Benvid@/ Bienvenid@ :)
Aquí encontrarás historias curtas fantásticas, cotiás e dramas/ historias cortas fantásticas, cotidianas y dramas
@EverythingBegin
🚫: No copias ni adaptaciones
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Silencio.
Simplemente silencio.
Solo interrumpido por ruidos lejanos; el caminar, el cerrar puertas, el abrir ventanas… Típico rumor urbano.
Pero más allá, está el murmullo del silencio.
¿Puedes escucharlo?
Esos puntos que llegan a tus oídos, esos silbidos susurrados.
¿No los escuchas?
Concéntrate.
Es algo que siempre nos acompaña, siempre está ahí. No nos abandona, sobre todo cuando queremos reflexionar con nosotros mismos.
Ese rumor sabe lo que nos pasa, sabe lo que callamos, lo que no decimos...
Lo sabe... porque se lo contamos.
Cada vez que hablamos con nosotros mismos, escucha despacio, dejando que nos desahoguemos, que le digamos lo que nos preocupa, lo que nos mantiene intranquilos.
No nos juzga, no nos crítica, no nos habla… Solo escucha.
Y, a veces, es el único que necesitamos, que nos escuchen.
Y él lo hace, sin rechistar, sin mirar… Solo nos toca.
Por eso nos acompaña siempre, para que nos liberemos, cuando queramos, cuando podamos, cuando no haya nadie más.
Además, nos incitan a hablar, a darnos nuestra opinión, a que no nos importe si podemos decir lo que pensamos o no.
Este nos ayudan más de lo que creemos, ya que nos ayuda a conocernos, a soltar la carga que llevamos encima, a reflexionar, a escucharnos, a darnos más importancia a nosotros y menos a las cosas hirientes que nos dicen.
Pero ni siquera nos damos cuenta de que existe.
Él no se queja, no puede, pero tampoco es que quiera quejarse.
Su función es estar ahí, siempre, sobre todo cuando lo necesitemos.
Eso es algo que buscamos mucho en las personas, pero que nos cuesta mucho, demasiado, encontrar.
La razón la tenemos en él.
El rumor del silencio nos enseñan, que para que nos escuchen, primero tenemos que escucharnos a nosotros mismos, dar importancia a nuestra opinión, no solo a la de los demás.
Y, además, nos da ejemplo de lo que tenemos que hacer cuándo alguien nos habla: guardar silencio. No tenemos que mirar a la persona con desprecio, ni desaprobación, ni angustia, ni nada… solo escucharla, estar ahí siempre que nos necesite.
Si queremos encontrar "algo", primero tenemos que ser nosotros ese "algo". Y si no lo encontramos, siempre tendremos el murmullo del silencio a nuestro lado.