Vals no. 12

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Cuando Stephan abrió los ojos no tenía idea de dónde estaba ni por qué estaba ahí, lo único de lo que tenía certeza es de la sensación de martillazos en su cráneo. Tuvieron que pasar varios minutos para que poco a poco las ideas y los recuerdos tomaran sus posiciones debidas dentro de su cabeza. Mira a su alrededor, está en una enorme habitación con muebles grandes de refinados detalles, esculturas, candiles de oro macizo y una alfombra de detalles góticos en el suelo; la cama en la que se encuentra es probablemente la cama más grande en la que jamás ha dormido. Al mirar a su lado puede ver a Leopold profundamente dormido boca abajo; los mechones del largo cabello pelirrojo se extienden por su espalda y sobre la almohada. Stephan lo observa y se da cuenta de que ni siquiera en esa posición de vulnerabilidad se puede percibir algún rastro de femineidad en el lord. Incluso su suave respiración no hace más que resaltar los músculos en su espalda. El francés siente que podría pasar todo el día observando a Leopold, la manera en que los rayos de sol que se cuelan por entre las cortinas lo iluminan hacen que parezca un retrato renacentista. Stephan ríe un poco al recordar algunas escenas de la noche anterior. El silencio es roto por unos golpes en la puerta que sobresaltan al músico.

-¿Su Excelencia? ¿Está usted ahí? - pregunta una voz masculina.

El corazón de Stephan se acelera un poco y comienza a dar ligeros empujones al británico.

-¡Leo! ¡Leo! - dice lo suficientemente bajo para no ser oído desde afuera pero lo suficientemente fuerte para despertar Leopold.

-¿Mmhmm...? - se queja Leopold mientras intenta abrir los ojos.

-Alguien toca a la puerta – dice Stephan.

-What...? - pregunta el inglés totalmente desconectado.

-¿Don Leopoldo? - pregunta la voz al otro lado de la puerta.

Como si alguien le hubiera inyectado algo, Leopold se incorpora abriendo sus azules ojos de golpe.

-Fuck! - exclama - ¡Stephan! - dice al notar la prescencia de éste - ¡Hide!

-¿Qué?

-¡Escóndete!

Desconcertado y casi a empujones Stephan cae de la cama, desapareciendo detrás de ésta. Desde donde está, escucha los pasos de Lord Leopold dirgiéndose a la puerta, el sonido de tacones le hacen suponer que el británico ni siquiera se quitó los botines para dormir. El sonido de la puerta abriéndose lo hace dejar de respirar involuntariamente.

-Su Excelencia, buenos días – dice la voz.

-Buenos días, José Luis.

-Excelencia, el emperador quiere saber si lo acompañará durante el almuerzo.

-¿El amuerzo?

-Es la una de la tarde, señor.

-Oh... sí, claro – dice la voz ronca de Lord Leopold – dicúlpame con el emperador, José Luis, pero no podré acompañarlos, debo volver a casa.

-Entendido, Excelencia, yo le informaré a Su Majestad.

-¿Algo más?

-Sí, señor... – un cortísimo silencio se hace presente – la... la emperatriz hace la misma pregunta para monsieur Stephan.

En un gesto de derrota, Stephan deja caer su cabeza sobre la alfombra, golpeando su frente.

-Amm... no, tampoco. Él se va conmigo.

-Entendio, Excelencia, con su permiso.

-Adelante.

El inconfundible sonido de la puerta cerrándose hace a Stephan levantarse y mirar a Leopold, el inglés se encoge de hombros con una sonrisa de resignación.

Íntimo SecretoWhere stories live. Discover now