Capítulo 20 // Presa Hoover.

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P.O.V Elizabeth.

Nos pusimos en marcha, las paredes de roca se alzaban imponentes, su sombra hacía que el ambiente estuviera frío aúnque el clima estuviese despejado.

Caminamos en silencio, no había mucho en que distraerse, Zoë caminaba hasta atrás, parecía algo perdida con la noticia de que Bianca estaba viva aunque en un principio se mostró muy contenta.

—¿Que tanto piensas? —le interrogue mientras los demás de alejaban un poco.

—Me cuestiono las decisiones que he tomado —dijo un poco triste.

La miré extrañada y ella suspiró.

—Te contaré algo, hace mucho tiempo, cuando una cazadora fallaba en una misión dada por nuestra señora, la cazadora se sentaba en un lugar apartado del resto y reflexionaba lo que había hecho mal.... lo que la condujo al fracaso.

—Pero tu no has fallado en tu misión —le dije, ella desvío la mirada al cielo.

—Pero siento como sí lo hubiera hecho, como si hubiera fracasado —su tono era triste —Casi pierdo a dos compañeras en una noche, empujé a Bianca a esta búsqueda sin que tuviera un entrenamiento adecuado. Ahora está muy grave y todo por mi imprudencia... —al final se le quebró la voz.

—Ella estará bien Zoë —le puse la mano en el hombro y me volteó a ver —Estoy segura que ella no te culpa por nada, así que no te culpes.

Ella me dedico una sonrisa triste.

—Ambas tienen un corazón bondadoso. Pero en cierto modo le fallé a mi señora, le prometí que te protegería, por eso no quería que vinieras en primer lugar y a pesar de todo, hoy casi mueres —la mire sorprendida, ella parecía algo nerviosa —Además, fui dura cuando rechazaste la propuesta de unirte a las cazadoras, lo siento. Pero realmente creía que tú o Bianca podrían llegar a ser lugarteniente de las cazadoras.

—Vamos Zoë, ese puesto lo ocupas tú y estoy segura que haces un grandioso trabajo.

Ella retorció la correa de su carcaj. Parecía más cansada que nunca.

—No hay nada que dure para siempre, Elizabeth. Durante dos mil años he dirigido la Cacería, pero mi sabiduría no ha aumentado. Ahora, Artemisa corre peligro y no pude hacer nada para impedirlo.

—No te culpes por cosas que no puedes controlar, Zoë. ¿Como podrías haber sabido lo que iba a pasar?

—Talves, si hubiera insistido en ir con ella...

—¿Y crees que habrías sido capaz de combatir con algo tan poderoso como para secuestrar a la misma Artemisa?

Zoë no respondió.

—¡Eh, ustedes dos! —nos dijo Thalía —no se queden muy atrás, ¿Bien?

Zoë y yo, cruzamos nuestra miradas y con un acuerdo silencio, alcanzamos a nuestros amigos.

Seguimos caminando un buen rato más, hasta llegar a una presa, un dique tan grande como un estadio de fútbol se alzaba ante nosotros cerrándonos el paso.

—¡La presa Hoover! —exclamó Thalia—. ¡Qué genial!

Nos quedamos boquiabiertos contemplando aquel muro curvado de hormigón que surgía de pronto entre las dos paredes del cañón.

—Doscientos metros de altura —Soltó Percy —Construida en los años treinta.

—Treinta y cinco mil kilómetros cúbicos de agua —añadió Thalia.

Solté un suspiro.

—El mayor proyecto constructivo de Estados Unidos —dije finalmente.

Zoë nos miró perpleja.

Elizabeth y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora