Capítulo X: ¡Invasión! (PT 1)

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-¡Estás muy rígido...!
Habían pasado tres semanas ya desde que Helena y Snart comenzaron a salir como algo más que compañeros de trabajo.
-¡Es porque no abres las piernas!
No tardaron mucho en volver a dormir juntos.
Bastó solo un par de noches separados para que Leonard, al filo de la tercera y después de haberse despedido de su novia, irrumpiera en su cuarto súbitamente, asustándola y tomándola entre brazos para llevarla hasta su habitación, invitándola a dormir junto a él.
A la mañana siguiente, Helena llevó algunas de sus pertenencias más importantes a la habitación del mayor, donde se adueño de uno de los dos buros posicionados a cada lado de la cama.
-Si estuviera más grande...
Abandonó su antigua alcoba utilizándola únicamente como guardarropa. Se había apoderado de la mitad del cuarto de Leonard y lo había transformado en un medio arcoíris.
-Solo relájate y va a encajar.
Pero a pesar de convivir todo el día y la noche juntos, la pareja aún no tenía vida sexual.
Y no porque no lo quisieran.
Simplemente siempre que estaban destinados a llevarlo a otro nivel, alguien o algo los interrumpía.
-¡Ya, me rindo!
Helena se dejó caer sobre Snart, quien a su vez fue a dar al piso por el peso de la castaña.
-Tú sugeriste que jugáramos.
-¡Creí que serías más flexible!
-Es un tapete de 1.50 X 1.50, mis piernas sobresalen.
Lo que necesitas es fuerza... Y paciencia.
-¡Mira quién lo dice! Ayer me reñiste por rebanar la manzana demasiado lento.
-¿Media hora para una manzana te parece correcto?
-Oh, ya cállate.
Kast se lanzó hacia los labios del mayor, quien soltó una leve risa en medio del beso por el arrebato de la mujer.
-Deberíamos jugar a esto más seguido. -comentó Snart en un intervalo del morreo-.
-¿Te refieres al Twister o a lo de decirnos nuestras verdades?
-Ambos. -respondió reanudando el contacto físico entre Helena y él-.
La castaña gimió levemente por aquel movimiento tan precipitado. Pero no se rehusó. ¡Caray! ¿Cómo hacerlo? Se tendría que estar loca para resistirse a los besos del Capitán Frío.
Ella yacía sobre él, apoyada en su abdomen, con las piernas estiradas tratando de alcanzar los pies del mayor.
Él se encontraba recostado sobre el tapete del juego, orientado boca arriba, sujetando el cuello de la castaña cada vez que esta jugaba con sus lenguas, con los ojos cerrados, viviendo el instante con el resto de sus sentidos.
Lamentablemente, su encantadora muestra de afecto fue interrumpida por un veloz pitido que se propagó por toda la casa.
Helena culminó el beso muy a pesar suyo; suspiró y se levantó del regazo de Len para abrir la puerta.
-Hola...
-¡Barry!
La castaña no le dio tiempo suficiente al ojiverde de reaccionar, pues cuando menos lo esperó, ya estaba rodeándole con sus brazos.
-¿Cómo están?
-Extrañándote.
-Imagínate yo.
-Oh, no, deberías ver a Cisco.
La mujer soltó una ligera carcajada al imaginar aquel espectáculo.
-¿Quieres pasar?
-No quiero importunar, linda, solo busco a Snart por... unos asuntos pendientes, ¿crees que puedas llamarlo?
-Entra Allen. -le indicó la voz de Leonard desde el interior de la casa-.
Barry dudó un poco antes de decidirse a poner un pie ahí dentro. Aquello era algo extraño; no hacía más que algunos meses que el ojiazul había intentado matarlo y poner en juego sus principios, y ahora estaba de pie frente a su residencia, a punto de pedirle apoyo.
Cómo cambiaban las cosas...
Helena le dedicó una pequeña sonrisa, luego se apartó parcialmente y le dejó internarse en la casa.
-¿Hice algo malo? - se apresuró a preguntar Leonard-.
El tema de Mardon seguía fresco, y por lo tanto, el tener una visita inesperada de Barry con aquella expresión apesadumbrada, no hacía más que encender todas sus alertas.
-Snart. Sorpresivamente has estado muy tranquilo estas semanas.
Leonard ocultó un ligero suspiro de alivio. Tragó saliva, y tras dejarse caer a un lado de Helena sobre el sofá, prosiguió la conversación con su característico tono humorístico.
-¿Tú por qué crees?
El ojiverde no comprendió del todo al inicio, pero al ver el suave sonrojo apoderarse de las mejillas de Helena, sus ojos casi saltaron de su orbita por la sorpresa que suponía el inicio de esa relación.
-Oh... -fue lo único que salió de los labios de Barry, quien enmudeció repentinamente-.
-Tranquilo, pronto volveremos al trabajo.
-Tómate el tiempo que quieras. Creo que luego de esto, te vendrá bien un descanso.
Leonard lo miró confundido.
No le gustaba para nada la manera en que discurseaba. Si no había algún problema con los Rogues, ¿entonces para qué molestarse en ir a su casa?
¿Qué es lo que quería de él?
Barry dirigió su mirada a Helena, quien aunque estaba con la vista puesta en la televisión, se encontraba ansiosa de escuchar el misterioso secreto de Barry.
Snart captó la indirecta al instante, pero no hubo necesidad de sobreactuar, pues Helena también había adivinado las intenciones de Allen, y, excusándose, subió a la planta alta.
Para evitar que Kast atendiera la conversación desde el último peldaño de la escalera, Leonard y Barry se dirigieron hasta el patio trasero.
-¿Qué es tan importante que Helena no puede escuchar? -reprendió al momento en que deslizó la puerta de cristal detrás de ellos-.
-Necesito tu ayuda.
Snart no habló, cosa que motivó al velocista para seguir contando los detalles de su próxima misión.
-Aliens. Ayer en la noche una nave nodriza aterrizó en el centro de la ciudad; decenas de ellos salieron y comenzaron a esparcirse; aún no llegan reportes de daños o muertes, pero debemos detenerlos.
-¿Debemos?
-El equipo Flecha también está implicado... al igual que las Leyendas.
Leonard, aunque tenía una expresión impasible, sintió una punzada en el estómago al oír aquel alias.
Pero, ¿cómo negarse?
¿No les había expresado que cualquier favor que desearan, él los complacería?
Snart echó un rápido vistazo al interior de la casa, Helena no estaba ahí.
Su ausencia facilitó la decisión que tomaría.
-Te ayudaré.
-Por fav-... ¿En serio?
Snart asintió con la cabeza.
-Tenemos una cuenta pendiente. La salvaron. Yo les ayudaré a salvar... el mundo. -completó algo empalagado-.
Barry sonrió agradecido. Nunca esperó que aquella visita saliera tan bien. Ni en el más remoto sueño.
Sin ánimo de quitarle más su tiempo, le indicó rápidamente la dirección exacta de la construcción abandonada de S.T.A.R Labs, lugar que les serviría a los reclutas para reunirse y practicar.
-Solo una petición, -agregó Leonard al mismo tiempo en que regresaban al interior-, Helena queda fuera de esto. Ni siquiera le menciones la palabra aliens.
-¿Aliens?
Snart se tensó al escucharla.
Al darse media vuelta se encontró con la pequeña mujer, quien llevaba un cesto de ropa sucia directamente a la lavadora.
-Yo... Uh, yo tengo que irme. Nos vemos, Snart... Adiós, Lena.
Barry, bendecido con su super velocidad para escapar de situaciones incomodas, no desaprovechó la oportunidad de recurrir a esta y huir de aquel escenario.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué Barry actuaba tan extraño?
Helena abandonó el cesto en el piso, cruzó sus brazos y frunció el entrecejo, mostrándole su confusión al mayor.
-Ayer en la noche una nave extraterrestre se estrelló, Scarlett está buscando apoyo.
-¿Y quiere que tú vayas?
Leonard asintió con la cabeza.
-Pero... pero, ¡son alienígenas! Y tú... Y él... Y todo el equipo...
-Flecha y su equipo irán, las Leyendas irán... 
-Entonces yo también iré. -confirmó seria-.
-No, Helena...
La detuvo de los hombros y la apremió a mirarlo a los ojos.
-Le debo esto a Barry. Tú no.
-Pero...
-Estaré bien.
La mujer le dedicó un entristecido gesto que provocó sentimientos encontrados en Leonard. Después de unos segundos, desvío su mirada, asintió poco convencida de lo que su pareja estaba a punto de hacer y recargó su cabeza sobre el pecho del hombre.
Él acarició levemente su cabello, reflexionando en lo que se había metido y lo que podría perder.
Era justamente por eso que no le gustaba ser parte de relaciones sentimentales.
Pero Helena... Ella era su vitalidad.
El simple recuerdo de sus ojos marrones, de su tibia piel, de su oscura cabellera, de su lúcida sonrisa lo animarían a acabar con aquella amenaza y volver a salvo a su hogar.
Finalmente tenía una razón para regresar.
-Tengo que alistarme. -dijo levantando su mentón para besarla-.
Pero ella se soltó de su agarre y escapó fuera de su alcance.
No quería despedirse de él. No aún, al menos. Quería posponer ese acto tanto como pudiera.
Como resultado de esto, reemprendió la tarea que había dejado abandonada en el suelo. Levantó el cesto con la ropa y la llevó hasta el cuarto de lavado.
Snart suspiró y cruzó la sala de estar con rumbo a su habitación.
No le gustaba la idea de dejarla sola.
La odiaba.
Pero si esa era la única forma de mantenerla a salvo, ¿qué otra opción tenía?
¿No estaba claro ya que saltaría del Titanic sin pensarlo dos veces?
¿Que lucharía contra la Gorgona sin ayuda de nadie?
¿Que se arrojaría al fuego del Infierno con tal de recuperar el alma de su preciosa joya del oriente?
Simplemente, ella lo valía.
Una vez que tuvo su traje puesto, recorrió todo el cuarto buscando su arma de frío, vaciando los cajones, abriendo y cerrando el armario, arriba y abajo de los muebles.
Por ningún lado se encontraba el dispositivo.
No tardó mucho en desesperarse y comenzar a maldecir, poco le faltó para empezar a lanzar todas las cosas al piso cuando la morena se aproximó hasta su cuarto con pesadumbre y el arma entre las manos.
-Estaba en la mesa. -anunció llamando la atención del ojiazul-.
Leonard la tomó procurando rozar su mano con la de Helena.
-Gracias.
La mujer levantó la vista y le dirigió una mirada de cariño puro que le bastó a Snart.
-Cuídate mucho. Por favor...
-Lo haré. -constató, impidiendo que Helena imaginara un desenlace erróneo-.
El momento había llegado. Era hora de despedirse.
Leonard detestaba aquel ritual, pero tampoco podía irse así como así.
Necesitaba algo de ella para mantenerse cuerdo lo que durara la travesía.
Se acercó hasta Helena, con decidida intención de darle un beso.
Kast se mantuvo inmóvil en su lugar, aceptando el destino. Snart se iba y ese beso era lo único que tendría de él por quién sabe cuánto tiempo.
Cuando sintió los labios del varón estamparse contra los suyos, cerró los ojos y trató de ralentizar el tiempo con todas sus fuerzas. Quería que, al despegarse de él, ese beso de despedida se transformara en el de bienvenida.
Con sus brazos rodeó brevemente el cuello del varón, lo atrapó en un abrazo y continuó besándolo, enredando sus lenguas en un placentero juego.
Snart la apretujó contra él una última vez. Tratando de impregnar su aroma dulzón a su chaqueta.
Besó su mejilla y, tras un impulso de fuerza de voluntad, la dejó a salvo en aquella habitación.
Se montó en su motocicleta y se dirigió al lugar indicado por el velocista.
Al llegar, la mayoría de los equipos ya se hallaban en aquel lugar.
Mick se encontraba sentado al lado de Palmer, comiendo algo que parecía una Belly Burger, y Ray, quien parecía muy entusiasmado, se disponía a contarle uno de sus sueños.
-Snart. ¡Qué gusto! ¿Cómo te trata la vida? -inquirió alegre, tratando de abrazarlo-.
Leonard le dirigió una mirada de negación y Ray se limitó a sentarse de nuevo.
-No he tenido problema con ella.
-Al contrario. -se entrometió Mick-, le regaló una novia.
Snart dio un codazo a Rory, quien se atragantó con lo que previamente había comido.
Ray no ocultó un gesto de sorpresa.
-¡Leonard, qué gallardo!
Snart rodó sus ojos y se retiró de ese lugar con Ray siguiéndole los pasos.
-¿Dónde está? ¿La voy a conocer? ¿Es una...?
-Ella no vendrá. -respondió bruscamente-.
Palmer estaba a punto de continuar hostigando a Len con sus incesantes preguntas, cuando de pronto, la Waverider en la que las Leyendas emprendieron sus divertidas aventuras tratando de capturar a Vándalo Salvaje, apareció en el cielo y descendió hasta sus pies.
De esta, desmontaron las dos mitades de Firestorm, Jax y el doctor Stein, quienes parecía estaban en una de sus varias discusiones "conyugales".
-Joven Jefferson, le he dicho que no puede consumir nueces cuando nos fusionemos. ¡Soy alérgico!
-Cálmate, Grey. Solo fue una vez. -replicó el menor, con una burlona sonrisilla en el rostro-.
-Sí, ¡y casi muero!
-Solo te pusiste rechoncho y rojo. Nada malo pasó.
-¡Si Gideon no me hubiera curado, hubiera explotado dentro de ti!
-Corrijo, rechoncho, rojo y dramático.
Detrás de la dupla, apareció la vigorosa figura de Sara, jugueteando con sus bastones expansibles mientras bajaba las escaleras que conectaba a la Waverider con la tierra.
-Rip no quería prestármela, pero al final la conseguí. -exclamó acercándose a Oliver-.
Leonard la observaba de frente, desde el interior de la construcción; una leve taquicardia se hizo presente en su pecho cuando repentinamente ella cruzó su mirada con la de él.
No creyó verla de nuevo. No después de aquella tarde, pero ahí estaba, a unos cuantos metros de él.
Al menos físicamente, pues no había modo de que sus caminos de vida volvieran a enredarse una vez más.
¿O sí?
Sara fue la primera en romper el contacto, todo debido a la indiscreta pregunta de Thea que la conmocionó.
-¿A quién miras tanto? -preguntó, luego giró su cabeza y tras encontrarse con un solitario capitel, desvió nuevamente su mirada a la rubia-.
-A nadie. -repuso Sara con una sonrisilla nerviosa-.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora