Capítulo XII: ¡Invasión! (PT 3)

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-¿Qué tal les fue con los Dominadores? -cuestionó Felicity-.
-No creo que mejor que a ustedes. -respondió Sara, sujetándose el cabello en un moño-.
Barry suspiró frustrado. Tenía esperanza de que aquella cuadrilla descubriera algo de valor sobre los invasores.
-Desde que intentaron hacer que nos matáramos entre nosotros no ha habido actividad. -confesó, abatido-.
-¿Por qué hicieron eso? -preguntó Nate, quien seguía siendo un completo desconocido para Snart-.
-Lo más probable es que quisieran saber nuestras debilidades y para eso necesitaban ponernos en contra de nuestro propio equipo. -teorizó Ray-.
-Sí, pero solo los secuestraron a ustedes seis, aun cuando Kara y Barry estaban allí... ¿No sería mas fácil un cuestionario?
-Los meta humanos amenazan su invasión. Tal vez creyeron que sería más fácil infiltrarse en la mente de personas comunes relacionadas con ellos para buscar pistas sobre los puntos débiles de sus enemigos. -explicó Kara mientras se encogía hombros-. Sin ofender.
-Deberíamos devolverles el favor. -comentó Leonard, tras un par de segundos de silencio y con actitud reflexiva-.
-¿Qué? ¿Secuestrarlos?
Leonard asintió con la cabeza, mientras permanecía recargado contra la agrupación de contenedores de la bodega.
-Desde que peleamos con esa nave no han salido más. -objetó Sara-. Y no me parece la mejor jugada quedarnos aquí de brazos cruzados hasta que uno se aparezca.
El equipo suspiró. Allí iba otra gran idea derrumbada por la cruda lógica.
-De hecho, sé dónde encontrar uno.
Con aquellas palabras, Nate logró volver a levantar los rostros decaídos de la cuadrilla.
-¿Saben? No ha sido la primera vez que los Dominadores intentan colonizarlos...
Con paso veloz se dirigió a las computadoras del equipo Flash mientras explicaba que en 1951, en Oregon, había tomado lugar el primer encuentro con los Dominadores, el cual terminó en una sangrienta guerra.
Snart examinó cuidadosamente al dialogador durante todo su monologo.
Estaba más que claro que era historiador, aquel relato era demasiado preciso para que cualquiera de sus antiguos compañeros pudiera conocerla y más aun, recordarla.
Además, a un profesional de esa clase no se le encuentra en cualquier esquina del país.
O lo contrataron, o bien, lo raptaron de alguna universidad prestigiosa del país para ayudarlos con una misión y ahora lo habían adoptado.
Conociendo al equipo, debía ser lo último.
Al terminar la reproducción del video, Stein fue el primero en opinar.
-¿Sugiere que viajemos a los cincuenta a secuestrar un Dominador para interrogarlo sobre sus intenciones?
-Ellos lo hicieron primero. -recalcó Sara, retomando la idea de Snart-. Empatados.
-Yo me apunto; viajar en el tiempo y hablar con un extraterrestre definitivamente esta en mi lista de cosas por hacer.
-Cisco... ¿no preferirías quedarte con Cait y Stein a buscar la cura? Estoy seguro de que necesitarán...
-Yo creo que los subestimas. Lo harán bien sin mi.
La incomodidad producida por aquella tajante respuesta no tardó en sofocar el ambiente intelectual del salón. Por suerte, la alegría y -excesivo- entusiasmo de Felicity Smoak logró desvanecer los estragos de la desagradable escena.
-¡Estoy con él! No le sería fiel a mi instinto geek si no visitara esa nave... Además, podemos ser de ayuda ahí dentro... ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Llamemos a Helena!... Apuesto a que nos... aportaría mucho...
Cisco le negó con la cabeza en repetidas ocasiones, intentando que captara las señales antes de que fuera demasiado tarde.
-Snart no quiere que esté aquí. -susurró-.
-¿Por qué? ¿Por qué es mujer?
-Porque estuve a punto de perderla -interrumpió su discusión haciéndolos brincar del susto-. Y no quiero volver a hacerlo.
La rubia tuvo que sufrir la penetrante mirada de Snart, al que termino sucumbiendo y asintiendo con la cabeza, afrontando su derrota.
-Bueno, será en otra ocasión, mientras tanto... ¡Vengan esos 5 Dream Team!
Los informáticos chocaron sus palmas, tremendamente emocionados por la aventura en la que se embarcarían.
Mientras los integrantes de los diversos equipos se revolvían en sus respectivas tareas (Oliver conversaba con Kara; Felicity y Cisco seguían a Nate rumbo a la Waverider y Sara junto con las leyendas restantes se reunían con Caitlin para localizar el paradero de la vicepresidenta -que hasta ese momento estaba desaparecida-) Snart se encaminaba hacia Barry, pues no había dejado de notar la insistencia que mostraba en hablar con Cisco y el nada simulado fastidio con el cual se rehusaba a atenderlo.
-No sabía que podía procesar otra emoción además de la euforia.
Barry se sobresaltó al oírlo; luego, sus grandes ojos lo miraron confundido, traduciendo su incapacidad de creer que a Leonard le interesaran sus asuntos personales.
-¿Es tan evidente?
El ojiazul asintió con la cabeza y con un tinte de hartazgo.
-Te necesito enfocado, Scarlett, y si hablar de sus dramas te hace sentir mejor -aquí hizo una pausa para revisar su reloj de muñeca-, entonces tienes cinco minutos para desahogarte.
El castaño permaneció consternado un momento, antes de decidirse. No sabía qué le impresionaba más, si la frialdad de su némesis (¿o ex-némesis?) o que muy a su manera, estaba ofreciéndose a escucharlo.
-Ya van diez segundos. -constató mirando nuevamente el reloj-.
-Sígueme. -se decidió por fin, girando sobre sus talones y trazando el curso que Leonard debía secundar.
-¿Recuerdas que dije que viajé al pasado y que al regresar, accidentalmente alteré parte de sus vidas? -reanudó cuando se encontraron perfectamente ocultos de los demás-. Bueno, cambiar el sexo de la hija de Digg no fue lo peor... También asesiné al hermano de Cisco.
Un silencio incómodo sucedió al final de aquella grave confesión.
Allen, cuya mirada evitaba a toda costa los agudos ojos azules de su interlocutor, finalmente se atrevió a encararlo.
-Ahora sí lo jodiste, Barry. -confirmó Leonard, sin pelos en la lengua y con una expresión de tranquilidad tan imperturbable que hizo temblar al varón de en frente -.
-¿Podrías decirme algo que no sepa ya?
-Oye, te dije que te escucharía mas no que te daría un consejo. -se defendió, cruzándose de brazos-.
Allen se llevó las manos a la nuca y soltó un grave suspiro.
De pronto, las lagrimas comenzaron a agolparse en sus ojos; un hilo invisible le asfixiaba, imposibilitándolo de pronunciar cualquier palabra de manera fluida, como hacía apenas unos segundos hizo.
-¡Sé que fui egoísta, Snart! ¡Sé que estuvo mal y me arrepiento de haberlo hecho, pero eso no cambiará nada...! No puedo hacer nada para cambiarlo, ¡y nadie entiende eso!
De improvisto, se soltó a llorar como lo haría alguien que está en compañía de su amigo más íntimo.
Leonard quedó pasmado ante tal escena. No estaba preparado para aquel desenlace, y si hubiera sabido que aquella inocente inquietud terminaría en tal berreo, habría sido mejor no haber preguntado.
-Ya, Scarlett... Ponte de pie.
Con dificultad logró que Barry se incorporara. El castaño seguía gimoteando, limpiando con su palma las lágrimas que escurrían de sus ojos una y otra vez hasta que su rostro, antes afilado, terminó enrojecido y algo hinchado.
Leonard echó un vistazo sobre su hombro para asegurarse de que nadie escuchara lo que estaba a punto de decir.
-No eres el único que lo ha intentado.
Barry detuvo su gimoteo en seco, sobrecogido por esas palabras. Luego, alzó su vista hacia el ojiazul, descifrando si aquello conducía a una metáfora o a una realidad insospechada.
-¿Tú...?
-Traté de salvarlo. -comenzó-. Al idiota de mi padre. Usé a Palmer para robar la esmeralda Maximilian y se la llevé. Le advertí que no debía venderla, que había cerdos encubiertos y que le darían por lo menos cinco años. Al día siguiente, cuando le pedí a Gideon que actualizara su línea del tiempo, todo siguió igual.
Por primera vez, Snart desvió la mirada.
Aceptar que detrás de todo ese roble existía una ración de sensibilidad lo hacía sentir vulnerable, más si aquello era una confesión directa al único superhéroe que podía detenerlo.
-El punto es -retomó, tras un ligero carraspeo-, que no has sido el único que ha jugado a ser Dios, y puedo jurarte que si alguno de los mojigatos de allá tuviera la oportunidad de cambiar una cosa de su pasado, no se lo pensaría dos veces. Al final todos somos humanos. O medio humanos.
Barry permaneció en silencio durante aquella perorata, asimilando cuidadosamente cada palabra, destripando posibles intenciones ocultas del ojiazul: no encontró ninguna.
Sorbió su nariz y con el dorso de su palma limpio el rastro húmedo que había dejado su lloriqueo para luego dar paso a una agradecida sonrisa.
-Lo aprecio mucho, Snart... En serio. Gracias.
Leonard le dio una palmada en la espalda, que arreció presionando sobre la clavícula del pelinegro en señal de viva amenaza que al principio Allen no comprendió.
-Esto se queda entre nosotros, ¿estamos?
Barry comenzó a retorcerse a medida que el ojiazul hacia mayor presión sobre aquel hueso.
-Sí, sí, no diré nada.
Finalmente, lo soltó. Sin volver la vista, Leonard emprendió una nueva ruta hacia la Waverider, resuelto a apresurar la investigación que el desconocido había propuesto.
Al adentrarse en la nave, apenas pudo esquivar a la mujer de cabello rizado que parecía estar demasiado concentrada en su collar para prestar atención por donde iba.
-Disculpa, no quise... ¡Hey! ¡Tú eres el de la foto de Sara!
Leonard hubiera pasado de largo de no haber sido por aquella asociación.
-¿Cuál foto? -cuestionó, volviendo el rostro-.
-Parecía de archivo policial -respondió la mujer con vaguedad, como si quisiera recordar algo más-. No estoy muy segura, Sara solía lanzarle dagas y por lo general atinaba al rostro. A tu rostro... ¿Qué le hiciste?
De todo lo dicho, lo más extraño que le pareció a Leonard fue que su ex no lo hubiera mencionado al nuevo equipo. Después de todo, había sido por él que las Leyendas continuaban existiendo. ¿Aquella detonación casi termina con su vida y Sara pretende que no existió por lo que ocurrió entre ellos?
-Pregúntaselo a ella. -incitó, algo cortante-. ¿Sabes dónde está?
-En el centro de control, algo le pasa a Gideon... Responde en portugués.
Len asintió y se encaminó hacia el lugar aludido, donde la rubia yacía boca arriba tratando de encontrar el lóbulo temporal mecánico de la IA.
-Deber haberse soltado el cable verde, el de la cinta negra.
Sara se sobresaltó un poco al escucharlo, no esperaba reencontrárselo con tan pronto.
-Está hablando en portugués.
-Lo sé -contestó Len-. Me lo dijo la nueva.
Lance lanzó un suspiró antes de reconectar el cable mencionado. Pocos segundos después Gideon respondió en el mismo idioma que ellos.
-Lo recuerdas bien.
Len le ofreció una mano y la ayudó a incorporarse.
-¿Desde cuándo me arrojas dagas al rostro?
Sara trató de contener la risa, pero la seria expresión de Snart solo contribuyó a hacer la interrogante aún más ridícula.
-¿Te lo dijo Amaya?
-Ah, entonces así se llama.
-Una vez me sorprendió in fraganti.
-¿Y qué le dijiste?
-Nada. Salió corriendo al verme con los cuchillos.
Se ocasionó un breve silencio que Leonard empleó para formular la siguiente pregunta.
-¿Entonces no lo saben?
-¿El qué?
-Que casi me inmolo tratando de salvar la Historia.
Sara cesó de hacer sus actividades y por un momento se quedó congelada frente al centro de control, con la espalda hacia el ojiazul.
-Desertaste. Tu legado se fue contigo. -replicó, no sin un tono de fastidio-.
Gestándose de a poco, una ligera carcajada, odiosa para los oídos de la rubia, comenzó a emanar de la boca de Snart.
-¿Por qué me mientes? Te conozco lo suficiente para saber que esa no es la razón.
-¿Entonces por qué me lo preguntas? -lo retó Sara, devolviéndole la mirada-.
-Tú me dejaste, ¿ya se te olvidó? Si alguien tiene derecho a borrar el nombre del otro debería ser yo.
-¡Vete a la mierda, Snart! ¡Sabes que lo nuestro terminó mucho antes de que me fuera de la casa! -estalló repentinamente, sobrecogiendo al ojiazul-.
Para la suerte de Sara, Nate y los cibernautas se aproximaron hasta el córtex de la nave, llamándolos para preparar su asalto del tiempo.
-No metas a los demás en esto o la próxima daga que lance no será hacia tu foto.
Leonard se plantó firmemente en el piso y extendió sus manos, facilitándole sardónicamente la tarea de acertar.
La capitana de la Waverider le mostró el dedo medio antes de darse media vuelta y dirigirse al timón de la nave. Leonard la siguió poco después, tomando asiento junto a su amigo, bastante alejados de la rubia.
Cuando todos los integrantes hubieron ocupado sus puestos, Sara ingresó el tiempo y sitio indicado por el historiador, y en menos de un pestañeo, ya se encontraban en el Oregón de los 50's.
Al aterrizar, Leonard sufrió un fuerte mareo, consecuencia del tanto tiempo que pasó sin una una aventura como aquella. Felicity, en cambio, vació su estomago en el piso de la nave.
-Haberlo siento hecho... ¿Revés digo al todo?
-Es normal en los viajes del tiempo: Desordenes lingüísticos, mareos, vómitos... -explicó Nate-. ¿Qué hay de ti, hermano, sientes algún efecto secundario?
-Nada. No he perdido la costumbre de estos saltos. -mintió-.
-¿La costumbre? ¿A qué te...?
Antes de que Leonard pudiera esclarecer su punto, Sara se adelantó.
-Debe ser una nueva secuela, Nate, algo como esquizofrenia ególatra.
La mirada que la ex-pareja se dirigió expresó minuciosamente los sentimientos contenidos dentro de ellos.
-Podrás investigarla en cuanto terminemos la misión.
-Hecho. -le guiñó un ojo a la rubia, soltándose el cinturón de seguridad-.
-Ya basta de hablar, a lo que hemos venido: encontraremos al alienígena, lo secuestraremos y volveremos a nuestra línea.
Todos siguieron a la rubia hasta la salida, incluso los teóricos, quienes estaban ansiosos por salir de aquella fantástica nave y deambular por el contaminado y grisáceo ambiente de los 50's.
-Ah no, ustedes no salen.
-¡Qué! ¿Por qué?
-Ustedes cuidarán el castillo, afuera se pondrá feo.
-Y tú no eres más fuerte que ella. -gruñó Mick mientras pasaba frente a ellos-.
-Snart... -chilló Cisco, en busca de una última esperanza-.
-Mi hermana te quiere vivo. Y apuesto a que Queen también te necesita a ti... -se dirigió a Felicity-.
-No toquen nada. -advirtió antes de que la cancela automática se cerrase por completo-.
El resto del equipo anduvo por una reserva, atentos al menor ruido que indicara el sitio donde la guerra se llevaba a cabo.
-Oye, Amaya...
Al escuchar su nombre, la chica apuró el paso hasta colocarse a la misma altura que su capitana. -Necesito que te encargues de asestar el primer golpe, piensa en algo que aturda a los Dominadores lo suficiente para que entremos y extraigamos a alguno de ellos; el punto de la emboscada es que se haga rápido. ¿Me entiendes?
Jiwe asintió valerosamente a lo que Sara proponía. Esa sería su primera vez combatiendo una amenaza de otro mundo y no pudo evitar sentirse ligeramente presionada por el peso de su papel en aquella misión, pero el tótem que colgaba de su cuello le infundía la suficiente seguridad para aceptarla.
Tras constatar que Sara había terminado, Amaya volvió a su lugar, junto con el resto de sus compañeros, chocando nuevamente con el misterioso hombre de ojos azules.
-¿Se está volviendo rutina, eh?
La chica se sonrojó. De verdad parecía que lo estaba haciendo a propósito.
-Disculpa, me ensimismé de más.
Leonard chasqueó la lengua, denotando desaprobación.
-No deberías soñar despierta en las misiones.
-No es eso... Sara me ha pedido que inicie el ataque.
Ahí estaba. Como caída del cielo. La oportunidad perfecta para que Leonard enterrara los colmillos.
-Y por lo tanto, te sientes asustada. -interrumpió-.
-¿Q-Qué? ¡No!
-No tienes por qué avergonzarte, niña. "El temor es sabiduría ante el peligro".
-El temor paraliza, no entiendo qué tiene eso de beneficioso para mí.
-Bajo presión actúas por instinto, Amaya, te incita a huir; pero esta vez, hacerlo no es una opción. El equipo depende de ti. Del sacrificio que estés dispuesta a hacer.
Tras aquella perorata, Snart dejó salir una pequeña risa socarrona que contrarrestó notoriamente con el contenido del discurso.
-¿Qué? - cuestionó Jiwe, aún conmocionada por lo que acababa de oír-.
-Sara me dijo algo similar antes de una misión como esta. Según confesó tiempo después, no creyó que regresara con vida.
Bastó un breve vistazo a la expresión de Amaya para confirmar el éxito de su plan.
Estaba pálida, con las pupilas vibrantes por el miedo.
Antes de que pudiera preguntar algo más, el estruendo de una detonación llegó hasta sus oídos, haciéndose visible la humareda a unos cuantos metros de su posición. Todos corrieron hacia el lugar, deteniéndose detrás de un cúmulo de arbustos que los ocultaban de los invasores.
Según las ordenes de Sara, aguardarían hasta que los soldados fueran eliminados y acarreados por los extraterrestres, pendientes del más mínimo fallo de su organización.
-Ahí está... -observó Mick-. El marginado de la familia.
En efecto, un solitario alienígena arrastraba a un general de Estado por un rugoso camino de rocas y lodo, lo cual dificultaba su huida.
-Yo lo calentaré.
-No. -lo detuvo Sara, reteniéndolo con una mano-. Amaya se encargará.
Jiwe enmudeció. Ya no estaba segura de si podía hacerlo... No sin antes saber qué tanto de lo que le había dicho aquel hombre era cierto.
-Sara, necesito hablar contigo.
-¿Ahora? Amaya, tenemos el tiempo encima. ¿No puede ser después de que terminemos con esto?
-No. -bramó, impaciente-. Es urgente.
Sara finalmente terminó por acceder a aquello, alejándose un par de pasos junto a Amaya para discutir.
-¿Qué pasó con ese sujeto? La verdad.
-¿De qué estás hablando?
-¡Del de la foto con dagas! ¿Fue parte de las Leyendas, verdad?
Sara enrojeció de cólera. ¿En verdad estaba saboteando su plan por un estúpido capricho?
-¿Qué te dijo?
-Que le has hecho lo mismo que a mí. Lo mandaste a cumplir una misión suicida sin interesarte si regresaría. ¿Tan desechables somos para ti, Sara?
-Amaya, sé que estas molesta ahora, pero en verdad no hay tiempo para discutir esto, necesitamos terminar el plan.
-Entonces sal y da el primer golpe. Yo no lo haré.
Lance estaba entrando en desesperación. Su única oportunidad de conseguir lo que necesitaban se le estaba esfumando de las manos.
-¡Él y yo salimos, de acuerdo!
Jiwe no pudo ocultar un gesto de sorpresa ante tal confesión.
-No te creo.
Sara asintió con la cabeza.
-Rompimos hace un año. Quedamos en malos términos.
-¿Entonces me manipuló para ponerme en tu contra? -adivinó la morena, tras unos segundos reflexionando sobre ello-.
-Algo parecido, pero sí que te metió en sus planes... Aunque yo tampoco me porté de la mejor manera.
Amaya volvió el rostro hacia la rubia, con el entrecejo fruncido de confusión.
Lance se frotó rápidamente el rostro, desviando los pensamientos que la obligaban a confesar el origen del embrollo.
-Esa historia te la contaré luego, lo que quiero que sepas es que me importas, todos ustedes. No les pediría que hicieran algo sin antes estar segura de ello.
Jiwe agradeció a Sara con una sonrisa y, sin perder más tiempo, se lanzó al campo de batalla.
Por otro lado, el equipo presencio cómo fue que Amaya derrotó al invasor sin siquiera utilizar el máximo de su potencial.
-¿Y? ¿Se lo dijiste?
-¿Qué? ¿Que eres un egocéntrico manipulador? Sí.
Leonard sonrió ladinamente.
-Lo harás tarde o temprano.
Sara mordió su lengua, conteniéndose de seguir con la pelea.
-Esa es la señal. -susurró para sí misma-. ¡Llevemos al pariente de Mick a la Waverider y vámonos! -esta vez, vociferó para todo el equipo-.
Nate estuvo a punto de levantarlo cuando aparecieron un par agentes federales, interrumpiendo su huida.
-Caballeros... Y damas. -inició uno de ellos conforme se aproximaba-. El gobierno de los Estados Unidos agradece profundamente su colaboración.
-Del gobierno... ¡YO ODIO AL GOBIERNO!
Mick desenfundó su arma de calor y los funcionarios imitaron su gesto.
-Temo que comete un error, caballero.
El hombre realizó una casi imperceptible seña que, de no haber sido captada por Sara, la mayoría del equipo habría terminado inconscientes sobre el suelo, con dardos paralizantes pendiendo del cuello.
-¡Váyanse! -ordenó mientras atacaba-.
-¡Pero, Sara! -protestó Nate, tomando a Amanda entre sus brazos, a quien había alcanzado el dardo-.
-¡Ya, Nate, llévatelos!
Sin más remedio que obedecer a su capitana, Heywood tomó a Mick por la pierna y lo arrastró fuera del fuego cruzado.
-Llévate al alien, los distraeré.
-No.
-Leonard...
-Sara.
Ambos cruzaron miradas por un momento, sintiéndolo como el ojo de un huracán.
-No dejo a mi equipo atrás.
Habría sido un perfecto momento de reconciliación de no ser por el arma paralizante de los agentes y el insoportable dolor que les ocasionó al ser disparada.

Viviendo con frío [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora