El delicado sol de la tercia se infiltraba por el ventanal que daba hacia la habitación de Leonard.
Las blancas sábanas cubrían su pecho y la espalda de su acompañante, quien aún se encontraba dormida bajo la almohada.
Era una hermosa mañana, los pájaros se detenían a cantar, el rocío se deslizaba cuidadosamente hasta el borde de la ventana, el cielo azul se llenaba de nubes rechonchas que lo hacían parecer una pintura de Monet.
Una imperturbabilidad sorprendente.
Que no tardó en ser quebrada por los quejidos de Sara, quien comenzaba a despabilarse.
Se removió en la cama un par de veces antes de incorporarse, bostezar y estirarse.
Aquel ritual no pasó desapercibido por Leonard, quien, a pesar de seguir inmiscuido en el sopor mañanero, abrió los ojos y echó un prolongado vistazo al cuerpo de la rubia.
No importaba cuantas veces lo viera, siempre quedaba maravillado ante tal visión.
Todas las pecas de la mujer asimilaban estrellas en el universo. Un magnífico universo que era solo para Len.
-Ah... ¿Estás espiándome? -lo interrogó devolviéndole una mirada inquisitiva, mientras ocultaba otro bostezo con su mano-.
-¿Usas esa pijama y esperas que no lo haga?
Sara volvió la vista hacia su atuendo, percatándose de lo bien que se adhería a su cuerpo el camisón rojo de encaje que llevaba.
Leonard cambio a una posición más descarada una vez se vio descubierto, desde donde podía observar con mayor detalle las curvas de la rubia.
Lance imitó la acción de Leonard. Le devolvió la mirada y, sin mucho esfuerzo, logró percibir la erección matutina del varón.
Sara sonrió nuevamente, juguetona. Dirigió la vista hacia el reloj digital que descansaba en el buró derecho. Marcaba las 9:30.
De todas maneras llegaremos tarde. -pensó-.
Con cautela se aproximó hacia él, entre movimientos lentos y lascivos que provocaban la curiosidad de Leonard.
Una vez sus rostros estuvieron a la misma altura y tan solo separados por un par de centímetros de distancia, las traviesas manos de Lance viajaron hasta el falo de Snart.
Leonard ahogó un quejido. Si daba rienda suelta a ese instinto, él y ella no saldrían de la cama nunca.
-¿A qué hora es la recepción? -le cuestionó con voz grave, mientras buscaba su mirada-.
Sara comenzó a acariciar su miembro por encima de los joggers.
-A las 6. Pero la madrina debe llegar a las 12.
-¿Y si llegáramos una hora más tarde?
Con un movimiento de cabeza, Sara cambió el rumbo de su cabellera, despejando la parte lateral de su cuello, mostrando la sugilación que Leonard había dejado ahí unas noche atrás.
-Laurel te asesinaría.
Una fugaz sonrisa brilló en el semblante de Snart. Su cuñada no era peligro alguno para él.
-Estoy dispuesto a correr el riesgo.
Sujetó la mano de la mujer que seguía en su miembro y, finalmente, unió sus labios.
Uno, dos, tres besos antes de separarse, tomar aire y reiniciar la tarea emprendida.
Entre tanto, la mano de Sara ya había traspasado los límites que la ropa de Leonard establecían y había adentrado su mano bajo los calzoncillos del varón, repasando de abajo arriba su virilidad.
Leonard, no satisfecho con aquello, asió a la rubia por la espalda baja y la condujo encima de él. Luego bajó sus bragas hasta la mitad de sus muslos, se tomó un momento para palmear y estrujar su culo antes de que la mujer, igual de impaciente que él, se irguiera y comenzara a rozar el pene de Leonard contra su entrada.
Aquello le agradaba: la batalla de poder entre ambos durante el sexo.
Es algo que siempre le había gustado de Sara. Le permitía rebasar sus límites y regresar satisfecho a su zona de confort.
Esa mujer era todo lo que podía desear.
Hermosa, valiente, brillante, sensual...
Por ello, una mueca de confusión asaltó su rostro al verse incapaz de proseguir el acto con ella.
-Hey... ¿Qué pasa? -le cuestionó Lance al percibir el subito cambio de humor-.
Leonard reflexionó antes de siquiera abrir la boca, pero ninguna explicación convincente -ni para él, ni para ella- afloró en su cabeza.
-No estoy seguro.
Ambos entablaron contacto visual, tratando de descifrar que era lo que ocurría.
Sara carraspeó antes de volver a hablar. La situación se había tornado algo incomoda.
-¿Quieres que continuemos más tarde?
El ojiazul permaneció en silencio tras aquella pregunta. Seguía indagando el origen de aquella extraña sensación que, muy a su pesar, no había mermado.
-¿Snart? -volvió a inquirir Sara-.
-Sí. -respondió este-. Creo que deberíamos alistarnos.
Lance no insistió más. Tan solo se retiró del regazo del varón, con una visible mueca de perplejidad arrugando su rostro.
Al sentir el peso de la rubia desvanecerse, Leonard se incorporó en la cama y salió del cuarto con rumbo al lavamanos, donde acunó sus palmas y las colocó bajo el agua que caía del grifo abierto; luego, esparció la sustancia por toda su cara, tratando de despejar su mente.
Millones de pensamientos se agolpaban dentro de su cabeza; eran tantos que no podía siquiera prestarle total atención a lo que Sara decía.
-¿Qué?
-Que si quieres ducharte conmigo.
-Ah... -soltó Snart-. Sí. Adelántate. Yo prepararé el desayuno.
La rubia soltó una carcajada sonora. Él, Leonard Snart, ¿cocinando? Ni en sueños.
-Si quieres tiempo a solas solo dilo, no uses una excusa tan tonta.
Seguido de esto, Sara rodeó el cuerpo del ojiazul y se internó en la ducha.
Leonard caviló un momento. Estaba seguro de que sabía cocinar. Excelentemente según...
¿Según quién? -se cuestionó al no recordar a la única persona que podría ratificar dicha teoría-.
¿Qué está pasando? -articuló finalmente, en un susurro-.
Se restregó la cara; las gotas que pendían de su rostro se habían absorbido hace un par de segundos y la resequedad le infundía un aspecto grave a su rostro.
Tenía la mirada perdida en la habitación de en frente. Había algo curioso emanando de ella, aunque no literal, más bien metafísicamente.
Sentía una extraña conexión con aquella alcoba; algo insólito, que nunca antes había percibido, lo obligó a encaminarse hasta el portillo. Luego, llevó la mano a la perilla, dudoso de efectuar el siguiente movimiento.
¿Qué podría haber de interesante al otro lado de la puerta? -se preguntó y, al instante, su corazón latió con fuerza-.
Al parecer su cuerpo sí lo recordaba. Su memoria corporal estaba intacta y era una pena que no comprendiera aquellas señales.
Estuvo a punto de adentrarse en el dormitorio cuando la voz de la rubia lo extrajo de aquel arrobamiento.
-¿Leonard, vienes?
-¡Un segundo! -respondió con un sentimiento parecido a impotencia atorado en la garganta tras haber sido interrumpido de aquella actividad-.
Suspiró. No tuvo más remedio que meterse a duchar con la rubia antes de que esta lo llamara otra vez.
-¿Qué te ocurre? Has amanecido... diferente.
Leonard tensó la mandíbula. Ojala él supiera la respuesta.
-Nada. Me ha caído de peso la vida.
-¿Leonard Snart está melancólico? -se burló la mujer-.
-Confundido. Hay cosas que recuerdo diferente.
-¿Cómo qué? -cuestionó la rubia mientras tallaba su cuerpo-.
-Sé cocinar.
De nuevo, la estrepitosa risa de la rubia resonó en aquel cuarto.
-¡Ya, Len!¿Cuándo has cocinado? Al menos para mí no lo has hecho. Y eso que llevamos algunos años juntos.
Leonard livideció al escuchar aquella respuesta. ¿Había dicho años?
Ahora que lo pensaba bien no recordaba con exactitud cuanto tiempo llevaban juntos. ¿Dos años? ¿Tres? ¿Media hora?
-Oye, no pongas esa cara... Tal vez fue un sueño. Y si quisieras volverlo realidad, estaría dispuesta a ser tu sous chef. Sería algo... sexy. -comentó mientras rodeaba el cuello de Snart con los brazos. Luego, añadió:-. Pero eso será después de la boda de...
Sara cambió drásticamente su expresión, palideciendo, con la expresión desencajada y los ojos vidriosos, como si estuviera a punto de soltar una lágrima.
Separó sus cuerpos, movida por aquel sentimiento repentino de tristeza e impotencia que la asaltó sin precedente alguno.
El hombre reconoció aquella transición. Era justo lo que él había experimentado por la mañana. Emociones, producto de un recuerdo a medio gestar.
-¿Todo bien?
Lance se aferró al cancel de la puerta de baño, sintiendo cómo su corazón amenazaba con salir de su pecho sin que ella pudiera hacer algo para frenarlo. Las lágrimas habían comenzado a brotar de sus ojos azules, los cuales habían enrojecido a causa de estas.
-Sí... No sé qué me ha ocurrido. Debe ser la emoción por ver a Laurel. -concluyó la rubia, dándose la vuelta y mostrando una mueca que aparentaba serenidad y alegría-.
La mujer salió de la ducha con una extraña sensación de amargura oprimiéndole el pecho cada vez que su mente dibujaba el alegre rostro de su hermana, o su lengua amenazaba con moldear las letras que configuraban su nombre.
En aquel ambiente llenó de incomodidad, la dupla se alistó en silencio y abordaron el automóvil de Snart en menos tiempo del que habían planeado.
-¿Llevas todo? Porque no daré vuelta al auto ni aunque estemos a una cuadra de distancia. Es un viaje pesado.
-Sí, señor, todo listo.
Leonard realizó un pequeño asentimiento con la cabeza, preparándose para arrancar, cuando inesperadamente las indicaciones viales, que tan seguro estaba de saberse de memoria, se esfumaron de su cabeza.
-¿Qué? ¿Has olvidado algo?
-¿A dónde dices que vamos?
Lance observó de hito en hito a Snart, antes de acercársele, examinando con cuidado su semblante, que no parecía para nada ajeno al que conocía salvo por las cejas fruncidas.
-¿Qué haces? -interrogó a la rubia, apartándose de ella conforme se aproximaba-.
-Quiero ver tus pupilas. ¿Estás drogado?
Leonard arrugó más el ceño.
-Por supuesto que no. -defendió-.
La menor de los Lance le dedico una mirada no muy convencida. Si ella no recordaba lo que ayer había ocurrido, era posible que la intoxicada fuese ella.
Se volvió a colocar en su lugar, se ajustó el cinto y le dictó la primera indicación a seguir.
-Toma la autovía 98 y sigue derecho hasta que observes un enorme letrero que diga: "Bienvenidos a Ciudad Star, propiedad de los Queen".
Ambos se mofaron, alivianando el ambiente.
Sara se combó ligeramente hacia la radio, encendiéndola y haciendo girar el dial hasta encontrar algo que le agradara.
De pronto, una extrañamente reconocible y pegajosa melodía comenzó a emitirse de las bocinas del vehículo, haciéndolas retumbar con el rítmico golpeteo de la batería.
Love,
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Viviendo con frío [EN EDICIÓN]
Fanfiction-Lisa, cariño, una cosa es que te quedes en la casa un par de noches, pero que llegues con una extraña a compartir mi comida vegana y que duerma bajo mi techo es algo muy diferente. -¡Vamos Lenny! Te estás volviendo muy gruñón, necesitas algo de com...