Los violines, las arpas y el piano inundan el salón de baile mientras los pesados vestidos de las damas barren el suelo. La elegancia ha llegado a México y con ella también llegó el ridículo exceso. Stephan Valois le da un trago a su segunda copa de vino de la noche, tuvo que esperar mucho desde su huída del ejército francés durante la primera intervención hasta este momento para volver a tener algo de lo que había dejado atrás. Alto, blanco, delgado, rubio, ojiazul y apuesto, vestido con su impecable traje de gala color marfil, Stephan es el objetivo de casi todas las jóvenes solteras que esperan ansiosas saber a quién invitará a bailar dado que el protocolo evita que alguna de ellas dé el primer paso. Pero esta noche a Stephan no le apetece bailar, esta noche sólo quiere contemplar, después de todo para él un baile no es nada, él no tiene intenciones de encontrar una prometida y ninguna de esas estiradas,frígidas jóvenes pseudo-nobles lo dejaría escabullirse bajo sus faldas. Así que Stephan sólo observa, escucha y bebe.
-Señor Valois, he encontrado a un chaval que podría ayudarle – le dice repentinamente un adolescente de cabello oscuro, su nombre es Ramiro, un españolete criollo que le sirve y a quién le ha encargado averiguar si en esa fiesta se encuentra alguien que pueda introducirlo a la corte. Stephan ha conseguido que sus credenciales como hijo de un general francés le permitan escabullirse dentro de la "nueva nobleza" en formación, aunque aún sin un trato directo con la corte real.
-¿En serio? - pregunta un poco incrédulo el francés.
-Sí, y esta vez es seguro – dice convencido el joven Ramiro el cual no es precisamente importante o de una familia relevante pero que es lo suficientemente apuesto para hacerse pasar por un señorito y conseguir información, aunque debe insistir ya que ha fracasado un par de ocasiones en su misión, sólo consiguiendo que Stephan entable amistades con personas que al final resultan no ser nadie.
-Ese de ahí – dice Ramiro apuntando al otro extremo del salón.
Stephan observa con detenimiento y le gusta lo que ve. Un hombre joven de altura considerable, piel muy pálida y rasgos sumamente finos está de pie dónde Ramiro apunta, lo que más resalta es su largo cabello rojo que lleva atado en una coleta; a diferencia de los otros hombres ahí que visten la última moda vienesa o parisina, aquél hombre viste un sobrio traje negro pero con una camisa blanca con olanes y encajes, moda que Stephan identifica de inmediato.
-¿Británico? - pregunta a Ramiro, mientras le hace una señal para que baje la mano.
-Inglés – responde el muchacho mientras asiente.
-¿Y quién es?
-Un tal Lord Leopold no-se-qué.
Para decirse "español" Ramiro es tan cortés y elegante como Chona, la cocinera mexica de Stephan.
-Leopold... no he escuchado de ningún Lord Leopold – dice Stephan escéptico – y dudo que un inglés sea tan importante. Necesito que me encuentres un austriaco o un francés.
-Es que acaba de llegar – dice Ramiro, seguro de que esta vez hizo un buen trabajo – según Margarita, la hija de Doña Ponce de Castillo, es primo de la Emperatriz – Ramiro sonríe cuando Stephan lo mira sorprendido – que es sobrino de la Reina Victoria.
-¿Y qué hace un sobrino de la Reina Victoria por aquí?
-Eso sí, no sé.
Stephan se queda en silencio y observa de nuevo al Lord "no-se-qué" que continúa de pie, completamente sólo en su rincón. Si quiere abordarlo, este es el momento preciso.
-De acuerdo – dice finalmente – pero si resulta que sólo es chisme y que no es nadie, te despido.
Ramiro asiente emocionado, muy seguro de sí mismo. Stephan atraviesa el salón ante las miradas de las jóvenes que están sentadas en espera de una invitación y que rápidamente acomodan sus ya de por sí rígidas posturas, pero todas son monumentalmente ignoradas. Un mesero que pasa por ahí con su bandeja de copas de vino es detenido por Stephan quien toma dos y continúa su camino. Se detiene a una prudente distancia y observa al joven pelirrojo que, en ese justo instante, le da un último trago a su copa que ahora está vacía. Stephan toma aire, coloca su sonrisa más encantadora y camina directo al joven.
-¿Vino? - dice ofreciendo una de las copas.
El joven lo observa y Stephan nota que sus ojos son de un profundo color azul, mucho más profundo que los suyos que más bien son pálidos. El joven se ve algo confundido, observa a Stephan, luego la copa que éste le ofrece y asiente levemente mientras la toma con una mano enguantada.
-Gracias – dice el joven casi en un susurro mirando a Stephan de nuevo a los ojos.
-Soy Stephan Valois – se presenta éste haciendo una leve reverencia.
-Lord Leopold Sladetunham-Coburg – responde el joven con una leve sonrisa y un marcado acento europeo, aunque Stephan no se atrevería a decir que es británico al cien por ciento.
-¿Lord? ¿Es usted de la Gran Bretaña, señor? - pregunta cortésmente Stephan, sin dejar de sonreír.
-Así es y supongo que usted ha de ser francés.
-Uno de tantos – responde Stephan y Lord Leopold se permite una leve risa – aunque no he de decir lo mismo de usted, no se oye de muchos británicos por aquí.
-Y no los hay – responde el joven con un poco más de confianza – he venido porque se me ha solicitado.
-¿Negocios?
-No, no precisamente, más bien ha sido un... ammm... ¿petición? - pregunta algo indeciso y Stephan asiente – un petición familiar – finaliza.
-¿Tiene familia en México, entonces? - pregunta Stephan rezando porque Ramiro no le haya mentido.
Lord Leopold agranda su sonrisa y le da un trago a su copa de vino.
-Sí, monsieur, tengo familia aquí – responde finalmente – pero eso usted ya lo sabe.
-¿Perdón? - dice Stephan fingiendo demencia con un rostro de de falsa confusión.
-Si no fuera así, no estaría hablando conmigo.
Stephan se paraliza al verse descubierto, Lord Leopold le da otro trago a su copa sin despegar los ojos del francés.
-Ammm... señor... - comienza a decir Stephan tratando de encontrar las palabras para justificarse antes de salir corriendo de ahí avergonzado.
-Está bien, no me molesta, al menos usted lo ha disimulado – dice Lord Leopold – no como las otras ratas trepadoras tan descaradas que se me han acercado esta noche.
-Que vergonzoso – afirma Stephan, bajando la mirada – usted ha de creer que yo soy una de esas ratas...
-Para nada, my dear – dice Lord Leopold interrumpiendo y Stephan lo mira de nuevo – la clase se distingue a millas de distancia.
Lord Leopold sonríe y Stephan le devuelve la sonrisa.
-No tiene nada de que avergonzarse – afirma Lord Leopold – así funciona este mundo. La emperatriz es mi prima por parte materna y el emperador por parte paterna - Stephan abre los ojos sorprendido, ese último dato era desconocido para él hasta ese momento -Y usted es hijo del General Gustav Valois y además es compositor de un par de los exquisitos valses que hemos escuchado esta noche.
Stephan mira sorprendido a Lord Leopold.
-Yo también tengo mis investigadores, monsieur Valois, y los he puesto a trabajar desde que lo vi esta mañana saliendo de la catedral, espero que no le ofenda.
-No me ofende pero me intriga – admite Stephan - ¿Por qué Su Excelencia ha investigado sobre un servidor?
-Espero que por la misma razón que usted lo ha hecho – dice Lord Leopold- porque me interesa.
-¿Le intereso?
-Pocas veces he escuchado melodías más deliciosas o visto una sonrisa tan encantadora.
Lord Leopold le guiña un ojo al desconcertado Stephan que sólo alcanza a sonreír de nuevo antes de chocar su copa con la del inglés. Cuando acaban de sorber los líquidos en sus copas, ambos se relamen los labios y sonríen pícaramente. Ramiro sin duda recibirá unos buenos honorarios.
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Íntimo Secreto
RomanceHistoria de un insólito romance durante el Segundo Imperio Mexicano.