Vals no. 4

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Componer un vals es relativamente sencillo -si lo comparamos con una sinfonía o una ópera- pero eso no significa que crear uno de la noche a la mañana sea fácil. "Une, deux, trois... un, dos, tres... one, two, three... ein, zwei, drei..." palabras que se transforman en compases en la cabeza de Stephan. Claro, sería fácil tomar uno que ya esté listo y presentarlo pero no es el caso, la integridad como artista de Stephan le impide hacer trampa, la solicitud ha sido clara, es un vals con dedicatoria, no puede ser hecho al azar.

"Une, deux, trois... aquí podrían entrar los violines..."

"Un, dos, tres... el piano haría su primer remate..."

"One, two, three... la lira puede comenzar a destiempo..."

"Ein, zwei, drei... repetición..."

"Une, deux, trois... alguien toca a la puerta..."

"Un, dos, tres... ignora los golpes..."

"One, two, three... 'ta mare, dejen de estar chingando..."

"Ein, zwei, drei... es inútil."

Stephan deja caer la pluma, frustrado. Se levanta del escritorio de caoba, se acomoda la corbata y abre la puerta. Lord Leopold se retira el sombrero de copa al otro lado del umbral.

-¿Interrumpo? - pregunta el británico.

"Claro que interrumpes" piensa Stephan.

-Por supuesto que no, adelante – dice Stephan haciéndose a un lado para permitir el paso a su visitante.

Lord Leopold se retira la larga gabardina negra con bordados color rojo que llevaba puesta para protegerse del frío exterior. No lleva saco lo cual permite ver el elegante chaleco color vino que lleva sobre su camisa, el chaleco es tan ceñido que dejar ver la exacta circunferencia de su formada cintura, la cual hace lucir más amplia su masculina espalda. Stephan no puede evitar morderse un labio ante la atractiva visión.

-¿No traes escolta? - pregunta Stephan.

-Se han quedado abajo – responde Lord Leopold – ni loco saldría a la calle completamente solo.

Y el lord tiene razón en su afirmación pues la monarquía es tan amada como odiada en la capital del nuevo imperio. En tiempos como estos, nadie con un apellido rimbombante debe salir solo a la calle, menos si ese apellido rimbombante termina en Coburgo que rima con Habsburgo. Stephan observa como el casi príncipe coloca su gabardina y sombrero en el respaldo de una silla. Leopold lo mira y sonríe, caminando directamente al escritorio dónde sus partituras yacen regadas por toda la superficie.

-¿Es lo que Charlotte te pidió? - pregunta Lord Leopold, apuntando.

-Sí – responde Stephan acercándose.

Lord Leopold toma una de las partituras entre su manos, la contempla un minuto y la devuelve a su exacta posición original.

-Desearía haber puesto atención en mis lecciones de música, no entiendo nada – dice finalmente y Stephan ríe.

-Podría enseñarte – le dice Stephan acercándose un poco más.

-¿Podrías tararealo?

-Podría.

Stephan toma la misma partitura que Lord Leopold acaba de dejar y tararea los primeros compases, no dura más que quince segundos.

-Es todo lo que tengo – dice finalmente.

-Suena bien – dice Lord Leopold sonriendo – podría encargarte uno para el cumpleaños de Michaela.

Stephan fuerza una sonrisa.

Íntimo SecretoWhere stories live. Discover now