El sonido de las tijeras y los ruidos exteriores son lo único que evitan que la sala esté en completo silencio. Stephan lee el folletín mientras doña Angélica le corta el cabello, los dorados mechones caen al suelo al ritmo del pesado reloj alemán de pared. En el folletín no hay más que anuncios de bálsamos, publicidad de doctores y abogados; un par de aburridas noticias y la continuación de la historia que tanto emociona a Magda. Stephan intenta leerla pero al no haber leído los capítulos anteriores no tiene idea de quién es quién y que está pasando; por eso nunca le han gustado esas historias, demasiado relajo para que luego todas acaben igual. El hombre cierra el folletín y lo coloca en la mesita junto a él.
-Doña Angélica.
-Dígame.
-¿Usted cree que debería casarme?
La pregunta toma tan desprevenida a doña Angélica que casi se corta un dedo.
-Monsieur! Ni siquiera sabía que tuviera una novia – dice doña Angélica tratando de reponerse.
-No la tengo por eso le pregunto ¿cree que debería conseguirme una? Una formal, quiero decir.
-Pues... - doña Angélica se muerde los labios por dentro.
-¿Pues...? - pregunta Stephan, animándola para continuar.
-Pues que usted se casara sería lo más apropiado – dice finalmente la mujer.
-Eso suena a que tiene un pero.
Doña Angélica suspira y coloca las tijeras sobre la mesita, rodea el sillón en el que Stephan está sentado para hablar frente a frente con él.
-Pero... - continúa el ama de llaves – su estilo de vida no va con eso, monsieur, a usted le gusta su independencia y moverse de un lado a otro, con una esposa eso ya no sería tan fácil.
-Eso pensaba.
-¿Puedo preguntar a qué se debe esta pregunta? valga la redundancia.
-Es que... - comienza a decir Stephan pensando si debe decirlo o no.
-No tiene que decirme si no lo desea.
-No, si le estoy pidiendo su consejo es porque me interesa saber que piensa. He estado pensando en que tal vez debería tener hijos.
Es imposible no notar como los ojos de doña Angélica se abren en sorpresa a pesar de que su semblante sigue igual, lo que le da la apariencia de un búho.
-Bueno, ciertamente todo hombre necesita herederos – dice doña Angélica – y lo más apropiado es tenerlos dentro de un matrimonio, especialmente si quiere mantenerse en la corte del emperador.
-Lo sé, lo sé.
-Debo confesar que no me imaginaba que usted tuviera esta clase de inquietudes.
-¿Por qué no?
-Pues porque usted es... ya sabe... moderno.
-¿Moderno?
-Más abierto en cuanto a cuestiones de amores se refiere.
Stephan sabe perfectamente lo que doña Angélica intenta decir, la pobre mujer de costumbres arraigadas dignas del virreinato ha tenido que sufrir el ver hombres y mujeres entrar y salir de esa casa sin poder pronunciar palabra al respecto. Stephan reprime una risilla.
-Tal vez es la edad – responde finalmente Stephan.
-¿Realmente quisiera tener hijos?
-A veces.
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Íntimo Secreto
RomanceHistoria de un insólito romance durante el Segundo Imperio Mexicano.