—Caput meum, tenemos que irnos— Alastor susurró las palabras con un beso suave en mi mejilla.
Me había dormido llorando y todavía me encontraba en sus brazos al despertar.
—No soy la Filis Caput todavía.— murmuré de vuelta, mi voz había quedado rota por los gritos de la noche anterior.
—Pero tu padre...
—Lo sé— lo interrumpí y no pude evitar que mi voz temblara— pero no he sido coronada oficialmente. Hasta que eso suceda seguiré siendo la Heredis. Además, no puedo ser la Filis Caput sin un Clan que liderar.
Mis ojos volvieron a humedecerse ante mis palabras. Débil.
Ambos nos incorporamos e intenté recomponerme haciendo un inventario mental. Alastor tenía puesto su uniforme de combate mientras que yo llevaba la ropa de entrenamiento con la que me había quedado dormida el día anterior, él tenía su espada, yo mi arco, mis flechas y a Malegione guardada en la funda de mi bota izquierda. No teníamos comida ni refugio ni a dónde ir.
—Sabes lo que tenemos que hacer, ¿Verdad?— le pregunté.
Alastor asintió.
—Buscar aliados— dijo él.
—Volver y matarla—dije yo.
Nos miramos por un instante.
—Veo que estamos en desacuerdo— comentó con una débil sonrisa.
Lo observé con atención. Compartíamos las orejas puntiagudas de los Vitae, sin embargo, su cabello rubio era como la miel mientras que el mío era del color de la arena, los ojos de él eran tan celestes como el mismísimo cielo y los míos eran casi verdes. Él era más pálido que yo y muchísimo más alto y fuerte, sin embargo, nunca me había vencido a excepción de un par de peleas nocturnas. Nunca peleaba muy bien por la noche, quizás era el cansancio jugando en mi contra.
Eres pequeña y delgada, pero puedes aprender a usar eso como una ventaja. La voz de mi padre seguía apareciendo en mi cabeza y se me contraía el corazón al pensar que no volvería a oírla.
—Nunca estamos de acuerdo— le recordé.
A pesar de la tristeza, su sonrisa se ensanchó aún más y se acercó para acomodar un mechón de cabello rubio detrás de mi oreja donde varias trenzas comenzaban a acumularse. Alastor las había trenzado y yo había hecho varias más en el cabello de él ya que en mi Clan uno trenzaba el cabello de sus seres queridos para demostrar pertenencia y afecto. Las madres trenzaban a sus hijos, los padres a sus esposas, las ancianas a sus nietos. Les llamábamos Implexis.
Y ahora todo eso se ha perdido. Pensé con amargura.
—No dejaré que se quede con las tierras de mi gente— negué.— Se las arrebataré de vuelta, moriré intentándolo.
—¿Y qué harás si la matas?— me preguntó Alastor— También tendrías que matar a todo el resto de su ejército, ¿O crees que dejarán que los gobiernes? Los Qui Caelum siguen siendo igual de fieles a su soberana, imperio o no.
—Haré lo que sea necesario.
—No seas infantil.
—¿Estás insultando a tu Heredis?
—¡Estoy intentando hacerte entrar en razón!— exclamó Alastor con exasperación. Él tomó mi rostro entre sus manos y unió su frente con la mía tal y como solía hacer para calmarme cuando éramos pequeños.— Illeana, si quieres recuperar el Clan no puedes ser impulsiva.
ESTÁS LEYENDO
El Despertar | Los 12 Colosos
FantasíaHace mucho tiempo atrás los Antiguos cometieron un grave error, un error que cambió a Gadora como la conocían para siempre y que permaneció en secreto hasta el presente. Sin embargo, la verdad al final siempre sale a la luz y nuestros protagonistas...