XI: Evan

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—¿Cuánto falta?— me preguntó Mikarah por quinta vez en todo el viaje.

—Falta menos.

—¿Cuánto es menos?

Mi hermana pequeña se encontraba sentada sobre mis piernas observando por la ventana el paisaje que se extendía a nuestro alrededor. Era algo grande para viajar encima de mí pero no teníamos otra opción: solo dos de nuestros carruajes aún funcionaban y uno de ellos estaba completamente lleno con nuestras valijas ya que nos habían hecho empacar para una larga estadía en el palacio real.

—No veo a Hunter— comentó Pyra, preocupada.

Heda, que se encontraba sentada a mi lado, rió.

—Sigue enojado porque ha perdido y tiene que volar por su cuenta hasta la primera parada de descanso— explicó y se asomó por su lado de la ventana— probablemente se ha alejado a propósito para que ustedes se pongan nerviosos.

Pyra rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—Si pudiera volar en su lugar, lo haría— se quejó— pero no tengo alas así que no me queda otra opción que soportar su testarudez.

—Diría que como adulto debería reemplazarlo y volar en su lugar— comentó Keith, que se encontraba sentado de costado con sus piernas estiradas sobre los muslos de su hermana— pero mis alas se cansan rápido, todavía me duelen un poco por mi última caída y realmente no me apetece hacerlo.

Mikarah rió por su comentario y una de sus alas me golpeó en la cara.

—¡Retrae tus alas, Mika!— le pedí intentando no sonar tan fastidiado como me sentía. Llevábamos varias horas de viaje y retraer mis alas en aquel estrecho espacio no había sido lo más cómodo del mundo. Se sentía como tener un bulto permanente en la espalda que te daba calambres ocasionales y no te permitía recostarte contra el respaldo del asiento sin importar cómo te acomodaras.

Una hora más tarde decidimos detenernos y hacer nuestra primera parada para estirar las piernas y las alas.

—Ah, esto se siente bien— festejó Heda extendiendo sus alas blancas— Creo que hasta hubiera preferido volar hasta el palacio que ir apretujada en un carruaje.

Suspiré.

—Ya te dije que lo hicimos para hacerle compañía a Pyra...¡Mikarah no vueles lejos!— mi hermana pequeña ya se había elevado en el aire y estaba buscando a su hermano mayor desde las alturas.

A mi lado, Pyra me dio un suave apretón en el brazo para llamar mi atención.

—Sigo sin verlo— comentó. Su mirada también buscaba a Hunter.

Mi amiga era un año más grande que Keith y yo y quizás era por eso que a veces se sentía responsable por nosotros, incluso cuando no debía hacerlo.

—Quédense con mis hermanas— le pedí a los hermanos Dorhae— iré a buscarlo.

Me elevé en el aire y le indiqué a Mikarah que volviera con Heda antes de rehacer el camino que habíamos hecho con el carruaje.

Viajar hacia atrás era tedioso pero volar más rápido que cualquier Ventum tenía sus ventajas y no tardé en distinguir el cabello blanco de mi hermano en la distancia. Éste era como un faro que nos delataría siempre frente a todos y nos diferenciaría de los demás, como si todo el tema de nuestras habilidades no fuera suficiente.

—¿Se puede saber qué haces?— le pregunté sentándome sobre una de las ramas del árbol en el que se había instalado.

—Miro el paisaje.

El Despertar | Los 12 ColososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora