Cap. 3 - Macho Alfa.

22 1 2
                                    


Thunder, ese fue el nombre que le di a mi cachorro, mi propio animal. Cuando me pusieron a elegir su nombre, sentí como sí la labor de Duquesa la hubiera hecho yo. O al menos a mí me tocaba la parte más entretenida y menos dolorosa. Después de haber investigado, puedo decir que Thunder es el ruido que viene después de un relámpago. Eso es lo que era Thunder en mi vida, un ruido muy fuerte. Yo podía nombrar al perro, pero todos y cada uno de los perros seguían siendo de Abraham, Duquesa era de él después de todo, así que cada perro le pertenecía.

Los primeros dos perros en desaparecer fueron los gemelos. Un día un hombre extraño disfrazado de payaso apareció por el portón de la casa de mi tía, la madre de Abraham, extendiendo solo su mano a través de uno de los agujeros que creaban el portón, en general hecho a base de alambres.

— "¿Cuánto por los cachorros seño?" — preguntó el hombre.

— "No están a la venta." — Dijo mi tía, con una sonrisa en la cara.

— "¿Ah no? Es una pena."

— "¡Por supuesto que no! ¡Son gratis! Lleve dos." — Y como si los cachorros gemelos color café fueran pan caliente, desaparecieron a la vista de sus dueños.

— "¡Tía, porque dio a mi perrito!" — lloró mi hermana.

— "¿Hubieras preferido que te hubiera dado a vos?" — le dijo mi tía, mi primo solo agachó la cabeza, no había mucho que se pudiera hacer.

Mi tía se deshizo de todos los cachorros hembras. Porque, entre más hembras, más cachorros. Y con tres hombres y Duquesa, era más que suficiente para seguirse apareando. Eventualmente todos los cachorros hembras fueron regalados, vendidos o murieron, Yin también fue regalada y cuando se fue el balance se destruyó y solo quedó Yang. Los tres perros que habían quedado eran los únicos machos. Yang, el cachorro de mi hermano. Oso, el cachorro de Abraham. Y Thunder, mi cachorro. Los tres perros empezaron a vivir juntos con su madre, los visitábamos cada día que podíamos. Aunque solo quedaban tres, todos los primos se reunían a jugar con ellos, como en los viejos tiempos antes de que la mayoría fueran entregados. Pero las cosas cambian, las personas crecen y los animales también. Pronto ya no era un niño, al menos no físicamente y los tres cachorros ahora eran perros grandes y menos adorables, Oso lucía una larga cabellera blanca y por alguna razón colocha, que teníamos que pasar horas peinando y lavando. Cuando nos aburríamos lo dejábamos pelón y andaba por ahí como un puddle mugriento. Yang era negro y tenía una mancha blanca en su pelaje justo en la frente, tenía una estúpida mala costumbre de ladrar cada vez que algo pasaba. Por ejemplo, cuando alguien se metía a la casa, ladrido. Alguien estaba acariciándolo, ladrido. La hora de la comida, ladrido. Un perro ladraba, ladrido. Odiaba ese perro porque nunca sabía si me iba a morder o si me ladraba de felicidad.

Por último, estaba Thunder, él era lo que yo llamo un perro beta. Callado, tranquilo y lo único que quería eran unas buenas caricias y comida. Podría decirse que, siendo el hermano menor, era el menos querido. Eventualmente, llegaría la hora de reproducirse, los animales trabajan de maneras misteriosas. Ellos no son muy respetuosos cuando se trata de cosas que nosotros aborrecemos como el incesto. Si su propia madre estaba en sus días, ellos respondían y se cogían la mano que les daba de comer. Lastimosamente Duquesa solo tenía cierta cantidad de agujeros y tres son multitud. Thunder se vio en una desventaja de números cuando su hermano de cabellera sedante y el otro con problemas de ira se ponían contra él. Haciendo que el pobre animal consiguiera cero chances de procrear con su propia madre. Cuando para los animales llegaba la hora, no había etiquetas, no había madres, no había hermanos y solo uno podía ser el macho alfa. Y Thunder ni siquiera calificaba para participar en la discusión de quien sería.

Nadie tomaba en serio el problema que estaba pasando de abuso intrafamiliar entre los canes. Hasta el día en que ambos hermanos sometieron a Thunder, lanzándolo al suelo hasta dejarlo sangrando. El ataque fue tan fuerte y el susto tan grande, que para cuando dejaron de atacarlo, casi muerto, el perro defeco encima de sí mismo, de lo aterrado que se encontraba. Fue entonces cuando decidieron que un perro que no puede defenderse no pertenecía a un lugar como ese. Por lo que mi tía decidió mandar al patético perro al único lugar donde se sentiría en familia, donde hubiese alguien igual de patético que él.

THUNDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora