Capítulo 17 // El Vertedero.

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P.O.V Elizabeth.

—¿Qué es lo que quería? —preguntó Bianca cuando les conté quién era la ocupante de la limusina.

—Pues... en realidad no estoy segura —mentí —Me dijo que tuviéramos cuidado en la chatarrería de su marido. Y que no tomemos nada.

Zoë entornó los ojos.

—La diosa del amor no haría un viaje sólo para deciros esa tontería. Tendrán que cuidarse, Afrodita ha llevado a muchos héroes por el mal camino.

Thalía me tomó del hombro, yo me estremecí.

—Por primera vez, coincido con Zoë — me dijo ella —Elizabeth, no puedes confiar en Afrodita.

—S...si —dije desviando la mirada avergonzada.

No podía creer lo que dije dentro de la limusina, sentí mi cara completamente roja.

—¿Hey, estás bien? —dijo Thalía acercándose —estas algo roja.

Mi corazón se aceleró y maldije a la diosa del amor ¿Que es lo que me había hecho?

—No es nada —menti —debe de ser por haber montado todo el día al jabalí.

Grover me miraba divertido, por lo que sabía los sátiros puedes sentir tu estado de animo, ahora daba la impresión que sabía de qué había hablado con la diosa.

—Bueno —dije deseando cambiar de tema —¿y cómo vamos a salir de aquí?

—Por este lado —señaló Zoë —Eso es el oeste.

—¿Cómo lo sabes?—respondió Percy

Zoë puso los ojos en blanco y señaló el cielo.

—La Osa Mayor está al norte —dijo—. Lo cual significa que esto ha de ser el oeste.

Señaló la constelación del norte, que no resultaba fácil de identificar porque había muchas otras estrellas.

—Ah, ya —dijo Percy —El oso ese.

Zoë pareció ofenderse.

—Habla con respeto. Era un gran oso. Un digno adversario.

—Lo dices como si hubiera existido.

—Chicos —interrumpió Grover—. Miren.

Habíamos llegado a la cima de la montaña de chatarra. Montones de objetos metálicos brillaban a la luz de la luna: cabezas de caballo metálicas, rotas y oxidadas; piernas de bronce de estatuas humanas; carros aplastados; toneladas de escudos, espadas y otras armas.

Todo ello mezclado con artilugios modernos como automóviles de brillos dorados y plateados, frigoríficos, lavadoras, pantallas de ordenador...

—Uau —dijo Bianca —Hay cosas que parecen de oro.

—Lo son —respondió Thalia, muy seria —Como ha dicho Elizabeth, no toquen nada. Esto es la chatarrería de los dioses.

—¿Chatarra? —Grover recogió una bella corona de oro, plata y pedrería. Estaba rota por un lado, como si la hubiesen partido con un hacha —¿A esto llamas chatarra? —Mordió un trocito y empezó a masticar —¡Está delicioso!

Thalia le arrancó la corona de las manos.

—¡Hablo en serio!

—¡Mirad! —exclamó Bianca. Se lanzó corriendo por la pendiente, dando
traspiés entre bobinas de bronce y bandejas doradas, y recogió un arco de plata que destellaba —¡Un arco de cazadora!

Elizabeth y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora