¿Por qué te fuiste?

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La fiesta había pasado. Todos saludaron con respeto a sus soberanos y se retiraron a sus respectivos hogares.

La princesa de ojos rojos se estaba acomodando el cabello para dormir.
Hasta que alguien tocó la puerta.

—Pase.—Dijo la joven concentrada en su actividad y su reflejo en el espejo.

—Querida.—Sonrió la mayor que ingresaba.

—¡Abuela!—Sonrió la menor mientras se daba vuelta para ver a su familiar.

—¡Hola, princesa!—Se acercó y abrazó a la joven; acto que la contraria no dudó en corresponder.—¿Cómo estás?

—Bien, sorprendida por todo este tema de mi hermano, pero muy bien.—Sonrió nuevamente.—¿Y tú?

—Muy bien, mi niña, gracias por preguntar.—Le devolvió la sonrisa y se sentó junto a ella en la cama.

Aquella mujer mayor de ojos rojos había pasado por tantas cosas...
Su marido había fallecido, su hijo había desaparecido, su malvado cuñado había querido tenerla como reina y dejar descendencia, entre otras cosas.
Kiara no podía creer que su abuela haya pasado por todo eso y que, aún así, haya sido una gran reina.

—He oído que mañana te espera un día duro.—Miró a la menor.

—Uf, ni me lo recuerdes—Suspiró con pesadez—Deberes, enseñanzas y deberes. Uno de cansa de tantas cosas reales.

—Pero es para que seas una buena reina, cariño.—Su abuela acaricio su cabello.

—Sí, pero ¿Crees que seré como que tú o mamá?—Preguntó con tristeza.

—Lo serás y serás mucho mejor que nosotras—La abrazó.—Eres una joven fuerte, bondadosa e inteligente. No dejes que alguien te diga lo contrario.

La joven correspondió al abrazo que Sarabi le proporcionaba. Amaba demasiado a su abuela.

Cuando era pequeña, aquella mujer mayor le contaba historias de la tribu que ni ella podía creer. Era muy sabia al igual que su difunto esposo.

Cuando se separaron, la menor la tomó de las manos y la miró a los ojos.

—Gracias, abuela.—Le sonrió.

—No es nada, pequeña.—Se levantó de la cama y la miró.—Mañana the espera un día atareado, será mejor que descanses.

—Sí, pero si quieres quedate un poco más —Se levantó junto a ella.— no tengo problema.

—No, corazón.—Su abuela acarició su mejilla—Ya me tengo que ir a dormir. Descansa, Kiara.

—Descansa, abuela.—Ambas se besaron las mejillas como forma de despedida y la mayor de retiró de la habitación.

Algo era definitivo: Kiara amaba a su abuela más que a cualquier otro familiar.

La princesa se colocó un vestido de una seda muy fina y fresca. Era de un color anaranjado y le llegaba hasta un poco más arriba de los talones.

Se acostó en su acolchonada cama y se sumió en un sueño profundo.

♥♥♥

A la otra mañana, la joven de cabellos dorados, realizó todos sus labores de princesa lo más temprano posible.
Iba corriendo por los pasillos buscando al mayordomo de su padre cuando se chocó con su pareja.

—¡Hey, dulzura! —El de ojos verdes sonrió—¿A dónde vas tan apurada?

—¡Uuf! Kovu, no sabes—Dijo con la respiración agitada la joven—¡Tengo una mañana muy atareada!—Sonrió levemente.

͠s͠ᴏ͠ʟ͠ᴏ ͠ᴀ ͠ᴛ͠ɪ ͠ᴛ͠ᴇ ͠ɴ͠ᴇ͠ᴄ͠ᴇ͠s͠ɪ͠ᴛ͠ᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora