XVIII: Illeana

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Al día siguiente me desperté con la espalda contra la dura roca y Valens aún dormido sobre mis piernas.

Tras un largo bostezo lo moví con cuidado y bajé las escaleras para encontrarme con Alastor, quien ya se había levantado.

—Con que una malvada bruja, ¿Eh?— preguntó con una sonrisa. — No sabía que tenías la habilidad de convertir al ser más temido por los Caelesti en un personaje de cuentos para niños.

—Fue lo primero que se me ocurrió— admití.

En realidad, el Cisne Rojo era casi un tema tabú en mi Clan y definitivamente era algo mucho peor que un simple personaje. Todo Caelesti conocía la historia y no era tomada a la ligera pero Valens no tenía por qué saber todo aquello.

Me senté en el suelo detrás de él, quien se encontraba preparando un desayuno improvisado con las carnes que habían sobrado el día anterior y unos frutos de procedencia dudosa.

—¿Qué le ha asustado?— preguntó Alastor. Tomé los tres mechones de cabello rubio más largos que pude encontrar (los cuales no eran mucho más largos que mi dedo anular) y comencé a trenzarlos.

—Creo que sí hay fantasmas aquí— susurré— Azrael me contó que en algunos sitios la presencia de espíritus es tan grande que incluso los no Mortem pueden llegar a percibirlos. En ese momento creí que bromeaba pero ahora ya no estoy tan segura.

—Azrael— murmuró Alastor y reprimí una risa al percibir ciertos celos en su voz— ¿Hace cuánto tiempo hicimos ese viaje?

—Un par de años— sonreí— no te agradaba en absoluto.

—No— reconoció Alastor y me entregó lo que sea que había preparado para que desayunáramos— pero sabía lo que hacía.

Suspiré y me llevé un trozo de carne a la boca.

—A veces me pregunto...— comencé, sin embargo, las palabras murieron en mis labios.

—¿Qué habría pasado si hubiera funcionado?

Permanecí en silencio. Alastor se volteó hacia mí e inspeccionó mi rostro.

—Quizás debimos intentar sacarlo de Mortem— me mordí el labio— Si lo hubiéramos traído de vuelta con nosotros podríamos haber ido al cementerio y...

—Si hubiéramos traído al Príncipe de los Espectros con nosotros los Anima hubieran sido el menor de nuestros problemas.

Sabía que Alastor tenía razón, siempre la tenía, sin embargo mi lado irracional, mi lado optimista, esa pequeña parte de mí que todavía no había perdido la esperanza seguía soñando con volver a ver a mi hermano.

Nunca quise esta responsabilidad. Le diría. Debería haberme matado a mi en tu lugar.

Valens bajó a nuestro encuentro un rato más tarde con el cabello rizado despeinado y cierto recelo en sus ojos cansados.

—Me dejaste solo de nuevo— me reprochó.

—Tenía la pierna dormida, eres pesado— contesté y él me sacó la lengua.

—Eres muy intimidante, Heredis meum— se burló Alastor en silencio.

Bufé y me incorporé.

—Mientras ustedes se divierten iré a cazar nuestra comida de hoy— advertí y me colgué el carcaj al hombro— volveré en una hora y partiremos.

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El Despertar | Los 12 ColososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora