Capítulo 9

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—Eres la única sobreviviente de miles de hombres que perdieron su vida, dime querida ¿Cómo lograste vivir? —sonrió el rey.

Ella estaba sentada en un asiento de la sala real, vestida como una reina, adornada como tal, y con una fina tela de seda, cubriendo sus ojos.

Había pasado una semana desde que la habían encontrado, y aún no podía tolerar la luz. Llevaba gran parte del día los ojos cubiertos, y sólo de noche podía abrirlo.

—El rey tuvo piedad de mí, al ver qué no era un peligro para él —pronunció bajo.

—¿Y qué cosas viste allí adentro? ¿Dónde te mantuvieron cautiva?

—Señor, todo lo que siempre se sospechó aquí es real, asesinan y comen a los jóvenes que son entregados. No hay nada que yo haya visto, que usted no sepa ya.

—Estuviste casi un año con ellos ¿Hay alguna forma de vencerlos? ¿Tienen alguna debilidad? ¿Dónde tienen a sus mujeres y niños? Si atacamos directamente a-

"Tu lealtad está con los humanos, no con los monstruoso." Recordó.

—Son invencibles, los he visto luchar, entrenar entre ellos, y ni la hoja más afilada de sus espadas, puede penetrar su armadura. No tienen debilidades, son... Demonios —murmuró.

—Un demonio no tendría piedad de una humana. No creo que tu belleza haya sido tan hechizante, cómo para no dejarlo ver más allá de tu naturaleza.

—Melok fue muy piadoso conmigo, pero él ya no es el rey —le dijo en un tono bajo, sintiéndose... ¿Angustiada?

—¿Cómo qué ya no es el rey? ¿Qué quieres decir con eso? ¿No tienen más rey?

—Ahora tienen un nuevo rey, y él-

—¡Soberano! —exclamó alarmado un soldado de la guardia real, entrando agitado a la sala—. Tenemos un incendio de flamas rojas en los bosques del este ¡La llamas no puedes ser extinguidas!

—¿Flamas rojas? ¿Y cómo qué no pueden ser extinguidas? Si el agua no funciona ¡Utilicen tierra, arena, lo que sea!

—El nuevo rey no tendrá piedad —murmuró la joven rubia.

''•''•''•''

—Quemen todo a su paso, no dejen nada vivo, y los hombres que sean fuertes, traíganlos a mí —pronunció inexpresivo el rey.

Llevaba un cráneo también sobre su cabeza, cubriéndola entera, pero no se parecía al de Melok. Sus cuencas eran alargadas hacia arriba, y de él se desprendía la corona de puntas, de un color negro.

—¿Qué hay de los animales del bosque?

—Los que puedan capturar, los traen aquí, los que no, denle fin.

—De acuerdo, Eraztek.

Él no tendría misericordia con nadie, debía extender su reino hasta el siguiente, tomando todos los recursos necesarios.

''•''•''•''

Su familia la veía como un monstruo, no podían entender, ni querían, que ella no pudiera ver durante el día. Le era imposible para Alessia abrir los ojos cuando había luz, era un dolor insoportable en su vista y cabeza.

Hasta le temían de cierto modo, porque creerían que ella podía llegar a transformarse en uno de esos monstruos.

La habían exiliado de su hogar, y a nadie le importó que ocurriera con ella, ni siquiera al rey, que ahora estaba ocupado en asuntos más importante, como evitar la caída de su reino.

Deambuló por la noche, caminando por el bosque, sabiendo que podría encontrarse con su muerte, tanto por parte de los caballeros del rey, o las criaturas de Mawelk. Pero no lo importó.

Ya no tenía lugar en el mundo, no pertenecía a ninguno de los dos lados, y ambos la detestaban. La aborrecían por algo que ella no había provocado.

Llegó hasta una enorme roca en medio del bosque, y extrañada, apoyó una de sus manos sobre la superficie de la misma, observando como esta traspasaba el material.

¿Qué era eso? ¿A dónde la llevaría realmente? No perdía nada con averiguarlo, de todos modos, su destino estaba marcado ya.

Lentamente entró dentro de la roca, cerrando los ojos, sintiendo una sensación extraña en todo el cuerpo, como si en agua estuviera entrando, sólo que más densa.

Al abrirlos, y estar del otro lado, se encontró en una especie de santuario de roca. En el centro del mismo, habían dos grandes estatuas de tamaño real de reyes.

O eso es lo que ella suponía, ya que tenían coronas sobre sus cabezas, pero su aspecto era extraño.

Frente a las estatuas de roca, había una especie féretro negro, y sobre él, el cuerpo de una persona. Por curiosidad, Alessia se acercó hasta él, para ver de quién se trataba, para intentar entender dónde se encontraba.

Y al verlo a él, supo que estaba en el valle de los reyes. Tocó su mejilla, sintiendo sus ojos humedecerse. Estaba frío, muy frío, pero aún su piel se sentía suave, no era una roca.

—Melok —pronunció sintiendo un nudo en la garganta—. Él tenía razón, yo robé tu luz, te quité la vida, yo no quería hacer eso, ni siquiera sé cómo lo hice, lo juro —le dijo derramando algunas lágrimas—. Y tenías razón, a los humanos no le importo, no me siento segura... No tengo más nada.

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Ofrenda a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora