
Leonard asintió con la cabeza, dejando aquel tema de lado.
Helena soltó un gran suspiro. Ladeó su cabeza hasta toparse con el hombro de Snart, donde permaneció recostada hasta que su corazón se hubo aplacado. Aquella posición le resultó muy cómoda; medio tendida en el sofa, con las piernas ladeadas y una increíble vista del perfil de Len. Se habría quedado en dicha pose por mucho más tiempo de no ser por los insistentes ruidos de sus tripas.
-Tengo hambre. -le confesó al ojiazul, acercándose a su oído-.
-¿Ya quieres irte?
Kast asintió.
La pareja se puso de pie y comenzaron a tomar sus cosas, listos para abandonar aquella farra.
-Mick, ¿no quieres...?
La morena detuvo su pregunta debido a la agradable siesta que el pirómano estaba disfrutando.
Tenía la cerveza aún fija en la mano, la cabeza echada para atrás, la boca semiabierta y las extremidades estiradas.
-No despertará hasta mañana, tranquila.
Helena acomodó su cabeza sobre lo que parecía ser un rechoncho bolso; le retiró la bebida y subió sus piernas a lo largo del sofá para que consiguiera una postura más cómoda que la inicial.
La pareja abandonó la fiesta no sin antes -Snart- reprender a Lisa una última vez sobre la organización de esta sin su consentimiento. La rubia aceptó su culpa y sin más que decir, continuó bailando en el centro de la pista.
Al salir, les impresionó que el crepúsculo ya hubiera surgido.
Un hermoso tono anaranjado iluminaba el cielo, deslizándose entre contrastes rojizos y púrpuras hasta alzarse hacia el incipiente azul claro que persistía en el firmamento.
Una fastuosa vista que fue arrebatada de sus ojos por el indiscreto estómago de la menor.
-En serio tengo hambre.
Leonard no se detuvo más y la introdujo en el carro antes de que él tomara el puesto de conductor.
-¿Qué comeremos hoy? ¿Cocinaste algo? Porque si preparaste los mismos tacos de setas de la otra vez tendrás que hacer más, estoy dispuesta a comerme una docena de ellos.
-Por suerte para mí, hoy no comeremos en casa.
-¿Me invitarás a cenar?
-Tal vez, tal vez te abandone en el parque, tal vez en la carretera, tal vez...
-¿En la cima de una meseta con una tormenta?
Snart rodó los ojos.
-Ya me disculpé por eso.
-Lo sé, pero me gusta ser la víctima.
-¿De verdad? -exclamó con sarcasmo-.
Helena, indignada, le dio un suave golpe en el brazo. Después, procedió a descalzar su exhaustos pies, que posteriormente magreó y elevó hasta quedar sobre la consola del carro.
-Helena. -gruñó al observarla de reojo-.
-¡Me están matando! -se quejó mientras los estiraba-.
-Bájalos.
-No.
-Helena, bájalos o tú limpiarás el coche.
La mujer resopló vencida.
-Bien, pero me acostaré aquí. -anunció antes de dejarse caer sobre las piernas de Snart-.
Apoyó su cabeza sobre los muslos del varón, dirigiendo su vista hacia arriba, deleitándose con la concentrada y seria expresión de Snart.
-Eres muy cómodo. -murmuró mientras se acomodaba en su regazo-.
-Tú no tanto. Deja de moverte.
Helena se removió adrede una última vez, y luego de eso, se dedicó a dormitar por el resto del camino.
Su rostro descansaba suavemente sobre sus manos empalmadas, su respiración era lenta y constante, su pecho se inflaba y desinflaba tiernamente; en su faz, una mueca de quietud colmaba.
-Helena... Helena... ¡HELENA!
-¿Ya llegamos? -cuestionó la castaña, sobresaltada y levantándose de las piernas de Snart-.
-Ya.
Leonard descendió del auto mientras la menor terminaba de despabilarse y comenzaba a sujetar su cabellera en un moño.
-¿Por qué tenías que despertarme así? ¿Nunca escuchaste el cuento de la Bella durmiente? ¿O de Blanca Nieves? ¡Pudiste haberme provocado un infarto! ¡O un coma diabético! ¡Peor! ¡Un soplo en...!
Snart, cansado de los reclamos de la mujer, decidió cortar distancia entre sus cuerpos y la besó vehementemente para detener sus quejas, acto ante el cual Helena no se impuso, entretanto, el elevador ascendía a la terraza, llevándolos a un viejo pero agradable restaurante.
-Aquí es.
-¿Motorcar?
-Correcto.
La pareja se acercó hasta la mesa más alejada del centro, donde se podía percibir el maravilloso paisaje y una imperturbabilidad asombrosa.
Una camarera de no más de treinta años atendió a la dupla, quienes decidieron ordenar las especialidades del día.
El menú no era extremadamente elegante, pero el sabor junto con la panorámica hacían de esa estancia digna de recordar.
-Es hermoso. -comentó Helena visualizando la ciudad sucumbiendo ante el anochecer-.
-Mi abuelo solía traernos a Lisa y a mi cuando éramos adolescentes; no por pasar tiempo con nosotros, desde luego. En este lugar escuchábamos la radio de la policía, aprendíamos los códigos y estudiábamos los tiempos. Y, a pesar de venir a modo de esclavos, nos encantaba estar aquí. La comida era horrible, pero la vista... Siempre me fascinó.
Con el tiempo, remodelaron el lugar y te aseguro que la comida también.
Helena sonrió encantada de aquella historia.
Llegaron sus platillos y, sin dejar de conversar, empezaron a merendar.
Leonard entretenía a Kast con sus divertidas historias de su estadía como Leyenda a bordo de la Waverider.
-¿En serio estuviste en el viejo oeste? -destacó Helena con los ojos brillantes-.
-Sólo por un día.
-¡Un día! ¡Allah! Lo que daría por pasar 24 horas en ahí. Debo confesar: desde que era niña me encantaban los vaqueros, y siempre me imaginé cómo sería mi vida en aquella época.
-¿Y cómo sería?
Helena se relamió los labios, emocionada. Nunca nadie le había hecho esa pregunta, siempre que contaba la historia era contra la voluntad de sus oyentes, pero eso poco le importaba.
Se inclinó hacia enfrente en un espasmo de regocijo; tomó de la cerveza de Snart, ya que se había terminado la suya, y rememorando sus sueños pueriles, comenzó a narrarlos.
-Habría sido una pistolera -comenzó-; cazarrecompensas. Salida del circo de Buffalo Bill, lideraría un grupo secreto de forajidas que eran mucho más que fuerza bruta. Anne Oakle, ella sería la vicepresidenta del grupo... Me habría hecho llamar. "Three-hand-Hell". ¿Entiendes? Es un juego de palabras con mi nombre e...
-Infierno en inglés, sí.
Helena sonrió. Luego, continuó.
-Usaría unas botas vaqueras preciosas, una gabardina al estilo Sharon Stone, pantalones con chaparreras y ¡ah!, montaría un hermoso purasangre indomable para todos, menos para mí.
Snart mostró una suave sonrisa al enterarse de aquello. De pronto, se imaginó cómo hubiera sido vivir aquello con Helena. La emoción, las aventuras, los coqueteos...
-Sí, fue divertido jugar a los pistoleros -afirmó-. Pero al final, es como Europa, hermoso mientras menos te acerques a la civilización. Nunca había olido tanta mierda como ese día.
Kast casi se ahoga con su cerveza por reprimir una risa al terminar de escucharlo.
-De acuerdo, el salvaje Oeste no fue tu tiempo favorito, ¿pero cuál sí?
Leonard reflexionó un momento.
Había pasado por grandes períodos y nunca se detuvo a pensar cuál había sido su preferido.
-Inicios de los 70's. Hierba, emancipación, revolución...
-Y Abba surgiendo. -complementó Helena-. Sí... Fue una buena época.
Helena se perdió en sus reflexiones por unos instantes, imaginando lo afortunado que había sido su novio al formar parte de tantas épocas históricas; de pronto se cuestionó si no extrañaría aquello y, si en algún momento, si surgiera la oportunidad, no retomaría su puesto de Leyenda, dejando al equipo, y a ella.
Habría seguido desbaratando tal hipótesis si no hubiera sido por la sagacidad de Len, quien adivinó los pensamientos de la castaña y dio principio a un contacto físico entre ambos, acercando su mano derecha a la contraria de la mujer, entrelazando sus dedos cuando esta regresó a la consciencia.
-¿Quieres saber un secreto?
Helena asintió aceleradamente. Luego, imitando a Snart, se alzó ligeramente de la silla y se inclinó hacia el centro de la mesa, prestando atención a cualquier palabra que saliera de su boca.
Leonard acercó sus labios hasta el oído de Kast, echó un vistazo a su alrededor, asegurándose de que ningún impertinente los estuviera observando, relamió sus labios, y, con una breve sonrisa casquivana, comenzó a hablar.
-Preferiría quedarme aquí el resto de mi vida a pasar veinticuatro horas en cualquier tiempo de la Historia sin ti.
Helena apenas se separó comenzó a ruborizarse. Agachó ligeramente la cabeza, y con ella, la mirada, tratando de desviar la vista de los hipnotizantes ojos azules de Snart, mientras una enorme y deslumbrante risa tonta avecinaba en su rostro.
Al parecer no era la única que podía provocar sentimientos encontrados, él también tenía un poderoso impacto en ella.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora