Capítulo XV: El jardín de Helena

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-Mhm... Mi cabeza...
Cuando Helena despertó el primer dolor que la aquejó fue el de una jaqueca, probable resultado de la ingesta de alcohol del día anterior.
Se enderezó en la cama aun soñolienta, con los ojos entrecerrados por la luminosidad que se colaba debajo de las cortinas del ventanal.
Sintió una ligera corriente de aire estamparse contra su cuerpo desnudo, provocándole un escalofrío.
Salió de la cama arropándose con las sábanas, y se dirigió al armario en busca de algún abrigo más cómodo para salir del cuarto.
Encontró la chamarra azul de Leonard, la cual era perfectamente calientita y manejable. Se enfundó en ella y anduvo hacia el baño.
-Agh... Mi cadera...
Sintió una pequeña distensión de su cadera, en la parte posterior, producto de los meneos efectuados sobre la pelvis de su novio.
Cojeó un poco de ida al lavabo, donde se refrescó el rostro y la boca; luego, se peinó el cabello, atándoselo en una coleta.
Comenzó a bajar las escaleras, rumbo a la sala, pero al cabo de tres escalones, sintió como le temblaban los muslos; un cosquilleo que si bien no le resultó desagradable, la hizo aferrarse del pasamanos para conservar el ritmo.
Antes de llegar a la planta baja se detuvo a meditar una idea que le cruzó la mente para vacilar a su novio: fingir que no recordaba nada de la noche anterior y que su cuerpo no había resentido los estragos del sexo con alguien tan bien dotado como él.
El plan le hizo formar una sonrisilla, mientras bajaba los últimos peldaños.
-Buenos días... -saludó en voz alta, mientras se acercaba hacia la cocina-.
Lo encontró preparando el desayuno, meneando la sartén de adelante atrás, provocando que los vegetales sisearan al impregnarse del aceite caliente.
Estaba descalzo, con unos joggers cayendo desde su cadera hasta los talones; tenía el torso descubierto, con el paño de cocina cubriéndole solamente parte del omoplato derecho. De ahí, Helena dedujo que no se había levantado a correr.
¿Y qué más ejercicio hubiera querido hacer después del cardio de la noche? Era obvio que cayó rendido.
-Buenos días.
Dejó el utensilio sobre la llama encendida y se giró para recibir a la castaña, alzando una ceja al verla con su chaqueta puesta.
-Me estás perdiendo el respeto, ¿eh?
La sujetó de la nuca y le plantó un beso en los labios.
-¿Cómo te sientes?
-La cabeza está matándome. -frunció el ceño, corriendo su vista de los labios del varón hacia sus ojos-. Debe ser la resaca.
-¿Solo eso?
Kast cambió su mueca de dolor por un gesto inquisitorio.
-¿Por qué lo preguntas?
-Por lo de anoche.
-¿Qué...? ¿Qué pasó anoche?
El talento histriónico de Helena lo hizo titubear, planteándose la posibilidad de que la mujer hubiera estado suficientemente cargada para no recordarlo, pero desechó la idea cuando la atisbó mordiéndose el interior de la mejilla para evitar reír.
-Claro, hazte la tonta, si hasta me has dicho "te amo" por lo bien que te he cogido.
Kast estalló en risotadas, intentando con todas su fuerzas separarse del agarre del ojiazul para cubrirse el rostro, el cual le hervía de la vergüenza.
-¡Bien! ¡Sí me acuerdo de la noche, y sí me duele el cuerpo, me duele el culo, la cadera, las muñecas...! ¡Y además, tú también lo dijiste!
-Sí pero tú lo hiciste primero. ¿Lo recuerdas?
Snart la cargó en sus brazos, procurando mantener sus rostros a la misma altura para alcanzar sus labios cuando le placiera.
Helena cayó en la cuenta de que Leonard no la dejaría en paz hasta que lo repitiera tal como lo había dicho en la noche, pero antes de complacerlo, quiso jugar otro poco con él.
-No estoy segura, ¿sabes?, la jaqueca a veces me altera la memoria...
Leonard se giró con ella hacia la mesa, donde la dejó sentada, con los pies colgando ligeramente del suelo.
-Déjame ayudarte a quitártela.
La hizo recargarse sobre sus antebrazos para que su cuerpo mantuviera una posición paralela a la mesa, lo que le facilitaría el trabajo. Luego, deslizó el cierre de su chamarra hasta abajo, y, sin sacársela, comenzó a acariciar su cuerpo.
Helena observó cada movimiento de sus dedos, largos y fríos, al atravesar su abdomen, asentándose, por un momento, sobre sus pezones, jugueteando con ambas protuberancias una a la vez hasta que quedaron erectas.
Le delineó las costillas, acto que le provocó un ligera risa, reacción bastante contraria a la que esperaba el ojiazul.
-Me da cosquillas. -se excusó la chica, sin dejar de sonreír-.
Snart imitó su gesto, aunque con mayor austeridad. Sin embargo, repitió aquel roce un par de veces más, divirtiéndose con las carcajadas de su novia y sus fallidos intentos de incorporarse, antes de volver a trazar la misma recta imaginaria con sus dedos.
Se detuvo en su ombligo, el cual rodeó con el dedo anular, enfilándose luego hacia su monte Venus, donde sintió el cuerpo de Helena tensarse bajo su tacto.
Con rudeza, situó ambas manos sobre sus muslos, separándolos lo suficiente para poder colocarse en la escuadra formada por sus piernas.
Se encogió hacia ella para besarle los labios, manteniendo el agarre de sus piernas, cayendo en la tentación de morderle el labio antes de separarse; después, se dirigió a sus pechos, provocándole un gemido agudo a la morena en cuanto sintió su respiración tan cerca de sus pezones.
Besó, chupó y mordió con ligereza, teniendo el tacto de mirarla a los ojos, con esos ojos azules intimidantes que la hacían mojarse hasta en las situaciones menos indicadas.
Siguió hacia su abdomen, deteniendo su hilera de besos a la altura de su vientre, el cual morreó, divertido por los pequeños espasmos que provocaba su incipiente barba en el cuerpo de la castaña.
-¿Siempre has sido cosquillosa o soy yo el que te pone nerviosa?
Kast viró los ojos, intentando desacreditar la egocéntrica pregunta, pero por más que intentó no reaccionar a su tacto, al sentir sus labios besar sus ingles y extenderse poco más abajo, sobre la cara interna de los muslos, su cuerpo se estremeció y la piel se le enchinó, adivinando el curso que su novio estaba presto a tomar.
Snart se detuvo a la altura de su intimidad, echando un vistazo hacia el rostro de su novia, quien lo miraba expectante, con los labios separados, de los cuales se escaparía un gemido en cuanto cortara la distancia que los separaba.
Sonrió a boca cerrada, divertido por la tensión sobre la cual mantenía a su novia.
Con ayuda de sus dedos anular e indice, separó sus labios internos y levantó la capucha que cubría a su clitoris. No demoró más en acercar su lengua y comenzar a jugar con la pequeña bolita.
El sollozo que soltó su novia le provocó un escalofrío, recordándole que no solo ella era reactiva a él.
Aceleró la velocidad con la que movía su lengua, moviéndola lateralmente, recargándola sobre su punto de placer y marcando circunferencias irregulares antes de llevar sus labios hacia aquella parte de su vulva y succionarla ligeramente, acto que le arrancó un grito a la morena.
-Dios, Len... ¡Oh, Dios! Sigue, sigue... -le pidió con voz aireada, mientras sujetaba su nuca y lo empujaba hacia su feminidad-.
A Snart se le erizó la piel al escuchar a su novia, incluso, gimió levemente contra su intimidad, contagiándole el gesto a la castaña postrada boca arriba.
Sintió la mano de Helena presionarlo más contra su vulva, y le cumplió el deseo: continuó con los movimientos orales, ralentizando un poco el proceso sobre sus labios, formando zig zags tortuosos hacia su entrada, retirándose milímetros antes de llegar hasta ella, provocando que Helena se retorciera del placer que aquella rutina le proporcionaba.
No quedó rincón de su intimidad que no fuera asediado por la boca del ojiazul, produciendo sonidos morbosos que alimentaban la excitación de su novia.
Volvió a succionar la capucha de su clítoris, estampando algunos besos sobre este cuando el aire se le iba y debía ingeniárselas para recuperarlo y mantener a su novia en el hilo del clímax.
Se irguió un poco, con la respiración agitada, a tomarse unos segundos antes de seguir.
Aprovecho ese inter para nalguearla, azotándole el culo un par de veces hasta dejarle la mano marcada.
Helena volvió a gemir fuerte, tal como le gustaba a Leonard.
-¿Fui muy duro? -le preguntó al verla apretar los párpados tras el último azote-.
Kast abrió los ojos, presta a contradecirlo.
-Me gusta que seas duro. -confesó en medio de un quejido, sin poder mirarlo de hito a los ojos-.
Leonard soltó una ligera risa ronca.
Separó las piernas de su novia y volvió a acomodar su rostro entre ellas, dándole una lamida a toda su vulva, espirando ligeramente después para enloquecerla con el cambio de temperatura.
Después de dejar su clitoris erecto y punzando, se decidió a follarla con la lengua, expandiendo su entrada con los dedos e introduciendo su lengua, embistiéndola.
-¡Mierda...! ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Qué rico, Len...!
El sentimiento es mutuo. -pensó, cuando advirtió su erección naciente-.
Continuó con esa rutina hasta que los dedos comenzaron a acalambrársele, lo que lo obligó a subir las piernas de su novia sobre sus hombros, postrándola completamente sobre la mesa y elevando sus caderas.
Continuó arremetiendo contra su parte inferior, lamiendo el líquido que comenzaba a chorrearse de su feminidad.
-¡Len, ya...! Ya me voy a... ¡Carajo!
El ojiazul levantó la mirada hacia ella; quería atestiguar su orgasmo, grabarse en la memoria las muecas, los gemidos, los espasmos... Sería su tesoro personal y no estaba dispuesto a compartirlo con nadie más.
Cuando por fin llegó, se deshizo en gemidos, su cuerpo estaba caliente, sonrojado y sudoroso, las piernas le seguían temblando sobre los hombros de su novio; sentía sus muslos húmedos, y  atinó a pensar que la parte baja de la chamarra del ojiazul también lo estaría.
Leonard se retiró de su lugar, bajando cuidadosamente sus piernas y limpiándose el resto de fluidos del mentón con el dorso de su mano.
Ayudó a su novia a ponerse de pie, pero al intentarlo, las piernas de la morena flaquearon y ambos terminaron en el suelo, bastante risueños.
-¿Se te quitó la migraña?
Snart relamió sus labios y acomodó el cabello de la menor detrás de su oreja, mientras ella asentía con la cabeza y atrapaba su mano entre las suyas, reteniéndola sobre su mejilla.
-Te amo.
El corazón de Snart dio un vuelco. Aun no se acostumbraba a oír aquella frase.
Se preguntó de repente desde hacía cuanto que no la escuchaba y por qué ahora, viniendo de la preciosa boca de Helena, parecía tener más peso que las veces anteriores.
-Dilo otra vez. -le pidió en un susurro, acercándose más hacia ella-.
-Te amo. Te amo, te amo, te amo, Len...
Snart sonrió, bastante complacido.
-Parece que sí te gustó.
Helena asintió, conteniendo en vano una sonrisa pícara.
Se acercó hacia él, rozando ambas narices, compartiendo el hálito.
-¿Podrías decirlo? Por mí.
Snart tragó saliva. Si bien le gustaba oírlo, y a pesar de que lo sentía realmente, le parecía raro que saliera de su boca.
-A ti se te dan bien las palabras Helena; no comparto ese don.
Kast arrugó el ceño, algo contrariada.
-Ayer te salió muy bien.
-Quería que estuviera claro que yo también lo sentía.
-Imagina que es la primera vez que te lo digo. Necesito escucharlo, Len... Susúrralo si quieres.
Leonard titubeó antes de decidirse a hacerlo. No se sentía cómodo con esa clase de afirmaciones. Su antigua relación con Sara le había enseñado que aunque muchas palabras podían salir por sí solas, a veces eran obra de la memoria involuntaria del cuerpo, una mera costumbre en la cual no quería caer con ella.
-Helena...
Kast asintió levemente con la cabeza, expectante a las palabras que sus labios formarían.
Pero Snart  no solo no consiguió hacerlo, sino que se levantó rápidamente de su sitio y se apresuró a quitar la sarteneta del fuego al presenciar el olor a quemado inundando la casa. Luego, se volvió hacia ella, ofreciéndole una mano para levantarla, la cual aceptó.
-Caray, Len, se te pasó de crocante, ¿no?
Snart le devolvió una mirada de soslayo, ante la cual, Helena respondió con una suave sonrisa burlona.
De lo que Leonard pudo rescatar, preparó unos sandwiches de pan pita, de los cuales Helena extrajo una idea para comentar con su novio, olvidando por un momento el tema pasado.
-¿No has pensado en arreglar el jardín? Quiero decir, sembrar algo... ¿Y si hacemos un huerto? Con jitomate, albahaca, rábanos... ¿Te lo imaginas? Verduras recién cosechadas y tu sazón -juntó los dedos de una mano y les tronó un beso para luego, abrirla, simulando el chef kiss-. ¡Anda! Salgamos hoy al bazar.
Snart lo meditó un momento. Echó un vistazo hacia la ventana y se dio cuenta del terrible calor que hacía. En esos días de verano todo lo que quería era quedarse en su fría y nada concurrida casa.
-Mañana. Hoy ya es tarde.
Helena hizo un mohín que no se molestó en ocultar a su novio.
-Hace calor, Helena, ¿en verdad quieres salir?
Ella asintió con la cabeza, bastante convencida.
-Por favor...
Entrelazó sus dedos y posó su rostro sobre el puente creado por sus manos, luego, abrió los ojos y pestañeó tiernamente.
Snart apretó la mandíbula e inspiró con gravedad.
Cuando pensaba que él era quien mandaba en la relación, llegaba Helena a hacer sus ojos de cachorro y se le venía el teatro abajo.
Lo tenía comiendo de la palma de su mano.
-Bien. Salgamos.
La morena saltó de emoción de su silla y con suma rapidez, recogió platos, cubiertos y sartenes, lavando todo lo ocupado por Snart y ella durante el desayuno.
Corría de un lado a otro, dejando ordenado todo a su paso, presionando a su novio para seguirle el ritmo y poder salir lo antes posible.
Cuando hubo terminado, se deshizo de la chaqueta de su novio, desnudándose en plena sala, y la dejó dentro de la lavadora.
-Me hiciste mojarla. -le reclamó, al advertir que la miraba-. Te toca lavarla.
-Póntela de nuevo y déjame ensuciarla más.
Kast negó con la cabeza, deteniéndolo, colocando una mano entre sus pectorales.
-Voy a tomar una ducha.
-¿Dejarás la puerta sin seguro?
Se acercó tentadoramente al ojiazul, hasta rozar sus labios, separándose unos centímetros cuando él amenazó con formalizar el beso.
-Descúbrelo tú mismo. -murmuró contra su boca-.
Helena lamió los labios de Snart con su rosada lengua, de abajo arriba, una sola vez, causando un revoltijo de emociones en el mayor.
Volvió la espalda y se encaminó hacia la planta superior, bajo la expectante mirada de su novio, que no podía dejar de ver su figura desnuda contorneándose sin escrúpulo alguno.
Snart no consiguió reprimir su sonrisa de enamorado y en cuanto escuchó el agua gotear de la regadera, siguió las pisadas de su novia.
Estaba presto a subir las escaleras cuando notó el auto de su hermana estacionado afuera de su casa, causándole tal curiosidad, que tuvo que desviarse momentáneamente de su objetivo para salir a cuestionarla.
-¿Qué haces aquí?
-¡Gracias a Dios que ya acabaron! -exclamó con un gesto de asco que petrificó a su hermano-.
-¿Nos oíste?
Lisa asintió con la cabeza, incapaz de mirar a Snart a los ojos.
-Vomité un poco. Ahí, y ahí, y... Ahí. Como sea, es tu culpa por no contestar el móvil.
-Está muerto. ¿Y al de Helena?
Lisa lo sacó de su bolsa y se lo entregó.
-Lo dejó ayer. Es por eso que vine pero de haber sabido que estarían...
Contuvo una arcada. Leonard rodó los ojos.
-Como si tu no cogieras.
-No me da asco el hecho, hermano, tú me das asco.
-Que curioso, a Helena le provoco lo contrario.
Helena... ¿En serio estaba discutiendo con su hermana en lugar de estar duchándose con ella?
-Como sea, gracias y perdón por el disgusto. De haber sabido que venías habría corrido la persiana para que tuvieras una mejor experiencia.
Lisa se arrancó y le mostro el dedo medio mientras se alejaba.
Snart, por su parte, se apresuró a la planta alta, excitado al ver que la perilla de la puerta no había sido atrancada por nada en absoluto.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora