Capítulo 15 // La Presencia...

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P.O.V. Elizabeth.

Habíamos llegado ya al extremo del pueblo cuando aparecieron los dos
primeros guerreros-esqueleto. Surgieron de los árboles que había a ambos lados del camino.

Desenfundaron sus pistolas. Debo admitir que estuve tentada a aprender a disparar alguna de las armas modificadas que teníamos en el campamento, pero cambié de opinión en cuanto los guerreros esqueleto me apuntaron con las suyas.

Thalia le dio unos golpecitos a su pulsera. La Égida se desplegó en espiral en su brazo, pero los guerreros no retrocedieron.

Yo invoque mi espada y mi escudo, y me posicione al frente.

—¡Cierren los ojos! —ordené. Le di unos golpecitos a mi escudo.

La cara de medusa apareció en mi escudo y una luz verde salió de esta, los esqueletos se le quedaron viendo y cuando la luz se extinguió ellos seguian igual.

Las cuencas de sus ojos brillaron de un aterrador color rojo.

Los demás se prepararon al ver que mi ataque falló, Percy invocó a contracorriente, Zoë y Bianca prepararon sus arcos. La pobre Bianca tenía ciertos problemas porque Grover seguía medio desmayado y apoyaba todo su peso en ella.

—Retrocedan —dijo Thalia.

Empezamos a hacerlo, pero entonces oímos un crujido de ramas. Dos guerreros esqueleto más aparecieron detrás.

Estábamos rodeados.

Muy pronto tendríamos al equipo completo con nosotros.

—Está cerca —gimió Grover.

—Están aquí —dijo Percy.

—No —insistió él—. El regalo. El regalo del Salvaje.

—Debemos combatir uno contra uno —dijo Thalia—. Cinco contra cinco. Quizá así dejen en paz a Grover.

—De acuerdo —solté y me puse en poción.

—¡El Salvaje! —gimió Grover.

Un viento cálido sopló por todo el cañón, sacudiendo los árboles, pero yo mantuve los ojos fijos en aquellos  esqueletos.

Y cargamos contra ellos.

Dos esqueletos me apuntaron y dispararon sus armas, yo me cubrí detrás de mí escudo, ellos vaciaron sus armas y supe que era momento de atacar.

Corrí hacia el primer esqueleto y le lance mi escudo en la pierna al segundo rompiéndole un hueso, este se cayó en la nieve y perdió su arma, al segundo lo rebané por la mitad y patee su cabeza hacia un árbol.

Sus huesos estaban regados en la nieve, pero casi de inmediato empezaron a reunirse y ensamblarse de nuevo. Recogí mi escudo rápidamente.

El primer esqueleto se recompuso pero algo raro le sucedía, el hueso de su pierna seguía roto y parecía querer huir.

Pero en ese momento vi algo que me heló la sangre, uno de los esqueletos le apuntaba a Percy, el estaba de espaldas y no lo podría esquivar.

—¡Percy! —gritó Thalia advirtiéndole.

Él volteó y yo no lo pensé mucho, seguro una de mis ideas más tontas hasta la fecha, me interpuse entre el esqueleto y Percy, sentí varios impactos en mi espalda y me desmonoré en el suelo.

—¡¡Elizabeth!! —gritó Thalía desesperada.

Pero algo no estaba bien, los impactos me dolían, si, pero no tanto como me imaginé, me puse de pie tambaleante e intenté mirar las heridas de bala.

Elizabeth y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora