Stephan sonríe al saber que ya puede ser llamado amigo de Lord Leopold Sladetunham-Coburg, las conversaciones casuales en bailes, la plaza y la salida de la iglesia finalmente se han transformado en una invitación a tomar el té en casa del Lord esta tarde. El carruaje de Stephan se detiene brevemente mientras las rejas de la quinta "Mariana" -que por años ha pasado de mano en mano hasta acabar siendo propiedad del inglés- se abren para darle paso. Stephan observa el camino hasta la casa principal rodeado de altos árboles frutales y arbustos mientras su mente divaga en lo que la invitación a tomar té realmente pueda significar; sería una gran mentira decir que no se siente carnalmente atraído hacia el inglés de porte impecable, humor negro, plática sarcástica y astucia zorruna, al igual que sería muy ingenuo decir que no ha notado los delicado y bien difuminados coqueteos, los roces no accidentales y las miradas seductoras por parte del noble hacia él, lo cual mantiene viva la esperanza de que esta tarde acabe en algo más que tazas vacías y platos con migajas. Cuando el francés desciende de su carruaje ayudado por Ramiro, que realiza la función de paje, puede observar mejor la casa principal la cual es grande aunque muy sencilla y desde afuera puede apreciarse que es muy fresca en su interior pues posee grandes ventanales. En el pórtico lo espera Lord Leopold con una gran sonrisa, vestido de negro como siempre (al parecer ni las insistencias de Stephan o el calor mexicano le harán cambiar su "estilo"), y el largo cabello rojo suelto; junto a él está de pie una sirvienta mestiza y un jovencito agraciado de marcados rasgos indígenas.
-Bienvenido, my dear mon ami- dice Lord Leopold combinando tres idiomas y acercándose a su invitado; los hombres se estrechan la mano – gracias por aceptar mi invitación.
-Oh, no es nada, soy yo quien debe agradecer la invitación en primer lugar – responde Stephan.
-Manuel, conduce el carruaje a la caballerizas – dice Lord Leopold y el jovencito que estaba a su lado asiente y corre hacia a los animales. Ramiro observa con ojos suplicantes a Stephan el cual lanza un suspiro.
-¿Le molestaría si Ramiro fuera a conocer las caballerizas? - pregunta Stephan, sabiendo lo mucho que al muchacho le gustan esa clase de cosas.
-Para nada, adelante, como dicen aquí: "Mi casa es su casa".
-Gracias, mi Lord – dice el chico con una gran sonrisa de satisfacción y haciendo una exagerada reverencia que casi lo hace caer de bruces.
Ramiro corre para alcanzar a Manuel y el carruaje, Lord Leopold le guiña un ojo a Stephan y hace un gesto de invitación para ingresar a la casa, la sirvienta mestiza abre y sostiene la puerta mientras ambos caminan al interior. Stephan sonríe para sus adentros, si Lord Leopold ha pedido que se lleven a sus caballos es porque planea una reunión prolongada. El vestíbulo es enorme y exquisitamente decorado, aunque para Stephan sea demasiado sobrio ya que se ha estado acostumbrando al excesivo decorado francés que está de moda y que incluso él tiene en su propia casa.
-Tomaremos el té en la terraza – dice Lord Leopold y Stephan asiente con la cabeza.
Los dos hombres van cruzando y dejando atrás el salón, el comedor y una sala, en esta última habitación Stephan se detiene a contemplar un enorme retrato al óleo que cuelga de una pared, en él está retratada una mujer joven, muy delgada con un pomposo vestido en tonos pasteles y con un perrito faldero a sus pies; la chica en la pintura no le parece a Stephan ni remotamente bella o atractiva, es muy flaca, su cabello rubio se ve delgado y opaco, su rostro es circular, sus ojos claros son muy grandes y parecen asustados, su nariz es muy pequeña y demasiado respingada, su boca es chiquita con el labio superior más grueso que el inferior... en fin, todo en ella es antiestético, el único rasgo con un poco de gracia es su largo cuello de cisne. En opinión de Stephan, esa pobre muchacha parece un perrito de la pradera o una zuricata.
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Íntimo Secreto
RomantizmHistoria de un insólito romance durante el Segundo Imperio Mexicano.