Capítulo XVIII: Noche de Brujas

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La noche más esperada tanto para niños como para adultos.
Para los pequeños, la idea de salir disfrazados a pedir dulces y después regresar con una calabaza llena de estos a la casa y devorarlos todos en una noche era lo más cercano al paraíso.
Por otro lado, los mayores le daban otro enfoque a esta popular celebración.
Organizaban fiestas en casas de amigos donde lo que menos faltaría serían el alcohol, la música y una agradable sensación de pertenencia.
Claro está que también debían llevar vestuario.
¿Cómo podía ser una fiesta de Halloween sin disfraz?
Los dulces podían ser sustituidos, pero acudir sin caracterización no tenía perdón.
-¿Por qué no te vistes de mucama francesa de película erótica?
Alrededor de la pareja, varias personas voltearon a ver al ojiazul con un gesto de pudor e incomodidad que él, directo y espontáneo afrontó devolviendoles la mirada con un tono severo de humor negro.
-Porque le prometí a Cisco que iría de Luke Skywalker para que él se disfrazara de Leia. Además -dijo susurrando-, no voy a pasearme por el Cortex con una minifalda y una escote de corazón.
-Mmm, qué lástima.
La miró sonriendo y la hizo ruborizarse.
Hacía un par de horas que los villanos habían salido de su oscura cueva para dar un paseo por el centro comercial.
A Helena le faltaba conseguir su vestuario y si se topaba con algunas zapatillas Louboutin o algún diseño de Paul Marciano, no dudaría en comprarselas.
Leonard acompañaba a la morena porque le plació hacerlo. Tenía bastante tiempo que no salían, y si era para probarse varios conjuntos y verla desfilar con ellos, ¿por qué se lo perdería?
Ambos entraron en una boutique de colores crema donde un relajante jazz salía por los altavoces y un discreto olor a lirios emanaba de los floreros.
Kast se dedicó a buscar las prendas del atuendo que le faltaban (que eran casi todas: una blusa blanca, unos jeans color azul marino y un centro de color marron) mientras que Snart la seguía sosteniendo su bolsa y los diversos garfios que ella le pasaba. Así por unos veinte minutos.
-Bien, me probaré... Este y este primero. No tardo.
Se introdujo en el pequeño pasillo que daba a los probadores bajo la mirada del mayor.
La parte prohibida para los hombres. Un mundo que ninguno se había aventurado a explorar.
¿Qué había después de virar a la izquierda?
Todos se hacían esa pregunta.
¿Era como un lugar mágico al cuál acudían todas las mujeres para reflexionar sobre el porqué de su precoz aumento de peso?
Del 100% que entraba, al menos 65% de las mujeres no compraba la ropa catada.
¿Qué sucios artificios se utilizaban para influenciar en la percepción de las féminas?
Estaba por descubrirse.
Leonard sujeto el resto de la ropa y se internó en los vestidores.
Fijándose en el calzado fue como distinguió las sandalias de su novia.
Tocó un par de veces y la chica abrió, soprendiendose de verlo ahí.
Antes de que comenzara a recriminarlo, se introdujo en el camerino y dejó caer la ropa sobre un taburete.
-¿Qué haces aquí? -exclamó en voz baja-. No puedes entrar. Es solo para mujeres.
-Tenía curiosidad. -respondió de la misma manera-.
-Bueno ya la saciaste, ahora vete.
Apenas pudo empujarlo unos centímetros hacia la puerta. Len solo aprovecho ese impulso para correr el seguro y trancar el acceso.
-¿Qué...?
Despidió sus manos de la espalda del varón e instintivamente camino hacia atrás.
-No, no me mires así, Leonard Snart... ¡No aquí!
El ojiazul comenzó a caminar amenzantemente hacia ella.
-Nos pueden ver.
-No hay cámaras.
-Nos pueden escuchar.
-El bullicio de afuera nos cubre.
Cada vez, la castaña se repegaba más a la pared, como si en algún momento pudiera cruzarla y escapar de esa bestia sexual.
-N-no traes condón. -dijo como último recurso-.
El varón extrajo de su bolsillo un ligero sobre plateado que agitó de atrás adelante.
La chica tragó saliva y mordió su labio.
Le excitaba hacerlo en un lugar prohibido. Pero a la par, ese lugar era una de sus tiendas favoritas. Y si los descubrían, quedarían vetados.
¡Que más daba!
Mientras él abría el pequeño sobre, ella lo ayudó a bajar sus pantalones y comenzó a acariciarlo metiendo su mano dentro de sus boxers.
Leonard tensó la mandíbula al sentir la mano de Helena subir y bajar sobre su miembro.
Sostuvo el empaque entre sus dientes y del mismo modo que ella, bajó sus jeans acariciando sus piernas y poco a poco se fue acercando hasta sus bragas, las cuales descendió lo suficiente para poder frotar su entrada con dos de sus dedos.
La chica arqueó la espalda al sentir como su novio comenzaba a masturbarla cínicamente.
Le retiro el sobre de los dientes y empezó a colocárselo con sumo cuidado.
Cuando hubo cubierto todo su miembro sujetó los brazos de Kast sobre su cabeza y la mantuvo firme en la pared.
Con la mano libre volvió a tentar su feminidad.
La menor gimió lo más bajo que pudo al sentir el pulgar de Len jugar con su clítoris, realizando movimientos circulares sobre aquella minúscula bolita.
Al sentir como su novia empezaba a mojarse, volvió a rozar su dedo por la entrada de la chica para después dirigirlo a su boca y extasiarse al ver como lo chupaba, succionándolo cortésmente y raspando sus dientes contra el mismo.
La prenda interior cayó al suelo por medio de un desliz de las piernas bronceadas de la mujer.
Elevó esta misma y la mantuvo a la altura de la cadera del hombre, sujetada por sus ásperas manos, fue como mantuvieron el equilibrio.
El choque de ambos sexos hizo que la mujer elevara sus caderas para obtener más de ese acercamiento.
Leonard advirtió este movimiento y se apresuro a ingresar su miembro.
Lo hizo de manera impetuosa. Quería ver cuanta determinación tenía para sofocar el placer.
-¡No jodas! -se quejó al sentir a Len dentro de ella-.
-¿No lo querías así?
-Sabes que me encanta cuando eres rudo, ¡pero no ahorita!
Le dedicó una sonrisa torcida y se aproximó a besar sus labios para después darle paso a su lengua y recorrer su boca.
Kast elevó su mano para sujetar la mejilla de su amante y mantener el control del beso.
Leonard de nuevo introdujo su miembro de golpe haciendo que Helena gimiera más alto esta vez.
-¡Carajo! No hagas eso.
-Si te gusta, ¿por qué debería parar?
-¡Porque me van a escuchar!
El ojiazul se burló de su respuesta.
-Me excitas tanto cuando finges ser buena.
Desabotonó la camisa de su novia y empezó a besar sus clavículas.
-Yo siempre soy buena... ¡Ahhh!
La única manera que Leonard encontró de resguardar sus gruñidos fue morder la piel de la chica. Marcar el terso cutis color canela y abandonar en ese lugar un notorio y poco doloroso chupete.
Mataba dos pájaros de un tiro.
Las embestidas que siguieron fueron igual de fuertes.
La feminidad de Helena luchaba por expandirse al nivel del ancho de Lenny.
Ambas piernas estaban separadas ligeramente donde apenas entraba el varón.
Se movían contra la pared, produciendo un sonido sordo cuando el cuerpo de Kast chocaba contra ella.
Sus labios estaban tan rojos e hinchados que tuvo que ceder de morderlos y liberar algunos gemidos mientras estos se componían.
Leonard despegó la cara de su cuello y se acercó hasta sus labios para saborearlos.
Ya que el varón había bajado sus defensas, Lena decidió darle un revés. Mordió su labio inferior y lo estiró hasta que él gruñó.
-¿No te gustó? -dirigió su vista hacia abajo con un tinte de autoridad y poder-.
Snart rozó su pulgar por el labio para verificar que no tuviera sangre.
-Al contrario. Me fascina que te rebajes a mi nivel.
Apretó sus glúteos y volvió a arremeter contra su parte íntima, haciendo que ella se aferrara con ambas piernas a la cadera de su contendiente mientras instigaba a su amante a besar su cuello.
Su piel se erizaba.
En vano callaba los quejidos.
Sentía chispas de electricidad recorrer todo su cuerpo.
Su cabello se estaba volviendo un desastre.
Todo al mismo tiempo. Todas las sensaciones físicas y psicológicas ocurrían a la vez.
-Señorita, ¿está bien?
Esa voz hizo que todo su cuerpo de pusiera rígido.
-Ay, mierda.
-¿Se encuentra bien? -volvió a cuestionar-.
-S-sí, sí. Sólo me estoy peleando c-con unos pantalones. ¡Ah...! -gimió-.
-¿Quiere que los cambie? ¿Le quedan largos o cortos?
-Largos. Muy largos. -respondió mirando Snart-.
-Bien. ¿Y del ancho?
-Mmm, ese está perfecto.
A Len se le puso más duro al escuchar como Helena se excitaba hablando en doble sentido de su virilidad.
Inmediatamente la mujer notó esta transformación y le dedicó una traviesa sonrisa acompañada de un pico.
-Entonces se lo cambio por uno más chico.
-¡NO! Perdón, sí... ¡SI!
-¿Me puede decir su talla, señorita?
-Quince centímetros.
-¿Disculpe?
-Digo, ta-talla 5.
-Perfecto, ¿podría prestarme la prenda para buscar el modelo?
-Claro, e-en un seg-gundo... ¡Ah...! ¡Dios!
Los inicios del orgasmo comenzaron a invadirla.
-¡Ya casi sale! -grito a la vendedora para "encubrir" su fechoría-.
Quería besar a Len para intentar callarse pero él estaba muy comprometido besando sus senos por encima del sostén y suspirando pesadamente.
Siguió conteniendo sus quejidos hasta que una mordida la hizo gritar.
-¡Oh por Dios! ¿Qué sucede allí adentro?
-Lo s-siento. El cierre me pinchó la pierna.
La madama murmuró algo que no fue percibido por la chica pero que pudo adivinar lo que era: algo no está bien aquí, iré por ayuda.
-¡Tome! ¡A-aaaquí está!
Pudo alcanzar uno de los jeans que traía Snart y lo colgó por encima de la puerta.
-Oh, bueno... -comentó confundida-. En un minuto regreso.
La empleada salió de los vestidores e hizo lo anunciado.
Helena pudo disfrutar del resto de su orgasmo (casi) en paz.
Se corrió agustamente sobre el pene de Leonard y cuando ambos finalizaron, Snart la ayudó a bajar con un brinco.
-¡Eres un cabrón! -golpeó un par de veces el pecho de su novio-.
Le sostuvo ambas manos y entrelazó sus dedos
-Ya lo sé. -susurro en sus labios-.
Le plantó un suave beso que tal vez compensaría las molestias ocasionadas.
Funcionó.
Helena recogió su ropa interior al igual que Snart volvía a subir su pantalón y acomodaba su atuendo.
-Ya puedes continuar.
-"Yi piidis cintiniir." -dijo con voz chillona mientras se probaba uno de los demás jeans-.
-Iré al baño. Te espero afuera.
Sabía que tenía que deshacerse del condón y que debía hacerlo ahora, pues la señorita que la había atendido no tardaría en regresar.
Así que sólo asintió y le lanzó un beso.
Se quedó sola una vez más, aunque no por mucho.
La empleada tocó un par de veces en la puerta y la acalorada morena abrió apenas una rendija.
-Aquí está su prenda, señorita. Le traje un número más chico.
-Perfecto. ¡Muchas gracias!
La contraria la observó con mucha perspicacia.
-¡Si que la hizo sudar ese pantalón!
-¿Eh? Ah... ¡Sí! Todo un caso.
Hubo un silencio incómodo.
-Bueno, trataré con este.
-Sí, sí, claro. La dejo.
Cerró la puerta con una sonrisa de alivio y se dedicó a lo que estaba.
Al rededor de un cuarto de hora pasó cuando la chica decidió que prendas llevar.
Compraría el pantalón que la dama le había llevado, una camisa blanca de lino y un par de vestidos azules, uno floreado y otro de terciopelo.
Cuando salió, Leonard estaba sentado en los pequeños sofás de espera con sus lentes oscuros reposando sobre el puente de su nariz.
-Listo.
La chica pagó a la par que Snart tomaba las bolsas.
Salieron de la tienda y se dirigieron al aparcamiento.
-¿Tienes hambre?
-Algo. -comentó mientras cambiaba de mano las prendas para sujetar a su novia-.
-¿Podemos pasar rapidito al bazar de enfrente? No encontré la chaquetilla.
Asintió con la cabeza.
Únicamente abandonaron las compras en el vehículo y caminaron hasta los establecimientos y en medio de la bulla se adentraron.
La combinación de olores despertó más al estómago de Snart.
Por allí se olían unas patatas a la riojana, por allá el ramen soltaba aromas cálidos y deliciosos.
Los snacks pasajeros también le robaban gruñidos de su panza. A todos los lados que volteaba había un platillo que se veía más y más delicioso.
Tan inmerso estaba que no se dio cuenta cuando su novia se esfumó de su vista.
Sin mortificarse tanto, siguió vagando por los pasillos del bazar.
Era imposible que Helena se perdiera ahí. Era uno de sus lugares favoritos, conocía el camino al derecho y al revés.
Después de agobiarse por tanta gente y preferir aguardar en un lugar más frío, vio pasar a una morena que coincidía perfectamente con las medidas de su novia. Y vaya que las conocía bien...
-Señorita, ¿no le han dicho que su cabello esta hecho un lío?
La morena sonrió y giró hasta ver a su pareja.
-Señor, ¿no le han dicho que los vestidores no son para fornicar?
-Touché.
Caminaron entre la demás gente y entablaron un poco de conversación.
-¿Conseguiste lo que querías?
-Síp.
-¿Qué más compraste?
Tomó la serie de bolsas y comenzó a indagar.
-Regalos para los chicos. -respondió un poco nerviosa-. Ya sabes, tarjetas, chocolates, ehm... Peluches.
Sin ganas de ver cursilerías cerró la bolsa y la cargó hasta que llegaron al auto.
-¿Qué vamos a comer? -preguntó la chica frotando sus manos-.
-¿Algo en especial? -recargó una de sus manos sobre el muslo de la chica-.
-Es tu turno de elegir el lugar. Sorpréndeme.
Leonard aceptó el reto y la llevó a un lugar poco concurrido donde la música era buena y la comida apetitosa.
La fiesta iniciaba alrededor de las 9, y para no entretenerse en platillos lujosos y botellas de vino espumoso, lo consideró una buena opción.
-Hum... No es lo que esperaba pero me gusta el ambiente.
Y con razón, regalaban shots especiales con temática de Halloween; los servidores tenían un atuendo personalizado, las luces naranjas y rojizas daban un aspecto lúgubre al lugar que terminaba complementándose con las telarañas falsas y esqueletos decorativos.
-¿Saben que ordenar o prefieren la sugerencia del Chef?
Helena miró a Leonard esperando por su respuesta.
-Lasaña vegetariana. Y una jarra de clericot.
El muchacho terminó de anotarlo, les dedico una sonrisa y se marchó.
-Creí que nos embriagariamos hasta en la noche.
-No, dije que terminaríamos de embriagarnos hasta en la noche. -recalcó-.
-Tú no tienes compasión de mi pobre hígado.
-Querías que te sorprendiera. Taran. Ahí esta la sorpresa. El mejor grill vegetariano que encontraras.
Kast lo miró con una sonrisa ladeada y se dedicó a jugar con su mano mientras recargaba ambos codos sobre la mesa.
-¿No te cansas de superar expectativas?
-¿Lo hago? -cuestionó con presunción-.
-Mhm.
Separó sus dedos con sutileza y empezó a plantar besos en las yemas de los cinco dedos.
Len la observó con la cabeza ladeada y con mucho detenimiento. Advirtiendo como fruncia los labios al pasar entre sus dedos y como su mirada se perdía entre los rincones de lugar.
Admirado por la suavidad de sus labios, reparó cuando regresó a besar su pulgar y la sujetó del mentón con los demás dedos.
Rozó la yema más de dos veces, moviendo y estirando los rojizos bordes, gozando de lo aterciopelados que eran.
No tardó tanto en volver a acercar su boca y unirla a la de la chica.
Sin querer, abrió los ojos en medio del beso y cayó en cuenta de que las expresiones de Helena eran fácilmente su cosa favorita en el mundo dejando al dinero en el segundo puesto.
Inconscientemente sonrió en medio del beso y Helena se sonrojó al sentir aquel gesto.
Culminaron el morreo con un choque de narices y un pico.
Kast se recargo sobre el pecho de el villano y comenzó a leer los 15 mensajes que tenía de Cisco. El varón se recargo sobre la cabeza de la chica y no se perdió ningún detalle de las palabras escritas.
-¡HELENAAAAA! Espero ya estés arreglándote, la super fiesta (¿entendiste? "Super" porque somos "super" héroes... ah, olvídalo) no tarda en iniciar y ya quiero que me veas vestido de Leia. Por favor, ¡date prisa!
Ese era el último mensaje que tenía de Vibe.
La chica agitó sus pulgares un par de veces antes de comenzar a redactar, es algo que siempre hacía.
-¡Tranquilo, Cisco! Len y yo apenas vamos a comer, en un par de horas ya estaré ahí ¿sí? Mas vale que me guardes papitas o en verdad conocerás mi lado malvado.
Envío el mensaje y guardó el móvil en su bolso.
Enseguida la comida arribó.
Degustaron toda la lasagna y bebieron la jarra completa de la suave bebida de frutas y tinto.
-¡Por Allah! Creo que esa Lasagna empata con tu Fritatta. -comentó mientras se desparramaba sobre el asiento del co-piloto y aflojaba su pantalón-.
-Es imposible que eso suceda.
-Vamos, admítelo. Aunque sea le llega a los talones.
La miró de reojo y negó con la cabeza.
-Tienes que aprender esa receta. Te amaré más si la cocinas diario en casa.
Snart se detuvo en la luz roja y observó a su novia, analizó todas sus expresiones que se perdían en el atardecer halloweenesco y no pudo evitar que sus ojos brillaran al percibir su complacida sonrisa.
-Creo que tienes que avanzar. -señaló la castaña al ver que Leonard le detallaba minuciosamente-.
-Aún no termino de examinarte. -respondió con una ligera mueca-.
-¿Por qué lo haces?
-Me encanta verte.
La chica inclinó su cabeza penosamente y sonrió a labios cerrados.
Entrelazaron sus manos y el varón besó la contra palma de su novia.
Puso en marcha el vehículo y después de un poco de tráfico, finalmente llegaron a su hogar.
Helena corrió rumbo a la planta alta para alistar a su personaje. Se encontraba muy emocionada. Sería su primera noche de Brujas de Central City y la pasaría al lado de sus mejores amigos y de su novio.
Sería una noche excelente, y el final que tenía planeado era la cereza del pastel.
Leonard, por lo mientras, organizaba algunos adeudos que tenía con el resto de los Rogues ya que, debido a su anterior y "grave" padecimiento no repartió el botín que habían ganado, así que eso se encontraba haciendo, contaduría de némesis.
Cuando por fin terminó, emprendió el viaje escaleras arriba y comenzó a cambiarse de atuendo por el clásico de Capitán Frío.
Kast estaba casi lista; solo se hallaba retocando un poco su maquillaje y batallando con el peinado que al parecer el sitio de Pinterest no explicaba del todo bien.
Cuando pareció satisfecha con el resultado, decidió visitar a Snart y juzgar que niñería estaba haciendo.
-Oh, no, no. Tú no usarás eso.
-Dijiste que debía ir disfrazado, voy a ir disfrazado del mejor villano que esta ciudad tiene. Yo.
-¿Tu narcisismo nunca se apaga?
-Sabes la clave pero no quieres llegar tarde. -habló seductor-.
La chica negó con la cabeza mientras husmeaba en el armario del varón.
-¡Aja! ¡Lo tengo!
Extrajo un enorme abrigo de color café que daba la impresión ser del pelaje de un oso.
-Este será tu disfraz.
-¿Qué voy a ser? ¿El oso Yogi?
-No, bobo. Tú serás Chewbacca, yo, Luke Skywalker y Cisco, Leia.
Leonard la miró con una ceja arqueada.
-Mi alternativa era mejor.
-Solo póntelo. Recuerda que este es tu castigo. ¿Ya olvidaste que fingiste estar desahuciado para que yo...?
-¡Bien! -gruñó-.
Se colocó el abrigo antes de que siguiera reclamándole y con una sonrisa en el rostro de la castaña se encaminaron a la fiesta.
Al desmontar de la motocicleta, la música y el buen ambiente ya se percibía en el exterior de los Laboratorios S.T.A.R.
Accediendo con la clave que Cisco le obsequió a Lena, subieron hasta el córtex y allí encontraron a los tres amigos disfrazados, además de Lisa, Iris y Wally acompañándolos.
-¡AY POR DIOS! ¡LLEGÓ MI INCESTUOSO HERMANO! -exclamó Ramón lanzándose a los brazos de la castaña-.
Esta lo acogió con cariño.
-Me fascina tu peinado, muy parecido a los chonguitos de Leia.
-Dale las gracias a Cait, es una artista.
Cisco quito la vista de la morena y se enfocó en su acompañante; no tardo en deducir que él estaba caracterizado del famoso amigo peludo de Han Solo.
-¡Oh, Snart! ¡No puedo creer que ella...! Bien, ya, me callo.
El ojiazul le agradeció con una mueca y se dispuso a saludar a su hermana.
-¿Que no ya estabas disfrazada de víbora?
Lisa le enseñó el dedo medio y se apresuró a explicar su aclamado atuendo.
-Se supone que soy Hiedra Venenosa.
-De hecho, -interrumpió Kast-, tú pareces más Ivy que Ivy. Digo, cuando la conocen, al principio se decepcionan, pero tú, chica, tienes todo el estilo.
-¿Tú crees? Tal vez regresé a Gótica e inicie una alianza con las Sirenas, ¿que opinas?
-Suerte con eso.
La pareja se separó de la menor de los Snart y continuó con su camino de bienvenidas.
-¡Hey! ¡Barry!
El castaño los oyó y se apresuró a saludarlos.
-Snart, no sabía que vendrías. -comentó sorprendido-.
-Bueno, no podía dejarla salir sola. Hay muchos chicos malos por aquí, ¿no crees?
La mano de Len viajó hasta la cintura de la chica propinándole un ligero apretón.
El chico admiró feliz como Helena y su novio compartieron una sonrisa.
-Ah, a propósito... Quiero presentarles a mi prometida. Iris West.
La pelinegra tomó la mano que Barry le ofreció y se acercó hasta ellos.
-¡Allah, tu eres Iris! A Barry no le paran la lengua cuando empieza a hablar de ti.
-¿En serio? -dijo conmovida-. También me ha platicado de ti. De ustedes. -observó a Snart, él le devolvió la mirada y un poco sonrojada, la hija del detective West prefirió enfocarse en la fémina-. Aunque me parece extraño este tipo de acuerdo que tienen.
-Nada que temer. Somos los Robin Hood de los pobres, ¿cierto Len?
-Precisamente. -se mofó-.
Después de completar con los saludos, los juegos de la ebriedad comenzaron.
Helena y Cisco fueron los encargados de organizar todo.
Se dividirían en parejas ya que eran un número par y quedarían de tal forma: Snart y Helena, Cisco y Lisa, Barry y Iris y Wally y Cait.
Comenzaron con el juego más básico: el beer-pong.
Eso sería una especie de calentamiento para entrar en calor y permitir que todos los contendientes tuvieran oportunidades de ganar y no quedarse dormidos por lo borrachos que estaban.
Además, Cisco había conseguido una Polaroid y no dudaría en usarla.
-Oye, Chewy, ¿me ayudas a alcanzar esos vasos rojos que están detrás de la cafetera? ¡Chewy!
-Len, creo que te habla Cisco. -comentó Helena-.
-Oh, sí, lo escuché sólo que no quiero ir.
La castaña lo miró reprobatoriamente y se cruzó de brazos.
-Bien -resopló-. ¡Ya voy! -gritó al escuchar los chillidos del físico-.
-Los vasos, ¿no?
-Por favor, criatura de dos metros.
Leonard se alzó hasta alcanzarlos y con la brusquedad correspondiente se los entregó.
Después de esto, las actividades incrementaron su nivel de dificultad.
Algunos trataban la coordinación, otros la destreza, la puntería, la visión y hasta el nivel de ebriedad.
Además, la mezcla de cerveza y tequila podía ser muy pesada para estómagos principiantes como el de Wally o Caitlin.
La cobriza se encontraba en el sanitario devolviendo gran parte de su almuerzo, mientras que su pareja intentaba mantenerse quieto en un solo lugar.
Barry estaba fresquísimo, la pócima que Cisco había desarrollado para embriagarlo no funcionó del todo, parecía como si no hubiese tomado. Por otro lado, su prometida, sentía unas ganas inmensas de reír por todo lo que se le presentase.
Lisa y Ramón tampoco estaban tan mal, lo suficiente para divertirse y poder regresar a su apartamento sin problemas.
Lena estaba casi igual de bien que Barry, se estaba divirtiendo, y el alcohol no le había pegado tan duro como a sus otros amigos porque estaba actuando de barista a la hora de preparar los tragos con los que jugaban, por lo tanto, el ejercicio la hacía conservar la calma.
Snart, hasta la última ronda, empezó a sentir que el mundo se le iba de cabeza, fue entonces cuando decidió robarse una botella de agua y extenderse en un taburete mientras la embriaguez se le bajaba.
Cerró los ojos y recostó su nuca sobre el respaldo, posicionó firmemente un pie en el suelo para "hacer tierra" y no terminar como la doctora Snow.
-¡Hey! ¿Cómo te sientes? ¿Todo bien?
-Sí, sólo le doy ventaja a Cisco para que pueda ganarme.
-¡Oye! -gritó el varón devuelta-.
Kast sonrió contenta.
-¿Ya quieres irte? -preguntó mientras se sentaba en sus piernas-.
Su novio la miró extrañado.
-No. ¿Tú quieres irte?
La verdad, Leonard se la estaba pasando muy bien. Estaba disfrutando de la fiesta y pudo haber estado ahí otro rato si ella se lo hubiese pedido.
-Si tú quieres. Es un poco tarde y con todo el alboroto en las calles no me gustaría que manejaras ebrio.
-Todavía no estoy ebrio. -torció el gesto-.
-Mírame a los ojos. -ordenó-.
Snart obedeció y con cierta autoridad desafío la mirada de la chica.
Helena analizó todo en un segundo y le dio su veredicto.
-Tienes los ojos un poco rojos, estás coloreado de la cara y los párpados se te caen de sueño. Apenas inicias a emborracharte.
El hombre dejó escapar un gran suspiro.
-Tienes razón, vámonos.
Kast sonrió mordiéndose el labio y antes de separarse de su novio se aproximó a plantearle un par de besos.
Se acomodó sobre sus piernas y rodeó su cuello con ambos brazos.
Mientras se besaban, Len sujetó un mechón de cabello que estorbaba y lo colocó con delicadeza detrás de la oreja de la chica sin dejar de rozar sus aterciopelados labios.
-Sí, sí, ¿pueden dejar de comerse un momento y convivir con nosotros?
Una luz intermitente los hizo detenerse y explorar que era lo que había sucedido.
-¡Oye! En todo el tiempo que estuvimos aquí ustedes se besaron más que nosotros.
-Y eso no fue todo. -comentó Lisa con picardía-. ¿Sabes porqué tardamos tanto en...?
-Oh, yo creo que pueden seguir besándose el tiempo que quieran. -la interrumpió Cisco con cierto nerviosismo-.
-Lo siento, Leia, tenemos que irnos. -dijo a modo de disculpa-.
-¿Por qué? -ahora fue Barry quién intervino-.
-Es algo tarde y no puedo dejar que conduzca así.
Leonard se puso de pie y camino hasta ellos.
-Déjame verla -señaló la foto-.
Ramón la agitó antes de dársela.
Aunque seguía un poco nítida, pudo apreciar la posición en la que estaban hace un rato, ella sobre él sin intenciones sexuales.
La foto fue tan precisa que capturó el momento exacto en que Len descubría el rostro de la chica y la besaba con más amor.
Esa imagen le transmitió cierto calor en la parte izquierda de su pecho que sólo pudo expresar sonriendo de manera inconsciente.
-Sácame una copia, ¿quieres?
El alter ego de Vibe asintió y rápidamente corrió a la foto impresora.
Después de muchos rodeos, finalmente dejaron ir a la pareja de villanos con la condición de que en Año Nuevo los acompañarían a la cabaña que rentaron y se quedarían ahí a pasar la noche.
Cisco le entregó el retrato y descendieron hasta la planta baja.
-Tuve que casi llorar para que nos soltaran. Afortunadamente tu hermana se apiado de mi y...
No pudo terminar la frase ya que el ojiazul la sentó sobre la motocicleta y la besó sin siquiera previo aviso.
Fue tan rápido ese movimiento que Lena tuvo que sostenerse del abrigo de Snart para no perder el equilibrio.
-¿Y eso por qué fue? -cuestionó cuando recuperó el aire-.
-Porque sí. -volvió a darle un pico y se enfundó el casco-.
Helena hizo lo mismo y se abrazó a Snart al escuchar rugir el motor del vehículo.
En menos de lo que imaginaron llegaron a la casa.
Al parecer a las 2 de la mañana los niños ya no salían a pedir dulces. ¡Quién lo diría!
-¿Qué tal si sacas un par de cervezas y seguimos la fiesta aquí?
-Perfecta idea.
-Aguarda, me pondré algo cómodo.
Len asintió con la cabeza y mientras se deshacía de su vestuario se aproximó al refrigerador en busca de las bebidas.
Cuando se quitó el abrigo, la fotografía cayó accidentalmente del bolsillo interno.
Snart la levantó con delicadeza y la admiró una vez más.
Sonrió.
Amaba esa foto.
La volvió a guardar en la solapa del saco y continuó su misión.
Abrió la nevera y examinó lo que tenían.
Helena había insistido en que compraran de una nueva marca, cosa que a Leonard no le gustó pues estaba acostumbrado al destilado de la Ultra holandesa y la chica había conseguido Kostritzer, famosa por ser alemana.
Sin embargo, la probaría. ¿Qué más quedaba?
Extrajo dos botes y los destapó con habilidad.
Dio un trago a su botella y lo examinó con atención; le gustó el suave sabor a cebada y la ligereza con la cual caía a su estómago. No ardía ni dejaba un sabor amargo. Era agradable.
Un taconeo lo hizo olvidarse de la cerveza y desviar su mirada hasta el borde de las escaleras, donde la morena no tardó en hacerse presente.
El Capitán Frío estuvo a punto de escupir el trago de cerveza cuando su novia apareció con el vestuario que él a modo de broma había sugerido.
Minifalda negra con olanes blancos de encaje y con un pequeño delantal del mismo color.
Para la parte superior, era un crop top unido a la falda con escote de corazón y unas cintillas en forma de agujeta que enmarcaban su abdomen.
Llevaba el cabello suelto sobre los hombros con la pequeña coronilla famosa.
Sus hermosas piernas eran estilizadas por las medias de red que portaba y por los tacones de aguja que la hacían ver un poco más alta.
Caminó hacia él bajo su expectante mirada que no hacía más que devorársela.
-¿Y? ¿Te gustaron?
Snart abrió la boca pero ninguna palabra salió de ella.
-Me refiero a las cervezas. -aclaró la chica-.
-Están... Bien.
Incluso esas dos palabras batallaron por salir de su garganta. Realmente Helena lo había dejado mudo.
La mujer tomó un trago y con una mueca afirmó que le encantaba esa marca.
-Bueno, chico malo, si quieres jugar conmigo termina esa cerveza y te espero arriba.
Golpeó la boca del bote de su novio con la base de su cerveza provocando que esta subiera y empezara a derramarse sin que el hombre hiciera algo por bebérsela, y se alejó con coquetería hacia el lecho que compartían.
Cuando el ojiazul reaccionó, botó el contenido de la garrafa en el escurreplatos, secó su mano y sin perder otro minuto más, acudió en busca de la mujer que lo había hipnotizado hábilmente.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora