Prólogo

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Veinticuatro años antes...

Una camilla es llevada hacia la sala de emergencias con una mujer a punto de dar a luz quien se queja y grita por el dolor. El esposo de la rubia va detrás de la camilla con desesperación y angustia mientras trata de calmarse a sí mismo un poco mordiendo las uñas de sus manos.

La camilla es introducida a una habitación por los enfermeros y antes de que el esposo de la mujer pueda entrar es detenido por una enfermera.

—Lo siento, usted tiene que esperar aquí afuera, señor— le dice la enfermera.

La mujer entra a la habitación y el señor de cabellos castaños se queda afuera sin ningún otra opción. Camina hasta la sala de espera aún con esa preocupación y se sienta en uno de los sillones para esperar. Mueve su pie contra el suelo con un poco de ansiedad y mira a todas esas personas que entran y salen con personas heridas, enfermos, embarazadas, ancianos, niños, adultos, adolescentes, etcétera.

Toda esa gente lo pone de nervios y sale hasta el comedor del hospital para tomar un café bien cargado. Entra al comedor y mira a señoras con hijos enfermos, con problemas de nacimiento o cronológicos.

Genial, ahora siente miedo de cómo vaya a nacer su hijo. ¿Qué tal si nace con algún problema hormonal? ¿Qué tal si nace sin alguna parte de su cuerpo? Tal vez ni siquiera nace vivo. ¡Maldita sea! ¿Porqué está pensando eso en éstos momentos? Joder. Presión. Ansiedad. Maldita ansiedad.

Toma el café que pidió, lo paga, sale del lugar y lo bebe lo más rápido que se pueda para calmarse y dejar de pensar estupideces. Tira el vaso de plástico a la basura y camina por toda la acera dando vueltas en círculos. Lo que faltaba, ese café no calmó la maldita ansiedad que siente.

Entra al comedor y pide otro café, pero ésta vez más cargado, sin azúcar, sólo café. Sale hacia afuera y vuelve a beberlo para ver si ésta vez logra calmarse. Pero nada. Maldita sea. Entra nuevamente y vuelve a repetir.

...

Una hora, una maldita hora ha pasado y aún no sabe nada de su esposa. Malditos hospitales. Ya lleva más de siete vasos de los grandes llenos de café y aún no le han informado absolutamente nada.

Entra a la sala de espera y se sienta en uno de los sillones que hay ahí. Mueve su pie contra el piso rápidamente y rasca sus manos con ansiedad. Maldito café en lugar de mejorar sus nervios los empeoró. Ahora está jodido, muy jodido.

Observa a una enfermera caminando hacia él con pasos decididos y se levanta rápidamente para ver qué tiene para decirle.

—Usted es el señor Chris Joseph, ¿cierto?— pregunta la mujer—. Es el marido de la señora Kelly.

—Sí, sí, yo soy ese. ¿Qué pasó?— habla el castaño con ansias debido a la gran cantidad de cafeína que ingirió hace un momento.

—Le tengo una buena noticia y una mala, ¿cuál desea escuchar primero?

—La que sea, la que sea.

—Bueno, en primera: su bebé nació sano y es un lindo varón.

Chris sonríe de oreja a oreja al escuchar tan hermosa noticia. ¿Porqué se preocupó tanto? Todo está bien, ¿verdad?

HIBRISTOFILIA | joshler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora