Vals no. 13

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A pesar de que esta es su época del año favorita por el clima, Stephan ya no quería salir de casa. Nada tiene que ver el fresco que se convierte en frío o lo ajetreada que se pone la ciudad, sino porque cada vez que pone un pie fuera de su casa, como si fuera una cruel broma del destino, tenía que toparse con Leopold. Y el lord no sólo no le dirigía la palabra, ni siquiera se dignaba a mirarlo. De pronto, como por arte de magia, el británico despareció por una semana completa y nadie parecía saber nada. Stephan llegó a sospechar que tal vez se había mudado a la Ciudad México o que, peor aún, había regresado a Europa y eso lo estaba matando pues, tiene que admitirlo, realmente se ha enamorado. Pero este domingo Leopold ha reaparecido como si nada hubiera pasado. El inglés ha asistido a la misa en la catedral a la misma hora que Stephan. No es un lugar raro para "encontrarse";no es que Stephan sea realmente religioso pero está entre sus"responsabilidades" asegurarse que Ramiro asista a misa cada semana si no quiere a una doña Angélica de mal humor toda la semana; en el caso de Leopold no es secreto que, como sus primos regentes, es un ferviente defensor de la Iglesia Católica. Es también a causa de Maximiliano y Carlota que ahora las misas son"mixtas". Antes los ricos asistían de día y los pobres de tarde; ahora -muy a pesar de los aristócratas y las clases altas- se ha permitido a todos asistir cuando lo deseen aunque, claro, los indios escuchan de pie, no porque este estipulado ni nada, lo hacen más bien por los más de trescientos años de costumbre. Ya una vez acabada la ceremonia, Stephan busca la manera de salir lo más rápido de ahí para evitar encontrarse de frente con Leopold pero el montón de indios de pie en las entradas impiden que la misión de escape se lleve a cabo a la velocidad deseada. Cuando finalmente el francés sale del sagrado recinto, respira con alivio.

-Monsieur– dice una delgada voz detrás de él.

Al darse la vuelta, Stephan se tensa al toparse con la menuda figura de Lady Michaela.

-Madame– responde haciendo una reverencia y notando que Leopold no está alrededor.

-He notado que ya no visita tan frecuentemente la quinta ¿puedo preguntar el por qué? -pregunta directamente la mujer en un muy aceptable francés.

-Con todo respeto, Milady, creo que eso debería preguntárselo a su esposo – responde el músico, tratando de zafarse de la incómoda situación.

-Lo he hecho pero se niega a responderme – justifica la mujer – es como si ni siquiera me escuchara.

-Esa debería ser respuesta suficiente – dice Stephan intentando no sonar grosero o dolido.

-Sí, lo supongo – la dama abre su abanico y lo mueve antes de lanzar un suspiro -lamento haberlo molestado.

-No es molestia alguna– responde Stephan, mintiendo.

-Con su permiso.

-Propio – responde Stephan en español.

Lady Michaela da un par de pasos pero se detiene justo junto al oído de Stephan.

-¿Monsieur?- susurra cubriéndose la boca con el abanico.

-Diga – responde Stephan, igualmente en un susurro.

-Si quiere recuperar las atenciones, deberá ser usted quién se disculpe, aún si no se tuvo la culpa.

-¿Perdón? - pregunta Stephan sorprendido.

-Su educación le impide poner a un lado su orgullo.

-Me temo que no le entiendo – dice Stephan fingiendo demencia.

-Sólo le digo que no se preocupe, así es ella.

Stephan sigue con la mirada sorprendida a Lady Michaela y es cuando nota a Leopold de pie a unos tres metros de ellos, el francés puede notar en su mirada que el británico fue testigo del intercambio de palabras. Por primera vez en días, ambos se sostienen las miradas. Cuando la delicada mano enguantada de Lady Michaela se desliza por el brazo de Leopold,Stephan nota que el británico tiene una mano vendada. Tiene que aguantarse las ganas que siente de correr y preguntarle que le ha sucedido.

Íntimo SecretoWhere stories live. Discover now