Capítulo 5 // Apolo

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P.O.V Percy.


Artemisa había asegurado que se acercaba el amanecer, pero nadie lo habría dicho: estaba todo más oscuro, más frío y nevado que nunca.

Las cazadoras levantaron el campamento tan deprisa como lo habían montado.

Ellas parecían tan tranquilas en medio de la nieve, pero yo aguardaba tiritando mientras Artemisa escudriñaba el horizonte por el este. Bianca se había sentado más allá con su hermano. Ya se veía por la expresión sombría de Nico que estaba explicándole su decisión de unirse a la Cacería. Desde luego, ella había sido muy egoísta al abandonar a su hermano de aquella manera.


Thalia y Grover se me acercaron, deseosos de saber lo que había ocurrido durante mi audiencia con la diosa.


Cuando se lo conté, Grover palideció.


-La última vez que las cazadoras vinieron al campamento, la cosa no fue demasiado bien.


-Y Bianca se ha unido a ellas -dijo Thalia, indignada-. La culpa la tiene Zoë. Esa presumida insoportable...


-¿Cómo va uno a culparla? -dijo Grover, suspirando-. Toda una eternidad con Artemisa...


Thalia puso los ojos en blanco.

-Sois increíbles los sátiros. Todos loquitos por Artemisa. ¿No comprendéis que ella nunca va a corresponderos?


-Es que... le va tanto la onda de la naturaleza. -Grover parecía casi en trance.

-Estás chiflado -le espetó Thalia.


-Me chifla, sí -dijo Grover, soñador-. Es cierto.

-Creó que necesitas una novia, chico cabrá.- dijo Luka bajando de un árbol con su arco en la espalda.

-¿Siempre eres tan sigiloso?- le dijo Thalía.

Luka se encogió de hombros

-Solo cuando quiero.



* * * * * * * * *


El cielo empezó a clarear por fin. Artemisa murmuró:


-Ya era hora. ¡Es tan perezoso en invierno!

-¿Estás esperando, eh... la salida del sol? -le pregunté.

-Sí, a mi hermano.

Yo no quería ser grosero. Es decir, conocía las leyendas sobre Apolo (otras veces, Helios) conduciendo por el cielo el gran carro del sol. Pero también sabía que el sol es una estrella situada a no sé cuántos millones de kilómetros. Ya había

asimilado la idea de que algunos mitos griegos fueran ciertos, pero vamos... no

lograba imaginarme cómo iba a arreglárselas Apolo para conducir el sol.


-No es exactamente lo que tú crees -me dijo Artemisa, como si me leyese el pensamiento.

-Ah, bueno. -Empecé a relajarme-. Entonces no es que vaya a llegar...

Hubo un destello repentino en el horizonte y enseguida una gran ráfaga de calor.

-No mires -me advirtió Artemisa-. Hasta que haya aparcado.

Elizabeth y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora