Cap. 16 - Thunder.

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Son pocos los recuerdos que tengo del último día que vi a Thunder. Para ese entonces ya ni siquiera lo saludaba al llegar a la casa, después que perdí el interés por él, Thunder enfermó gravemente, empezó con una tos que parecía inofensiva. Pero me daba asco acercarme a acariciarlo y que de la nada empezara a toser como perro, literalmente. Eso hacia que me alejara aún más de él, yo no le daba importancia, pero mi padre sí. Él lo llevo al veterinario, era un hombre cubano con acento y todo. El veterinario hizo una carta con la información de Thunder y nos la dio. Nos dio la medicina y sus instrucciones. Y solo dijo: "Es normal que empiece a comer hojas."

Y Thunder empezó a comer hojas. Las masticaba y poco después terminaba vomitando, Según el doctor era normal. Era como una medicina proporcionada por él mismo para sacar lo que sea que tenía en su estómago.

Cuando Thunder enfermó fue cuando más dejé de verlo y en sus últimos días cuando quizás más me necesitaba, no estuve. Hoy en día me siento mal, porque sé que, si hubiera sido alguien distinto al niño que era en ese entonces, hubiera por lo menos acompañado a mi amigo en su último respiro.

Una tarde, cuando regresé del colegio entré a mi casa con prisa y vi a mi padre sentado en la mesa.

—"¿Ya viste?" — dijo mi padre, con una voz apesadumbrada.

—"No. ¿Ver el qué?" — mi padre me llevó de regreso a la entrada de la casa, había pasado por ahí y ni siquiera lo había notado. Cuando voltee a ver, al final de las gradas, lanzado en el suelo, estaba Thunder. Estaba con los ojos y la boca abiertos, acostado de un lado con las patas apuntando hacia la dirección contraria mía y su cabeza cerca de las gradas donde yo estaba. Había hormigas alrededor y encima de él, corriendo por su lengua, por sus ojos y quien sabe por dónde más. Ahí estaba, mi amigo. Cubierto por hormigas, descomponiéndose y no fue como perder a un ser humano cercano, pero si fue como perder a alguien que no veías hace tiempo.

—"Ya estuvo." — dijo mi papá. Y mucho más triste que yo, se fue de regreso a la casa.

Cuando mi padre se fue y solo quedamos Thunder y yo, me puse de cuclillas junto a su cuerpo. Lo vi de patas a cabeza. — "Huh. Supongo que este es el adiós ¿Eh?" — suspiré y me levanté. — "Bueno, Thunder. Fue un placer." — Traté de verme lo más fuerte posible, no era como que la muerte de un perro iba a hacerme llorar o como si me iba a lanzar junto a el y abrazarlo. Eran hormigas rojas, de las que pican, así que le di un último adiós, y me fui. Ni siquiera fui con mi padre cuando lo fue a tirar. Usualmente cuando un perro aparecía muerto lo subíamos a la paila y lo llevábamos lejos a algún monte, lo tirábamos y ahí se lo comían los buitres. Pero ni siquiera lo acompañé a su tumba, no se donde fueron a tirar su cuerpo y nunca me importó realmente. La casa se sintió vacía desde ese día, por un largo tiempo, llegabas y no había nadie esperando para saludarte, aparte de los perros de la calle que cuidan los camiones de afuera, nunca volvimos a tener una mascota.

Y la peor parte de esta historia, es que la razón por la que Thunder murió no fue por su enfermedad, sino por su medicina. La medicina que el cubano había recetado para Thunder, fue dada en exceso, haciendo que el perro cayera muerto de sobredosis de lo que debía curarlo.

Es gracioso porque, pasé muchos años después de la muerte de Thunder, acreditándome a mí mismo su muerte. "Fui yo, yo fui quien le dio de más y lo maté.", pero en realidad no fue así. Tal vez en el fondo me sentía culpable, y tal vez una gran parte si fue mi culpa, pero yo no había sido la razón y nunca supe quien fue realmente. La disputa estaba entre mi padre y el guardia de los camiones, uno de ellos estaba asignado a suministrarle la medicina a Thunder cada cuatro días y por falta de atención, a Thunder se le fue dada cada cuatro horas. Pocos días después apareció muerto, mi padre asegura que fue el guardia, pero no estoy seguro. Aunque el cuidaba muy bien de Thunder, así que lo más probable es que haya sido el guardia, pero yo no fui. Me importaba tan poco que ni siquiera sabia que le daban medicina, así fue como lo perdí.

Después de lo que pasó con Thunder, he pedido gatos o más perros, pero siempre que pregunto me dicen lo mismo: "¿Para que termine igual que Thunder?"

Así que creo que mi relación con los animales esta sellada en la única oportunidad que tuve de cuidar a uno. Creo que por eso hago este libro. De alguna manera siento como si se lo debiera. Como si pudiera decirle a un perro muerto: "Hola Thunder, sé que la cague. Pero aquí te escribo en un libro para que todos te conozcan y podas ser recordado aquí. Porque a pesar de que cuando estabas aquí no me importabas, cambié de nuevo y se que no estuvo bien dejarte cuando vos siempre estuviste ahí para mí."

Y ahora solo me dejan tener plantas.

THUNDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora