-Mi nacimiento fue complicado, mi madre falleció en el parto.
Lord Leopold le entrega un pedazo de tortilla al príncipe Agustín que está sentado en su regazo en el pasto y éste se lo avienta a los patos del estanque, bueno, al menos eso intenta pues la tortilla cae a escasos centímetros de ellos, los patos corren para alcanzarla.
-Cuak, cuak... pato– dice el príncipe señalando.
-That's right, luv, pato – dice Lord Leopold.
Stephan contempla la escena a unos centímetros de distancia, igualmente sentado sobre el verde césped. La extraña conversación en la fiesta se vio interrumpida cuando el emperador solicitó la presencia de su primo, dejando a Stephan con demasiadas dudas. Hoy, con la luz de un día nuevo, espera que éstas sean aclaradas.
-Por generaciones ininterrumpidas mi familia ha tenido hijos únicos, todos varones. Mi padre vio en mi nacimiento como mujer y en la muerte de mi madre un terrible presagio o, tal vez, un castigo divino, Who knows. Intentó asesinarme, a consejo de un estúpido monje que le servía, pero no tuvo el corazón.
Agustín extiende la manita y Lord Leopold coloca otro pedazo de tortilla en ella.
-Decidió que lo mejor es que nadie supiera que no era hombre. Me bautizó como Leopold y me creció como varón. Wait, no es para ti darling – Lord Leopold interrumpe su relato para evitar que Agustín se coma la tortilla – Bueno, crecí como hombre, en mi propia mente siempre fui hombre. No supe que no lo era hasta los ocho años cuando una nanny de Max intentó bañarnos juntos y por primera vez vi el cuerpo de otro... de un niño desnudo. La mujer armó un alboroto, fue despedida y acusada de calumniadora. La encerraron. Padre me lo explicó todo o al menos lo intentó.
El pequeño príncipe se suelta del agarre de su "primo" y se pone de pie para acariciar a los patos.
-Con cuidado darling – dice Leopold sin depegar la mirada del infante – cuando llegó la adolescencia, ocurrió el "milagro" - Leopold suspira hondamente – mi... sangrado nunca llegó. Mi voz cambió, mi espalda se amplió y mi padre estaba seguro que Dios finalmente había escuchado sus plegarias.
-¿Tú crees eso? - pregunta Stephan, primeras palabras que dejan su boca en todo lo que va del día.
-Sí, creo ¿Cómo lo explicas? - responde el lord mirando a Stephan.
"¿Casualidad?" piensa Stephan pero no dice nada.
-No ha sido fácil, obviamente – Leopold se inclina para tomar de nuevo a Agustín entre sus brazos pues el niño se acerca peligrosamente a la orilla del estanque – pero he aprendido a vivir con esto. Si no fuera noble, probablemente estaría en un freak show así que soy agradecido por mi vida.
-Según tú, Dios te hizo esto ¿aún así le agradeces?
-¿Quién soy yo para cuestionarlo?
-¿Quién más lo sabe? - pregunta Stephan, alejando de la plática de la teología.
-Su majestad Victoria, Max, Charlotte, Michaela...
-Aún así aceptó casarse contigo - afirma Stephan en lugar de preguntar.
-Ella no sabía. Lo supo en la noche de bodas.
-¿Qué hizo?
-¿Qué podía hacer? No es bella y su dote no era tan grande como se esperaría. Regresó llorando con su padre. "Un Coburg es un Coburg, tenga pene o vagina" fueron las sabias palabras de mi suegro. Yo, un fenómeno con título y apellido, fui el mejor trato que pudo conseguir.
-¿La amas?
-La compadezco y me preocupo por ella.
-¿Alguien más sabe?
-Nadie fuera de la familia... sólo tú. Y no sé por qué sabes.
-Sé porque me has dicho.
-Yo no sé por qué te he dicho ¿Quién eres, Stephan Valois?
Stephan se encoje de hombros.
-¿Has visto algún doctor? - pregunta el francés.
-Muchos. Androgynous Syndrome, dijeron – responde Leopold – uno muy grave, ninguno había visto algo así.
-¿Y entonces? - pregunta el francés.
-¿Qué?
-¿Eres hombre o mujer?
-Ya te lo he dicho.
-No, me has explicado una condición, no me has dicho qué eres.
-Biológicamente una mujer, socialmente y legalmente un hombre.
-Tú, Leopold ¿qué eres para ti?
Lord Leopold contempla a silencio a Stephan que lo mira casi retadoramente.
-Ninguno de los dos – dice finalmente el inglés.
-Único en el mundo – responde Stephan sonriendo.
Los patos graznan mientras pelean por los pedazos de tortillas que el príncipe arroja.
-Entenderé si ya no quieres tener nada que ver conmigo – dice finalmente Lord Leopold mientras ahuyenta a los patos.
-¿Y quién dijo algo así? - pregunta Stephan.
Stephan nota en la mirada de Leopold que ya no tiene idea de qué más decir. Ambos saben que no es necesario recalcar que aquello es un secreto que no debe repetirse.
-Tengo hambe – dice Agustín dando por terminada la plática.
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Íntimo Secreto
RomanceHistoria de un insólito romance durante el Segundo Imperio Mexicano.