Epílogo

29.4K 1.8K 606
                                    

DREW

Me muevo de un lado al otro, siguiendo el mismo recorrido de diez pasos una y otra vez. Observo el reloj cada cinco minutos, tan impaciente como un niño puede serlo.

Me siento en el sofá, intentando calmarme.

Esta mujer tiene ya cinco años metida en la habitación. Me dijo que se arreglaría rápido.

Vaya mentirosa.

Siendo sincero, no sé porqué cada vez que me dice que arreglarse le tomará un segundo, le creo. Cada vez que lo dice le creo sin dudarlo.

Aparto la mirada del reloj, mi mirada va a parar en los cuadros de la pared. Jamás suelo prestarles atención, desde que nos mudamos aquí no me detuve a verlos una sola vez. Mis ojos viajan entre las imágenes en distintas locaciones y tonalidades, viajando entre el tiempo.

Sonrío ante la imagen de la graduación de Madison. Las fotos de su familia y la mía. Las de nuestros hijos. A veces el ritmo de nuestra vida se acelera tanto que olvido cómo empezó todo esto. Estiro mi cuello para ver por el reflejo del espejo la habitación de mi hija.

Danny duerme tranquila en su cama, no la culpo, su primer día de escuela debió ser estresante. Lloró todo el camino a la escuela y no se quiso desprender de mi pierna. en cuanto llegamos a su salón de clases.

Me gustaría decir que es llorona como su madre pero sería una vil mentira, porque el llorón soy yo.

El recuerdo de los años sin Madison están como un enorme borrón en mi mente, estando donde estamos es difícil recordar aquellos tiempos. Recuerdo nuestra ruptura días antes de que se fuera de San Diego para poder estudiar en la universidad. Aquella pelea en la gasolinera no fue agradable, no fue el mejor lugar para tener una discusión.

Estaba tan asustado de lo que sucedería y ella también. El comienzo de sus clases en la universidad estaba cerca, no quería ser un impedimento de nada, lo que más deseaba era dejarla vivir su edad, y eso me hizo tomar la decisión de tomar caminos separados.

Me odió, tiro la puerta del coche y regresó a pie, enfadada conmigo. Aún así fui a despedirme de ella el día que se marchó, lloró como una cría mientras mantenía su ceño fruncido y tomaba sus maletas, alejándose de mí.

Mientras ella vivía la vida que debía vivir yo me concentré en mi carrera. Publiqué cinco libros en menos de tres años. Le hice frente a mi compromiso anterior, le hice frente a mis padres. Arreglé mi vida. Fui valiente porque ella me enseñó a hacerlo y aún me enseña a hacerlo.

No tenía la certeza de que algún día volviésemos a vernos de la misma manera, la comunicación era nula al pasar un año. Pasó el tiempo, salí con algunas mujeres, pero realmente nunca formalicé nada. No vivía del recuerdo de Maddie, tampoco estaba esperándola, pues prefería no aferrarme a algo que poco a poco el tiempo cubriría de polvo.

Acababan de comprar los derechos cinematográficos de uno de mis libros cuando me estaba dirigiendo a una reunión con la productora, caminaba mirando mi teléfono, se me cayó y al recogerlo mis ojos conectaron con los de ella. Estaba tomando un café con algunas personas. Me sonrió como si nada malo alguna vez hubiese sucedido. Como si jamás la hubiese dejado. Salió del café y me abrazó como a un viejo amigo. Mi corazón quería salirse de mi pecho y en ese momento fue como regresar seis años atrás.

Ese día quedamos en salir alguna vez.

Estaba tan hermosa, su cabello estaba rubio y se veía radiante. Ya no como una adolescente, era una mujer, se había convertido en todo y más de lo que alguna vez desee para ella.

Poco tiempo después empezamos a salir otra vez, entre las luces de la ciudad, entre la nieve y el frío. Eran pequeñas conversaciones por las noches, mintiéndonos uno al otro, intentando creer que solo seríamos amigos. Aquellas primeras semanas fueron lentas, durmiendo uno al lado del otro, quemando las tostadas en el desayuno por quedarme embobado al ver que empezaba a robar mis camisetas. De pronto tenía su fotografía en mi oficina, de pronto volvíamos a decirnos te amo, de pronto el silencio era cómodo, de pronto puse un anillo en su dedo y cumplí mis promesas.

¡Profe, No Borre El Pizarrón!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora