Vals no. 5

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El salón principal del castillo está a rebosar, parejas de todas formas y tamaños pero de un sólo color de piel se mueven cuales piezas de un reloj alemán por la pista al ritmo de las melodías que Stephan dirige. Durante toda la noche, Lord Leopold no le ha dirigido a Stephan la palabra, ni una sonrisa, tan sólo una fugaz mirada en su arribo. Es la hora estelar del waltz que la emperatriz ha encargado como obsequio a su esposo, por lo cual la pareja real está al centro de la pista. Aunque nadie en el mundo había escuchado esa melodía antes, todos saben como moverse. Bueno, casi nadie, Lord Leopold la escuchó primero. Stephan voltea su mirada y mira como Carlota observa a Maximiliano mientras bailan con las manos colocadas en con tal precisión que prácticamente ni siquiera se tocan, como dicta el protocolo de baile para todos; sin embargo, cuando se tienen miradas así ¿quién necesita tocarse? Stephan devuelve sus ojos a la orquesta mientras suspira, él jamás ha mirado a nadie así. El vals finaliza y todos aplauden al maestro quien agradece con un par de reverencias y desciende de la pequeña tarima en la que estaba parado. La gente se dispersa y se reúnen en grupos de hombres y mujeres para conversar. Stephan desea salir a tomar algo de aire fresco pero su deseo se ve interrumpido cuando se percata de que la emperatriz camina directamente hacia él.

-Magnifique, monsieur Valois – dice Carlota una vez que se encuentran – fue muy hermoso, no sabría como agradecerlo.

-Que Vuestra Majestad encuentre mi música digna de sus oídos es todo agradecimiento que requiero – afirma Stephan besando la mano enguantada de la emperatriz.

-Habrá alguna manera de pagarle, seguramente.

-Ningún pago es requerido, Majestad, puesto que me ha permitido presentar mi obra ante Vuestra Majestad y sus distinguidos invitados.

-Oh, tan precioso obsequio no puede quedarse sin recompensa – insiste la también archiduquesa de Austria.

-Este ha sido un obsequio suyo a Su Majestad – dice Stephan – nadie es capaz de ponerle precio al amor.

La emperatriz fija una mirada de impresión en Stephan que él responde con una sonrisa. Stephan desvía la mirada cuando observa al emperador acercarse.

-Vuestra Majestad – dice Stephan realizando una reverencia ante Maximiliano.

-Ausgezeichnete Arbeit, mein Herr – afirma el emperador - Das schönste Ich habe gehört.

Stephan asiente confundido ante lo que espera haya sido un cumplido.

-Es francés, no austriaco, mein Liebe - dice Carlota.

-Ich weiss, ich weiss – afirma Maximiliano, tratando de disimular su descuido.

Stephan observa a Carlota que sonríe con un brillo de diversión en los ojos.

-Decía que su trabajo ha sido exquisito – dice Maximiliano.

-Oh, favor que me hace, Vuestra Majestad – responde Stephan con otra reverencia.

-Espero poder contar con su presencia más adelante en futuros eventos.

-Nada me haría más feliz.

Maximiliano extiende una mano a Stephan que éste estrecha, ya sin tanto desconcierto como la primera vez.

-Confiaba en la elección de Leo, siempre ha tenido excelente gusto.

La sonrisa que Stephan ofrece ahora, a diferencia de las anteriores, es totalmente fingida.

Finalmente el compositor se excusa y se aleja de los emperadores, caminando directamente a uno de los amplios balcones dónde un grupo de muchachas cuchichean al verlo pasar y apoyarse contra el barandal. El paisaje es sublime. Los faroles en las calles de la Ciudad de México parecen pequeñas luciérnagas moribundas detrás de los copiosos árboles del bosque.

-Lo lamento – dice un voz que hace a Stephan incorporarse de golpe – por lo de anoche.

Lord Leopold se para junto a Stephan, con la mirada en el horizonte.

-No te preocupes – responde Stephan.

-Es difícil de explicar...

-No pido explicación alguna.

Lord Leopold mira a Stephan. Stephan mira a Lord Leopold.

-La canción fue hermosa.

-Gracias.

-Charlotte está encantada.

-Lo sé.

-Max también.

-Lo sé.

Stephan devuelve la mirada al horizonte.

-Es un secreto muy íntimo – dice finalmente el británico.

-¿Qué secreto no lo es?

El silencio no puede hacerse presente puesto que los grillos le tocan su propio concierto a los chapulines bailarines. Por la mente de Stephan se repiten las bochornosas imagenes del incidente en el hotel y la aun más bochornosa manera en la que tuvo que satisfacerse a sí mismo después. Tras varios segundos, Lord Leopold se acerca a Stephan tanto que sus brazos casi se rozan, Stephan disimula un estremecimiento provocado por una mezcla de emociones.

-No soy impotente – dice finalmente Lord Leopold. Stephan deja salir involuntariamente un bufido.

-Si no te sientes atraído por mí, si no te... excito – dice Stephan con dificultad – solamente dilo y detenemos todo.

-No es eso – dice en un susurro suplicante el británico – por supuesto que me atraes, no quiero detener nada.

-Entonces no entiendo – sentencia Stephan.

-No es que no me... enciendas... es que... sólo soy medio hombre.

Stephan mira confundido a Lord Leopold que no se atreve a desviar la mirada del paisaje.

-¿Estás castrado? - pregunta Stephan susurrando lo más que puede.

-I'm a woman.

-Quoi?

-Nací siendo mujer.

Finalmente los ojos azules de Lord Leopold enfrentan los de Stephan. Nada en el mundo había preparado al músico para eso

Íntimo SecretoWhere stories live. Discover now