XXVI: Illeana

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Los dos chicos volvieron del río una hora más tarde e ignoré la sonrisa de Valens al ver su collar colgando de mi cuello.

—Giren el pato para que no quede crudo— les ordené antes de que pudieran hacer algún comentario e cambiamos lugares.

Cuando volví un rato más tarde sintiéndome más optimista y relajada luego de darme un baño, mi estómago rugió ante el olor del desayuno. Había aprovechado para beber del río antes de volver y ahora que había aplacado mi sed solo quería devorarme el pato entero.

Desayunamos con rapidez y volvimos a retomar nuestro camino a paso renovado. Estábamos muy cerca y por fin un leve sentimiento de esperanza se animó a encenderse en mi pecho.

Los Sanguinem eran una Tribu de buena reputación y a cada paso el futuro había comenzado a verse más claro. Tenía tan buen humor que ni siquiera fui capaz de pelear a Valens cuando se puso a contarle a Alastor su propia versión del secuestro Cruetum en la cual definitivamente peleaba más y gritaba menos mi nombre.

Caminamos durante todo el día, sin embargo, valió la pena ya que estaba comenzando a anochecer cuando divisé la torre vigía de los Sanguinem en la distancia. Observé a Alastor, quien todavía llevaba a Valens sobre su espalda, y no pude ocultar una ligera sonrisa. Él me sonrió de vuelta, encantado, y me guiñó un ojo antes de seguir avanzando.

No habían pasado diez minutos de caminata cuando los árboles sobre nosotros temblaron y dos hombres cayeron frente a nosotros. Ambos apuntaron sus lanzas en nuestra dirección y la pintura naranja sobre su piel atrajo mi atención al instante. Sanguinem.

—Preséntense— amenazó el más alto de los dos. Había visto mi arco y no debía transmitirle mucha confianza.

—No creo necesitar una presentación— comenté. Él Sanguinem alto sonrió burlonamente y colocó la punta de su lanza en mi cuello. Alastor intentó avanzar hacia él, sin embargo, el segundo guardia cruzó su lanza entre los dos amenazadoramente.

—Preséntate.

—Te daré una pista— murmuré con mi mirada fija en la suya. Sentí algo frío cosquillear por mi garganta y supe en ese instante que la punta me había cortado— Imagina que estoy cubierta de líneas celestes y un poco mejor vestida.

Lo ví palidecer. El segundo guardia bajó su lanza y golpeó el hombro de su compañero para señalar el arma que traía en mi mano.

—Ella usa un arco— le recordó con voz temblorosa.

El Sanguinem apartó su lanza de mi cuello al instante y se arrodilló en el suelo, suplicante. Su compañero lo imitó.

Heredis meum— lloró contra la tierra— ruego su perdón, no sabía...

—Levántense— ordené y ambos obedecieron al instante. Tenían el rostro completamente rojo y el hombre que me había clavado su lanza en el cuello levantó su remera.

—Déjeme limpiar su cuello— rogó avanzando en mi dirección. Estaba a un suspiro de mi cuello cuando tomé su brazo y lo hice girar, doblando su brazo sobre su espalda en un ángulo doloroso.— Lo siento, Heredis, realmente...

—¿Ves ese niño?— lo interrumpí de nuevo. Los dos soldados observaron a Valens— Es un Ánima.

—¿Quiere que nos deshagamos de él, Heredis?— Jadeó el hombre que estaba sujetando— Podemos encargarnos ahora mismo mientras usted se dirige a la tribu para des...

—Quiero que te calles y escuches— repliqué con frialdad.— Uno de ustedes correrá para dar aviso de nuestra llegada y así evitar nuevas confusiones. El otro cargará a Valens hasta la entrada.

El Despertar | Los 12 ColososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora