Capítulo XX: Abstinencia

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Helena se encontraba haciendo una de sus cosas favoritas después de haber comprado demasiada ropa interior: se la estaba modelando a su novio.
-Prepárate, este es uno de mis favoritos. -anunció la chica asomando su cabeza-.
-Solo elige uno para que después terminé en el suelo.
Snart se encontraba de pie frente al antiguo dormitorio de Kast, disfrutando de aquella niñeria.
No lo aceptaba aún, pero de los 16 conjuntos que había visto hasta ese momento, el negro con sujetadores se estaba convirtiendo en su favorito.
-¿Listo?
-Anda, sal ya.
Helena abrió la puerta y adoptando una pose erotica se presentó ante los ojos de su novio.
Se trataba de un conjunto un tanto infantil.
Era color palo de rosa, con dibujos minimalistas que eran casi indistinguibles por la cantidad que habia de ellos
El ojiazul contuvo una risa y trató de mirar a su novia a los ojos.
-¿Y? ¿Qué opinas? -posó sus manos sobre su cintura y dio una última vuelta-.
-¿En serio botaste el negro por este?
-Disculpe señor crítico de ropa interior, este es un diseño limitado de Conturelle que combina el erotismo y la juventud.
-Entonces, si te parece tan lascivo, tendre que hacer un esfuerzo para cogerte sin quitartelo.
Helena soltó una risa y se aproximó a su novio, cortando el espacio entre ellos y acariciandose mutuamente.
Ella empezó a besarlo, iniciando por su labio superior, rozandolo con mucha ternura; después, dejó que Leonard jugueteara con su lengua y le diera mordiscos un par de veces; con sus manos delineaba su tronco hasta que Snart las apartó y la hizo aferrarse a su cuello. Luego, separando sus piernas, enredó cada una alrededor de su cadera. Tocó impudicamente el interior de sus muslos, haciendo gemir a la chica, exitandose por la reacción de su piel ante sus caricias, el mismo efecto que causaba desde la primera vez en que la tocó; eso le fascinó tanto que terminó desviando su braga y martirizandola con un solo dedo.
Después de añadir otro más y después de haberla humedecido bastante, Helena dio un brinco y tomando la mano de su novio lo guió hasta la habitación donde se había probado la ropa. El ojiazul cerró la puerta y permaneció en ese estado hasta después de media hora.
-Mierda. -susurró viéndose en el espejo-. Len, tenemos que ir al mall.
-¿Qué necesitas? -cuestionó este saliendo del baño mientras se cepillada los dientes-.
-Me teñiré el cabello, la raíz comienza a notarse.
Hace un par de años, Helena había optado por oscureserse un poco más su melena y aquel cambio le había parecido acertado para su tez, ya que la hacía resaltar mucho más que su color natural.
-¿Me dejaras elegir a mi el color?
Movió un poco a la chica de su lugar para poder enjuagar y secar su boca.
-Por supuesto que no. Esta cabellera es uno de mis principales atractivos, solo yo puedo votar por ella.
-Pero yo soy quien más la disfruto.
Acto seguido, Leonard formó una improvisada coleta y tiró rudamente de ella, provocando que Helena se quejara y echara su cabeza hacia atrás.
El ojiazul besó lentamente su cuello, sintiendo como su piel se erizaba bajo sus mimos.
-¿Sí recuerdas como juego con esto? -comenzó a mover su cabeza de atrás adelante-.
Helena, risueña, se safó de su agarre y le propinó un suave golpe en su pecho. Ambos rieron.
-Basta de molestarme. Ve y arreglate, estaré lista en 10 minutos.
-Tú mandas.
Palmeo su glúteo, dejándolo aún más rojo de lo que ya estaba después de su pasional revolcon.
Kast hizo una mueca de ardor tras esto, por lo que se aplicó un poco de pomada en ambos glúteos.
Al término de esto, la chica se decidió por vestir unos pescadores y una remera rosa de cuello alto.
El frío era pasable, pero la comodidad de la lana cubriendo la mayor parte de su torso la hacía querer envolverse en ella instaneamente.
Tal como lo predijo, estuvo lista en 1/5 de hora.
Len le siguió el paso; salieron por el garage casi al mismo tiempo.
-¿Moto o auto?
-¡Moto! Pero yo conduzco.
-¿Vas a volver a confundir el freno con la palanca de embrague?
-No. -rodó los ojos-. Solo fue una vez.
-Casi salimos volando.
-Lo dijiste bien: casi.
La morena se acomodó en frente de Snart mientras él le sujetaba el casco y se acomodaba sobre su asiento.
Una vez listos, la chica arrancó, su novio la sujeto delicadamente, rodeando su abdomen sin recargar su peso completo contra ella.
Podía resultar extraño ver a la chica conducir en lugar de al hombre, sin embargo, para esa dupla no había roles que asumir.
Hacia un par de días que Helena le pidió le volviera enseñar a manejar (había perdido la costumbre, pues llevaba bastante tiempo sin controlar dicho vehículo), a lo que Len aceptó.
Se instalaron en una vieja zona despoblada, donde Kast practicó numerosas veces, cometiendo algunos errores pero sin darse por vencida.
Y lo logró. En parte por el maestro, y por su astucia, en menos de una semana logró conducir como antes solía hacerlo.
Debido a que eran casi vísperas Navideñas, las calles se encontraban bastante transitadas; ni aún con los atajos que Helena había memorizado lograron ahorrarse tiempo para llegar al super.
Len fue el primero que descendió; el aire le rozó tersamente el rostro, estaba bastante frío, lo supo cuando se retiró el casco y el deshielo se coló entre sus dedos haciendo el clima más notorio.
Por suerte había guardado un par de guantes en su chamarra.
-Oh, mierda... Sí que está helando. -comentó Helena mientras tiritaba un poco y trataba de calentarse las manos-.
Snart advirtió esto y en lugar de vestir los mitones, se los facilitó a ella.
En cambio, escondió sus manos en las bolsas de su abrigo y dejó que la morena se enganchara de su brazo. Así caminaron hasta adentrarse al centro comercial.
Recorrieron los pasillos en busca de la zona de artículos femeninos y cuando la encontraron, Helena se dispuso a comparar los matices de tintura y a elegir la marca, que más le pareciera, coincidía con su tono actual.
-¿Qué te parece...? Este.
Leonard le entregó un empaque y ella lo observó detenidamente.
-¿Azul? -lo miró divertida-.
El mayor asintió.
-Len, ¿cómo crees que me vería con un tono azul?
-Increiblemente atractiva.
-No por alagarme voy a cumplir tus fetiches decolorados; ahora, mientras yo busco esto, tú ve por condones.
-Creo que esa señora no se entero que necesitamos preservativos, por qué no lo gritas más fuerte.
-¡VE POR...
Snart le calló mientras ella se burlaba aún con la mano del varón sobre sus labios.
-Me estas desafiando mucho, mujer.
-Creí que eso te gustaba.
-Si quieres jugar, tendrás que atenerte a las reglas.
-De acuerdo. -aceptó sonriente y le plantó un veloz beso antes de continuar con su misión-. Ah, y compra de los ultra finos.
Snart asintió a la par que caminaba; no la perdió de vista ni un segundo mientras se dirigía al área de fármacos, donde supuso hallaría los preservativos.
Tuvo razón, en uno de los anaqueles se topó con dichos paquetes.
Obedeciendo a su novia eligió el frasco que contenía 50 condones extra delgados.
Haciendo cuentas, estimó que aquel paquete les duraría hasta inicios de marzo, por lo que no se detuvo a contemplar alguna otra opción.
De camino a su punto de origen volvió a toparse con aquel empaque de tintura azulada.
Después de observarlo detenidamente se decidió a llevado y a esconderlo mientras se acercaba a su novia.
-¿Terminaste?
-Síp. ¿Crees que haga falta algo más? Me daría pereza volver a salir.
-No, es lo único que necesitamos.
Helena aceptó y volvió a tomar su brazo no sin antes entregarle el empaque de la tintura que compraría para que él la cargara.
Se aproximaron a una caja rápida y Snart dejó los dos objetos sobre la banda para después dedicarle un poco de atención a su acompañante.
-¿Qué quieres para comer?
-Mmm... ¡Ensalada de fideos tailandesa! Hace tiempo que no la preparamos.
-¿"Preparamos"?
-¡Oye! Yo te ayudo a rebanar todo.
-Y has mejorado mucho en eso. Tal vez te ascienda al grado de segundo cocinero.
-¿De tan buen humor estás? -lo cuestionó sonriente-.
-¿Tú no?
-Verte así me hace querer besarte.
Snart sonrió con los labios cerrados y dejóse besar en repetidas ocasiones.
Disfrutalo, Leonard, que no te volverá a besar por mucho tiempo después de lo que harás. -pensaba mientras la chica morreaba sus labios y sus mejillas-.
-Son $22.50. -interrumpió la incomoda cajera sin hacer contacto visual con la pareja-.
Len se apresuró a pagar antes de que Helena reacomodora los innumerables tickets que guardaba en su cartera.
Tomó la bolsa de papel y sin soltar a su novia buscaron la motocicleta y emprendieron el retorno a su casa.
Al llegar, Helena decidió cambiar su atuendo por uno más cómodo y que no importara si terminaba manchado de tintura; entre tanto, el ojiazul intercambiaba el color castaño oscuro por el índigo, cerrando de nuevo el empaque como si nada hubiese sucedido.
En cuanto Kast descendió, él ya había empezado a cocinar, más específicamente, rebanaba los ingredientes y vigilaba la cocción de la pasta.
-Perfecto -comentó Helena dando una palmada y organizando sus ideas-, ahora voy a experimentar con esto mientras tú terminas aquello.
Se aproximó a correr la cortina y a destapar todo lo que contenía su paquete.
De manera casi profesional preparó la mezcla.
Len temía que el verdadero color se revelara mientras ella meneaba la pequeña brocha sobre el tazón, por lo que decidió distraerla sutilmente.
-Escuché que ayer te llamaron tus hermanas.
-Oh, sí. Me dijeron que no podrían visitarnos en Navidad, y que tampoco lo intentáramos, estarían hasta el tope de trabajo.
Lena hizo una mueca y continuó mezclando.
-¿Entonces seguimos con lo acordado?
-¿Seitan, champaña y sexo? Yo creo que sí.
El ojiazul se mofo un poco por la peculiar forma en que habló del plan.
La morena levantó la caja donde se hayaba su tratamiento y entornando los ojos trató de leerlo, no obstante, ni la luz ni el tamaño de la letra fue suficiente para su vista cansada.
-Carajo, Len, ayúdame a leer esto que me da pereza subir por los lentes.
Snart, aprovechando su oportunidad, sacó a relucir su lado afable.
-¿Dice algo sobre el color? Porque lo veo bastante... Claro.
El varón fingió comprender lo que las diminutas letras decían.
-Es normal. Dice que el color de la mezcla debe ser entre turquesa y blanco. Y eso -señaló el bowl-, está en el punto.
-Bien. -aceptó Helena convencida-.
Snart se sorprendió de la facilidad con la que le creyó. Por un instante dudó en si debería confesar o no.
Después, recordó la manera en que lo había retado y su marcada decisión a la hora de comprometerse con su juego.
Además, era una inocente vendetta, ¿qué podría salir mal?
Lena extrajo la escobilla que incluía el paquete y con precisión se dispuso a pintar cada mechón de su cabello.
Snart sonrió a sus espaldas cuando espió como la consistencia apelmazada se adhería a su dócil cabello.
El sol empezó a recorrer el cielo mientras la pareja terminaba sus respectivas ocupaciones. Había dado ya 3/4 de su viaje cuando el ojiazul anunció que la comida estaba lista.
A Helena le llevó unos cinco minutos más para terminar.
Ascendió hacia el primer piso y, junto al lavabo, abandono lo utilizado.
Por último, buscó una pequeña toalla para enredar su cabello y que su jersey no ensuciara de tintura.
Obedeciendo a su estómago, regresó al comedor y tomó asiento frente al plato que Leonard había servido y comenzó a comer.
El varón esperó paciente la crítica de su comensal.
-¿Y? ¿Le falta algo?
Kast se relamio los labios antes de hablar.
-Como siempre: nada... Maldita sea, Len, todo lo que haces es riquísimo.
-¿Todo? -cuestionó en doble sentido-.
-Todo. -afirmó Helena dándole un tono seductor a su respuesta-.
Snart se echó hacia atrás el paño de cocina y se sentó a un lado de la chica. Al igual que ella, estaba hambriento, y las ansias de verla con el cabello decolorado no hacían más que contribuir a su nervioso apetito.
Después de que Helena pidiera otro plato y la mitad de este fuera a parar al estómago de Snart, decidieron ocuparse en cosas distintas; ella quiso relajarse antes de tomar una ducha y juzgo pertinente retomar viejos hábitos hackeando el satélite de los laboratorios S.T.A.R mientras se echaba boca abajo en la alfombra del piso.
Por otro lado, Len tuvo que hacer un poco de trabajo rudo con el auto.
Lena perdía la noción del tiempo cuando se enfrascada en el mundo de la informática, por ello, antes de completar su algoritmo decidió echar una ojeada al reloj.
7:45
Haciendo algunos cálculos previó que el tinte ya debía haber hecho efecto, por lo que terminó su programa de manera automática con uno de los muchos bots que había creado anteriormente y subió a nivelar la temperatura del agua.
Con cuidado se deshizo de la ropa y la dejó botada en la entrada del baño.
Mientras tarareaba el B-A-B-Y de la canción de Carla Thomas, se internó en la ducha, dejando que el chorro le resbalara por el cabello y descendiera hasta la punta de sus pies.
La temperatura le sentó bien, era cálida, bastante caliente, los vidrios se habían empañado casi al instante y el vapor de agua la ayudaba a prevenir congestiones.
Sin embargo, aunque se encontrara nadando en aquella paz, no pudo evitar notar como de su cabello se despedía un violáceo camino que recorría su cuerpo e incluso dejaba rastro de su paso.
Talló sus ojos incrédula de lo que veía, no obstante, nada cambió, los ríos color púrpura seguían descendiendo, y parecía que nunca se extinguirían.
Está bien, Helena, relájate -se serenó-. Debe ser algún químico o una capa protectora que trae el tratamiento... Sí, eso es muy posible...
Se terminó de bañar más pronto de lo que hubiera querido, inconscientemente la angustia la estaba matando por descubrir que es lo que había sucedido con su cabello.
Se envolvió una toalla alrededor del cuerpo y salió descalza fuera del baño.
Al pasar frente al espejo cerró sus ojos, esperaba lo peor.
Después de tres respiraciones y un par de golpes sobre sus mejillas para reaccionar por fin vio su reflejo.
De su boca salieron todas las zafiedades habidas y que ni siquiera sabía que existían.
El rostro rápidamente se le coloreó de cólera.
Sus ojos comenzaron a cristalizársele.
Levantó el empaque de la tintura empleada y corroboró que el error no hubiese sido suyo.
¡Hijo de...!
-¡SNART! -lo llamó mientras bajaba las escaleras y se dirigía a la cochera-.
Pequeños charcos de agua se formaban  conforme apuraba el paso, la toalla se desataba cada vez más del rededor de su pecho, por lo que tuvo que sostenerla y reacomodarsela antes de salir.
-¡SNART! -volvió a aullar cuando se encontró en la cochera-.
-Dame un se...
Con su pie descalzo aún, arrastró la camilla donde estaba recostado Leonard bajo el coche hasta que este hubo salido.
El primer instinto del hombre fue sorprenderse por cómo se le presentaba su novia: en lienzo de baño que apenas le cubría la mitad del muslo.
-¡Helena, qué...! ¡La puerta está abierta!
-¡Me importa un coño que esté abierta! -comenzó a explotar-. Tú tienes muchas cosas que explicar.
Lo tomó de la mano con un gesto tosco, no como había sucedido en la mañana, con su suave agarre y torpeza puritana, no, ahora tenía el ceño fruncido y sus dedos comenzaban a dejar marcas sobre la muñeca del hombre.
-¿Me puedes decir POR QUÉ tengo pintado el cabello de morado?
La antes castaña, se coloco de modo que la luz penetrara el chispeante color de su cabellera.
-¿Morado? Mierda, se supone que debía ser azul. -respondió sin una pizca de remordimiento, más bien desilusionado- .
-¿Ah? ¡¿Es en serio?! ¿Confiesas haberlo hecho?
-Claro. Te dije que te quería ver con el cabello azul.
Además de provocarme, -aclaró-, y asumir las consecuencias.
Leonard intentó rodearla con sus brazos, pero ella rápidamente lo esquivó.
-¿Entonces así es como quieres que juguemos? Bien. Yo estoy pagando mi castigo, tú debes tener uno.
-¿Ah sí? -indagó burlón-. ¿Y cuál sería ese "temible" castigo?
Lena cruzó sus brazos para denotar mayor seriedad, además, necesitaba pensar en algo que pusiera en su lugar a su novio, algo que le doliera como a ella su cabello.
-Bueno... Tú...
-¿Sí? -su tono desafiante comenzaba a hartarla-.
-Tú...
Por un segundo desvío su vista hacia la mesa del comedor. Ahí seguía aquella bolsa de papel donde se escondían los condones recién comprados hace un par de horas.
Su sonrisa fúnebre provocó que el varón alzara una ceja.
-Tú no tendrás sexo hasta que el color se haya caído por completo.
Kast sonrió victoriosa. El gesto de Len fue lo que esperaba.
-No hablas en serio.
-Claro que sí.
-No... No resistirías.
-Pero, Len, si hasta hace poco comencé mi vida sexual. Yo me preocuparía por ti, ¿tanto poder desperdiciado en esa mano? -chasqueo la lengua-.
Snart la miró aturdido. No podía creer que ella hiciera eso, ¿tan malo había sido?
-¿Qué? ¿Te comió la lengua el gato?
Se acercó a besar sus labios, martirizándolo aún más con la lentitud de su lengua, alejándose cuando él apenas comenzaba a corresponder.
Sin mirar atrás subió las escaleras con rumbo a su cuarto.
Esa noche no volvieron a hablar.


Ahhhhh, volví :))
Disculpen, la escuela me trae loca, planeaba hacer un especial de Año Nuevo pero me quedé corta en tiempos y cómo no tengo horarios para escribir, se fue al caño la idea.
Pero les compensaré con un maraton, no sé aun cuando, pero estense atentos. 👀
Hasta aquí mi reporte, Joaquín, ¡luego!

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora