Recuerdo: Impermeable

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Unos minutos después de haberlo hecho, no me sentía para nada mal. Sabía que había sido lo correcto y aún lo creo. Nadie merece sufrir por siempre. Aún tenía sangre en las manos, el cuchillo estaba en el suelo a un lado de mí y mi frente tenía sudor esparcida. Me sentía vivo. Me sentía como un anti-héroe.


Cinco minutos después, la policía llegó. Claramente era tarde. Mi padre estaba tirado en el suelo, sin vida; al ver su rostro, recordé todas las veces que lloraba mientras me insultaba y me golpeaba. No lo odiaba por eso y no lo hago aún.

Un oficial se acercó a mí, me tomó fuertemente del brazo y me fulminó con su mirada.

¿Estás bien, niño?— me lo preguntó, prácticamente, gritando.

Eh-ah, sí, señor— respondí con una pequeña sonrisa en el rostro.

¿Quién le hizo ésto a tu padre?

Reí. El hombre me miró confundido y volvió a repetir su pregunta:

¿Quién le hizo ésto a tu padre, niño?

—Yo lo hice— respondí sin más.

¿Qué?

El oficial se confundió mucho, no me creía. Se levantó, tomó su radio y habló:

Soy el oficial Bill Dun. Necesito una camilla, les enviaré mi dirección.

Ese nombre se grabó en mi memoria involuntariamente. Por alguna razón, sentí la necesidad de saber más de él. En realidad, quería saber más de las personas.

Me llevaron a una corte con unas esposas en las manos. Me preguntaron porqué lo había hecho, yo sólo respondía cosas sin sentido. Claramente sabía el porqué, pero no quería que nadie lo supiera. No quería que nadie supiera quién soy.

Me transladaron a una correccional, ahí había diferentes personalidades: algunos consumían drogas, otros robaban, una minoría había violado a niños más pequeños, y yo era de los pocos que habían asesinado a sus padres. Amé ese lugar.

Me golpearon incontables veces, pero estaba acostumbrado, ya no me hacía sentir mal. Me sentía bien. Aprendí muchas cosas. Ahí mismo conocí a Dallon, él fue quien me convenció para salir de ese lugar.

En realidad, no fue difícil salir. La seguridad era muy poca ya que creían que todos dentro no eran tan listos como para fugarse. Desde que salimos, siempre fuimos Dallon y yo.

Un día, él me pidió que fueramos a la casa de Bill Dun. No sabía porqué quería hacerlo, no sabía cómo consiguió su dirección, pero aún así, accedí. Fuimos a medio día, al estar ahí, Dallon me pidió que esperara en una esquina de la casa mientras él hacía algunas cosas y obedecí.

Estando en el lugar donde me dejó Dallon, divisé al oficial que me había metido a esa correccional. Bill estaba gritando, estaba ordenando varias cosas, pensé que estaba solo. Creí que se había vuelto loco. Me moví un poco para ver mejor y divisé a un chico de mi edad con cabello rizado que estaba haciendo abdominales. Bill le gritaba demasiado fuerte. Los ojos del chico estaban cerrados, se notaba que ocultaba sus ganas de llorar. Supe lo que sentía.


Los observé por unos pocos minutos, hasta que llegó Dallon y me sacó de ahí estirandome del brazo.

¿Qué pasa?— le pregunté mientras comenzabamos a correr.

Tomé dinero de la habitación del oficial Dun.

¿Porqué?

Aún le guardo odio por haberme metido a esa correcional.

Continuamos corriendo hasta llegar a un pequeño puente en la entrada de la ciudad. Nos escondimos debajo y reímos cuando nuestra respiración se calmó.

Bill es un imbécil— dijo Dallon.

No lo creo, sólo cumple con su deber, es un oficial.

Los oficiales son una mierda. ¡Ja! Por favor, Ty. Mis padres murieron asesinados cuando yo tenía cinco años. Nunca encontraron al culpable. Yo vagué por las calles la mayor parte de mi vida. La justicia no existe.

Lo siento— miré mis tenis desgastados—. Aún así, no deberías guardar rencor a nadie.

¿Porqué no?

Porque no sabes sus razones— miré hacia unas pequeñas montañas a lo lejos—. Todos estamos rotos.

Eres demasiado blando como para haber asesinado a tu padre.

Él también estaba roto— lo miré—. Oye, ¿quién era el niño de cabellos rizados a quien gritoneaba Bill?

Ah, él es su hijo. El segundo mayor, creo que su nombre es William, bueno, Bill lo llama así— se recostó en el piso—. Siempre lo trata de esa manera, y al parecer, solo a él. Pero me importa un carajo.

¿Cómo sabes todo eso?

Cuando era más pequeño, soñaba con ser un oficial de policía para ayudar a combatir todos los asesinatos del mundo; creía que los oficiales de policía eran las mejores personas del mundo. Me gustaba mirar a todos esos oficiales trabajar desde lejos. Un día, cuando Bill salió de trabajar, lo seguí porque creí que aún en su casa sería cool.

¿Y qué pasó?— pregunté interesado.

¿Que qué pasó? ¡Ja!— rió sarcástico—. Pasó que me dí cuenta de que no son buenas personas. A su esposa le gritoneaba "¡tienes que ser más dura con tus hijos!"; a su hija mayor le gritaba que debía ser el ejemplo de sus hermanos; los dos pequeños siempre jugaban; y al rizado siempre lo presionó de más, llegaba al punto de azotarlo con lo que sea que encontrara. Nadie merece vivir entre gritos y golpes.

¿Tus padres gritaban?

No, para nada. Eran perfectos. Me amaban, y no merecían el final que tuvieron— se notaban sus ganas de llorar, pero se hizo el fuerte—. ¿Los tuyos sí?

No quería hablar de mis padres. Mi pasado solo debía ser mío. Así que, no contesté.

En ese momento, sólo tenía clara una cosa: ayudaría a ese chico de cabellos rizados y él me ayudaría a mí, ¿porqué? Porque él entendía lo que es vivir entre presión, gritos y golpes.

Lo acosé desde entonces, supe todo de él. Cuando me enteré de que sería un oficial de policía, me dejé atrapar, dejé que me llevaran a la prisión. Sólo era cuestión de esperar a que él llegara.

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HIBRISTOFILIA | joshler.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora