Capítulo II: Castaña amenza

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Central City
Leonard Snart, un villano hedonista que disfruta del caos, su soledad y jugar al gato y al ratón con los policías de su amada ciudad.
Poseedor de una fórmula básica que emplea en cualquier instante de su día a día.
1 Crea el plan.
2 Ejecuta el plan.
3 Asume que el plan falle.
4 Desecha el plan.
Toda su vida se ha regido por sus propias reglas, y que llegue un torbellino de libertad a cambiar eso, sin duda originara una enorme colisión.
-¡Helena, espera! -gritaba Lisa mientras la morena apretaba el paso-. ¿Qué sucede?
-¿Cómo que qué sucede? Acepte vivir contigo, no con tu hermano.
-En teoría la casa es de ambos, pero tengo pareja y hace tiempo que dejé de llegar a dormir todas las noches... Tú entiendes. -le dedicó una mirada pilla a su amiga-.
-Lisa, no estoy segura de cómo reaccione tu hermano.
-Tranquila, estará bien.
Helena trató de creer en sus palabras, al fin y al cabo, ¿qué era lo peor que podía pasar?
Y aunque tenía bastante confianza en sus habilidades sociales, no dudó en anotar el número telefónico de cada apartamento disponible que veía de camino a su destino.
Era mejor prevenir y tener un plan B en caso de que el A se fuera a la mierda. 
Cuando finalmente llegaron a la residencia, Helena se ofreció a pagar el taxi en tanto que Lisa la ayudaba a descargar su equipaje del maletero. 
Una vez fuera y mientras Lisa removía su bolso en busca de sus llaves, Kast aprovechó el tiempo libre para echar un vistazo a la casa.
La fachada era agradable, sobria, moderna; el color gris invadía la mayor parte del frontispicio sin invitar a la tristeza o a la nostalgia, más bien a la seguridad.
Contaba con una cochera del lado izquierdo y un pequeño jardin, algo descuidado, del lado opuesto.
Los detalles de madera en las puertas hacían resaltar muy bien el color blanco que iluminaba el frente de las habitaciones principales.
Lisa, al recordar que había dejado las llaves en su departamento, optó por molestar a su hermano, pitando el timbre por un largo rato.
- Me he quedado sin cambio, señora, regrese otro día. -respondió su hermano, entreabriendo la puerta lo suficiente para volver a cerrarla en la cara de Lisa-.
-No estoy de humor para tus bromas, Leonard. -mediante un forcejeo, logró abrirse paso entre la puerta y su hermano, arrojándose al sofá inmediatamente después de entrar-. Tengo resaca.
Leonard soltó una ligera risa antes de voler la mirada a la castaña que aun aguardaba en de pie en su pórtico.
Helena comenzó a juguetear con la cadena que colgaba de su cuello, sin saber cómo presentarse después de aquella "bienvenida familiar", por lo que, cuando el ojiazul plantó su mirada en ella, tan solo pudo atinó a sonreír con los labios apretados.
Le devolvió el vistazo.
Momentáneamente, claro.
En un par de microsegundos descubrió lo imponente que podía llegar a ser con tan solo presenciar su mirada.
Un escalofrío le recorrió la espalda; su instinto le decía que no sería fácil ganarse a ese hombre.
 Desvió la mirada hacia la valija que cargaba, ocultando su vergüenza mientras simulaba arrancar la mancha de la tela utilizando sus uñas. 
-Tú debes ser Helena. -comenzó el ojiazul, empeñado en buscar su mirada-. Soy Leonard.
Una curiosa sonrisa deformó su antes serio semblante.
-Capitán Frío. Sí. He oído sobre de ti... ¿Puedo pasar?
-Adelante. -extendió la mano hacia el interior de su casa, gesto que más que una bienvenida cordial, asemejaba a una burla-.
Helena miró detalladamente cada rincón de la casa. El hombre tenía una mente ágil, eso estaba claro; su desorden lo delataba.
-No es un palacio pero es lo suficientemente grande para evitar vernos casi todo el día.
Auch, aquel eufemismo sí que lo había entendido. 
En pro de aligerar el ambiente, le siguió el juego. 
-Tranquilo, apenas notarás que estoy aquí.
Snart frunció el ceño. De todas las respuestas posibles, la que menos esperaba era esa. 
Tal vez un insulto más directo provocaría el resultado que buscaba.
-Escuché que vivías en un club nocturno. -reanudó, tras dejarse caer en el sillón vacío-.
-Sí, era algo como eso.
-Bueno, no extrañarás la emoción. A unas calles de aquí está un bar que podría gustarte; y, en caso de que te interese, siempre están buscando bailarinas.
-Snart... -gruñó su hermana aún con la cabeza hundida en el sofá-.
Helena soltó una suave carcajada que desconcertó al ojiazul.
-No es la primera vez que me lo dicen... Es más, si esto no resulta, creo que lo consideraré como segunda opción.
Leonard se mordió la lengua al presenciar cómo aquella castaña mutilaba todos sus intentos por alejarla de él.
La había subestimado, indiscutiblemente. 
Necesitaba algo de tiempo para pensar otra estrategia y, aunque no deseaba conversar con ella, al final tendría que hacerlo. Solo así descubriría alguna fibra sensible de la cual prensarse. 
-Comenzaré a desempacar. -manifestó, llamando la atención del abstraído ojiazul-.
-Segundo cuarto tras subir las escaleras.
-De acuerdo. -titubeó un poco antes de recoger sus maletas-.
Dada la actitud apática de su "anfitrión", le surgieron nuevas interrogantes respecto a su equipaje.
¿Debía llevarlas todas de una vez? ¿Tendría que dar dos vueltas? ¿Él la ayudaría a llevarlas?
Por suerte para ella, Lisa adivinó lo que pensaba y acudió a su recaste.
-Len, ¿por qué no empleas la poca caballerosidad que te queda y la ayudas con sus maletas?
-Te precipitas, hermana. Si necesitara ayuda, la pediría. 
El ojiazul le dedicó una mirada inquisidora, a la cual, Lena respondió con lo que esperaba oír.
-Estoy bien, Lisa, no son tan pesadas. 
-¿Lo ves? -exclamó sardónico-.
Así, resignada, Kast hizo acopio de sus fuerzas para llevar, al menos en la primera vuelta, tres  maletas. Mientras tanto, Snart y Lisa mantenían una irritante discusión en la planta baja.
-¡Len, la traje aquí para que nos ayude! ¡No te comportes así!
-Si tanto te molesta llévala a tu departamento. Yo no la necesito. 
-En primera, yo no vivo sola, y en segunda, ya van cinco meses sin algo grande, hermanito. ¿Te parece que tu reputación se debe rebajar a robos comerciales?
Leonard tragó saliva. No pensó que el tiempo hubiera pasado tan rápido y sin ninguna proeza emocionante, por lo menos, digna de una primera plana.
-¡Bien! Veo que no te agrada esa idea así que, ¿por qué no llevas esos dos maletines hasta su habitación y te disculpas?
Los dos hermanos Snart se enfrentaron con la mirada, Lisa estaba harta de que él se limitara  a solo existir cuando hacia poco seguía gozando de prestigio tanto viril como criminal.
Leonard odiaba que su hermana se entrometiera en su vida; la amaba, pero no necesitaba otra madre. Menos si era menor que él.
-Solo voy a hacer una de esas dos cosas. -respondió con molestia mientras se ponía de pie-.
Lisa suspiró hondamente y volvió a enterrar su cabeza en la hendiduras del sofá.
El mayor de los Snart tomó el bagaje restante y comenzó a subir las escaleras, topándose con la morena en el final de estas.
Helena, al distinguir las últimas dos valijas, se apresuró a quitárselas de las manos.
-Ya, está bien, puedo con ellas.
-¿Segura?
Kast asintió con la cabeza, tendiendo los brazos hacia el frente impacientemente.
Al dejar caer el peso sobre ella, se tambaleó un poco, incapaz de acaparar ambos maletines con sus brazos.
Conteniendo una risilla burlona, Snart le quitó el peso de encima y se ofreció a llevarlos él mismo.
-Bien, Mujer Maravilla, tal vez aun no es hora de cargar 10 kilos por tu cuenta.
De camino al cuarto, Helena cuidaba que ninguno de los compartimientos del maletín se abriera. Había estado jugando con ellos durante el viaje y sin querer, había roto un par de mecanismos.
-¿Qué es lo que pesa tanto? ¿Piedras? -se mofó y arrojó los maletines a la cama, ocasionando lo que Helena estuvo tratando de evitar-.
-¿Es por esto que estabas tan ansiosa? -cuestionó Snart, sonriendo ladinamente mientras estudiaba los ejemplares que se habían escapado-.
Kast volvió la vista, y antes de que Snart asiera su Taaffeite, detuvo su mano y lo reprimió.
-Recibí una bala por ellos, tócalos y amanecerás con dos incrustados en los ojos.
Leonard se sorprendió gratamente por aquella reacción. 
Le gustaba más la mujer ofensiva que la defensiva.
La amenaza no había sido cosa de otro mundo pero que se atreviera a tocarlo tan pronto...
Definitivamente tenía más coraje que muchos otros aspirantes con los que había tratado.
Permanecieron inmersos en aquella treta hasta que la voz de Lisa los interrumpió, provocándole un sobresalto a Helena, obligándola a retirar su agarre.
-Lenny, tengo que irme, Cisco me espera esta noche y quiero estar lista.
-Lisa, cariño, nunca estarás lista. -habló con su hermana sin quitarle la mirada de encima a Helena, quien se paseaba por la habitación-.
-Idiota. -le gritó de vuelta-.
-Ridícula.
-Te quiero.
-Cuídate.
Lena reprimió una pequeña sonrisa al presenciar aquella extraña muestra de afecto. Su relación le recordaba tanto a la que mantenía con sus hermanas, especialmente con Harley...
Cuánto las extrañaba ya...
-¿Por qué has venido? -la cuestionó el ojiazul mientras tomaba asiento en la cama, extrayéndola de sus divagaciones-. Parecías tener una buena vida en Gótica.
Kast suspiró antes de iniciar.
-Y lo fue pero ahora quiero darle un giro a mi vida, ganarme el crédito por mi cuenta, sin vivir bajo la sombra de alguien. -replicó sin verlo, mientras analizaba uno de los cuadros de la habitación-. ¿Es original, verdad? ¿Qué es? ¿Un Monet?
-Casi. Pissarro.
Se levantó silenciosamente y se detuvo frente a ella.
-Mírame. -exigió-.
Helena acató casi al instante, temerosa de enfrentar nuevamente la mirada maldita de su interlocutor.
Inspiró hondo, se mordió las mejillas y correspondió al ojiazul.
Después de un par de segundos de examen, descubrió sin querer, que le gustaba verlo.
La configuración de su rostro: la nariz recta, que aportaba gravedad a su rostro; las cejas adoptando una posición cóncava; los ojos... ¡Qué ojos! Toda su fuerza parecía concentrarse en ese par de esferas azules, altivas, hipnotizantes...
Pero, ¿en verdad eran azules? 
Cada vez que se decidía por un tono, súbitamente aparecía la predominancia de otro.
¿Serían verdes, tal vez? Si lo miraba desde 'x' ángulo casi parecían esmeraldas.
¿O qué tal grises? Estaba segura de que si se acercaba más...
Vale, parece que se acercó demasiado. 
Sorprendido por el dinamismo de la castaña, Snart retrocedió antes de que Helena efectuara otro movimiento. 
Kast se sonrojó de inmediato. Había olvidado que era un persona real la que estaba de pie frente a ella. 
En aras de componer la situación, se sujetó a la pared y fingió sufrir un mareo. 
-Lo siento, soy sensible a los cambios de altitud. -intentó sonreír, pero tan solo descubrió una mueca-.
Poco convencido, Leonard asintió a la terrible mentira de la mujer. 
-Instálate. 
Seguido de este monosílabo, el varón salió del cuarto, cerrando la puerta a sus espaldas, y desconcertado, regresó a la sala de estar.
¿Qué mierda había sido eso?
Sin duda había subestimado su osadía. Sujetar su mano era una cosa pero tratar de besarlo...
¿Acaso eso es lo que había intentado?
Una sonrisa maquiavélica se impuso a su antes serio semblante.
No había sido tan mala idea después de todo echarle una mano con las valijas. Aquella interacción le había dado una buena idea para sacarla de la casa. 
¿Y del equipo?
Snart se detuvo a meditar un momento. 
Su hermana tenía razón: el equipo había tenido una mala racha últimamente; su cabeza no estaba donde debería y sin un bastón el cual usar, su reputación se perdería completamente. 
Le daría un plazo para convencerlo, si al termino de este el equipo seguía con las incipientes victorias, la botaría. 
Satisfecho con el plan orquestado, ocupo su mente en los planos que seguían extendidos a lo largo de la mesa. 
Tras la retirada de Leonard, Helena, algo avergonzada por el impulso de hace un rato, se dedicó a desempacar un par de maletas antes de rendirse al letargo que la emboscaba. Tras acabar con la segunda, se irguió de su posición en cuclillas, anduvo hasta el catre y se dejo caer boca abajo, durmiéndose casi inmediatamente.
...
Después de un par de horas de siesta y con el estómago chirriando de hambre, salió de su nueva habitación, encaminándose hacia la planta baja donde se encontró con su jefe, reclinado sobre lo que adivinó, sería un nuevo plan.
-Hola, workaholic. ¿Qué tienes ahí? -preguntó mientras se acercaba hacia él, echando un vistazo a la mesa-.
-Planos del Museo Nacional. Llegará una exposición de Europa con piezas originales.
-¿La Gioconda cruzará el Atlántico?
El ojiazul asintió sin dejar despegar su vista de los papeles.
-Genial. Quiero escuchar tu plan, Peruggia.
-¿Qué?
-Vincenzo Peruggia. El ladrón de la Mona Lisa. ¿Crees poder superarlo?
-Con los ojos cerrados. -aseguró, dedicándole una sonrisa sardónica-.
-Entonces adelante, sorpréndeme.
Tomó asiento a un lado del ojiazul, apoyó sus codos sobre la mesa y su barbilla sobre sus palmas, enfocando toda su atención hacia su nuevo jefe.
Snart la miró de soslayo.
¿En serio iba a dejar que alguien juzgara sus planes?
Tal parece.
De un momento a otro le resultó cómico que se atreviera, y por tanto, tuvo curiosidad de saber su opinión (aunque esta le importase en lo más mínimo al final).
Leonard explicó con detalle lo que sería una primera visión de su plan. Para un oído inexperto, sonaba como el robo del año, pero para Helena, con tantas victorias respaldándola, no pudo evitar fruncir el ceño un par de veces.
-¿Y?
-Está bien.
-¿Solo eso?
-¿Muy bien?
-No quiero que me complazcas, Helena, hay otras mujeres para eso. Dime la verdad, ese es tu trabajo desde ahora.
Kast suspiró. Leonard no parecía del tipo que acepta críticas constructivas, pero si quería hacerse de un nombre en una ciudad desconocida, tendría que tomar riesgos.
-No te ofendas pero suena muy... llano. Planeas hacerlo de noche, sin testigos, sin emoción, ¿qué efecto tendrá? Probablemente no el que esperas.
-El éxito no sucede de la noche a la mañana, niña, esto es solo el comienzo.
Helena trató de ocultar su sonrisa. Esa era la oportunidad que estaba esperando.
-¿Y si te dijera que puedo regresarte a tu trono en menos de lo que dices 'sabueso'?
-Sabueso.
-No literalmente. -se acomodó en la silla, encogiendo sus pies en posición de loto-. He estado trabajando en algunos diseños que podrían funcionar... Claro, si me das la suficiente libertad creativa respecto a tus planes.
La morena le dirigió una sonrisa entusiasta a Leonard que denotaba toda la seguridad y confianza que tenía en su intelecto. Esperaba que eso fuera suficiente para convencerlo.
-¿Qué ganas con esto, Helena? -espetó-.
-Ya te lo dije. Quiero inde...
-Sí, eso lo sé. ¿Es todo?
-¿A qué te refieres?
Snart se relamió los labios antes de lanzar la bomba. Quería aparentar verdadera inquietud sobre la repentina procedencia de la morena.
-Amo a mi hermana. Daría la vida por ella pero debo reconocer que es un poco estúpida en cuanto a relaciones. 
Helena seguía sin entender qué tenía ella que ver en todo eso. Por lo que su mueca dio pauta a una segunda intervención del ojiazul.
-¿Sabes? -comenzó, adoptando un aire pensativo-. Ha sido una buena forma de acercarte. Me dijo que la salvaste de un idiota que intentaba sobrepasarse con ella. Según sus palabras "llegaste como caída del cielo".
Kast adivinó el rumbo que tomaría la conversación y cuando intentó protestar, fue interrumpida por el varón.
-En agradecimiento te invitó a beber algo; aceptaste. Ella se embriaga, algo que no pasa a menudo -dejó salir una ligera risa irónica-, y tú comienzas a actuar. 
Supongo que te resististe a la idea de venir; claro, de lo contrario ella habría desconfiado de ti, pero como dije, Lisa no es muy astuta en estas cosas, por lo que al ver tu resistencia, supo que había encontrado al prospecto ideal: alguien cauto, medianamente inteligente, leal... La cautivaste de tal manera que se aferró a esa idea sin dar paso a más dudas, para convencerte de unirte al equipo.
-Yo...
-Y si planeas hacer lo mismo conmigo, Helena, déjame hacerte un favor y evitémonos la incomodidad: ni siquiera lo intentes.
En ese momento, la cara de Kast era un poema. O más bien, una elegía. 
-Disculpa, pero en ningún momento he tratado de hacer tal cosa, Snart. Si ayude a Lisa, fue porque he estado en situaciones similares y mientras pueda defender a una mujer de un cerdo, lo haré. Tampoco tengo la necesidad de acostarme con las personas por trabajo o por algo beneficioso, aunque no lo creas soy muy talentosa y si me das el beneficio de la...
-¿Qué ha sido lo de hace rato?
Helena palideció en ese instante. A causa del calor de la discusión se había olvidado de ese terrible momento. 
-¿De q-qué hablas?
Leonard la tenía justo donde la quería. Un poco más y en menos de cinco minutos estaría reorganizando sus maletas.
-Intentaste besarme.
-¡Juro que no! -protestó la menor, sintiendo su cara arder de la vergüenza-.
-¿Entonces? Vamos, Helena, dame una mejor excusa que la de la altitud.
La ojinegro enmudeció. Siguiendo el consejo de Snart, trato de pensar en alguna otra razón por la cual se acercaría a su jefe tan impulsivamente. Fracasó.
Además, sabía que si decía la verdad tan solo empeoraría las cosas. 
-¿Para quién trabajas? -lanzó, Len, tomándola por sorpresa-.
-¿Qué?
-Me escuchaste: ¿Quién te emplea?
-¡Nadie!
-Mientes.
Snart le lanzó una mirada inquisidora que le heló la piel.
-Ya sé quien. Es Mardon, ¿no? -chasqueó la lengua-. Qué desilusión, Helena...Por un momento creí que en verdad eras lo que aparentas. Pero déjame preguntar algo: ¿Es tan mal jefe como amante?
Kast no reprimió un gesto de estupor. ¿La había acusado de usurpadora y ahora la convertía en una prostituta? Ese hombre definitivamente necesitaba límites.
-Hey, no sé quien sea ese sujeto, pero si tienen problemas de confianza, nenas, háblenlo de frente ¡y dejen de enmierdar la vida de los demás!
-No te hagas la ruda, Helena, no te queda el saco.
-No me subestimes.
Le sostuvo el contacto visual hasta que llegó a la puerta de la entrada principal, la cual azotó después de haber salido, dejando al hostigante Capitán Frío en su querida soledad absoluta.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora