XVII: Félix

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Avanzamos lento. Muy lento.

Y era culpa de Azrael.

Siempre tenía algún problema: piernas dormidas por pasar tanto tiempo en el aire, ganas de ir al baño, el trasero entumecido, hambre, sed, sueño, aburrimiento.

Si, era una ventaja que yo volara, pero el problema era que con tantas horas de vuelo mi incapacidad de hablar en forma de animal hacía que nuestra travesía tuviera un viaje demasiado silencioso.

Además, eso hacía que no pudiera parar de pensar y eso solo servía para alimentar mi paranoia.

"La muerte es nuestra energía más potente." Azrael había dicho eso el día anterior. Creía que los Naeniam se habían encargado de erradicar todo libro, pergamino o pedazo de información sobre ella. ¿Debí preguntarle de qué hablaba? Quizás la había mencionado para que preguntara qué era. Me había quedado callado porque en ese momento me pareció natural, pero desde luego que no lo era: nadie en Gadora sabía sobre la energía, la emperatriz Freya se había encargado de que así fuera. Entonces, ¿Por qué Azrael si? ¿Debía mencionarlo o me haría lucir aún más sospechoso?

En vez de hacer eso, cuando parábamos a descansar, intentaba averiguar nuevas cosas sobre él.

En el cementerio, Azrael había hablado bastante, quizás porque estaba sensible o porque tenía que distraerse con algo en aquel lugar tan escalofriante pero desde que habíamos abandonado el pueblo Ossium, apenas había hablado.

Con el paso de los días su aburrimiento comenzó a alcanzar niveles extremos por lo que, cuando descendíamos, incluso estaba dispuesto a contar anécdotas aleatorias  sobre sus tiempos huyendo. No servía de mucho para conocernos el uno al otro y definitivamente no era suficiente para establecer un vínculo de confianza pero al menos nos servía para pasar el tiempo.

Tres días más tarde nos detuvimos en un pueblo fantasma. Según mi compañero me había explicado, este era el único pueblo que había en el viejo Camino Real y estaba completamente abandonado.

Azrael se bajó de mi lomo y se acercó a una de las casas: tanto su puerta principal como las ventanas estaban cubiertas por barricadas de madera. El Príncipe de los Espectros desenvainó su espada y por primera vez pude verla con atención: la hoja se veía bien afilada y cuidada, su cruz tenía la forma de un hueso y la empuñadura era cilíndrica y oscura. Era evidente que había sido creada por un armero habilidoso y, por la forma en que Azrael la empuñaba, sabía que había sido hecha especialmente para él.

—Se llama Alma— comentó al ver que la observaba.

—Así que tienes Alma— me burlé y el rodó los ojos.

El muchacho colocó la punta de su espada con cuidado entre la madera que tapaba la puerta principal y la puerta para hacer palanca. Ésta se desprendió con facilidad ya que la madera estaba podrida y los clavos que la sostenían se encontraban oxidados y flojos. Una vez que ésta fue eliminada, solo quedaba la puerta. Para nuestra fortuna, la cerradura estaba tan oxidada como los clavos y Azrael solo tuvo que hacer palanca por un instante antes de que ésta cediera. Acto seguido, se inclinó para ver el interior y echó la cabeza hacia atrás al instante.

— ¡Mierda!— masculló el Príncipe de los Espectros cubriéndose la nariz con la camiseta. El olor a encierro y humedad era insoportable.

—Eres un gallina—  me burlé luego de volver a mi forma humana.

Sin decir una palabra, Azrael me lanzó la bolsa de provisiones y desapareció de mi vista.

—¿Por qué construir un nuevo Camino Real?— Pregunté mientras lo seguía al interior. La casa consistía en una única habitación completamente vacía a excepción de unas cajas abandonadas. Quizás solía ser un depósito o un local comercial.

El Despertar | Los 12 ColososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora