Se acercó a los nuevos cautivos, y les tocó a todos la frente con la punta de sus dedos, escuchándolos gritar a su paso, mientras caían y se retorcían en el suelo.
—Llévenlos a las mazmorras —ordenó tocando la frente del último.
Luego de que los guardias lo hicieran, uno de los oficiales se acercó a él.
—Melok, te noto algo extraño ¿Quieres qué le exijamos al rey Vicentino mujeres? Podríamos pedirle ahora un dote de mujeres, y otro de hombres.
—¿Por qué querría más mujeres? —preguntó con cierta confusión.
—Luego de que la humana llegara, tú te veías más animado, incluso no habías fallado ninguna de las transformación. En cambio ahora, ya no quieres crear más nada. Podríamos devolver a la humana, y pedir otra. O más humanas.
Melok miró a su oficial, y luego negó la idea.
—No es la solución, sí he estado algo distraído... Pero esa no es la solución.
—El general Paradk quiere saber cuándo seguiremos expandiendo el reino.
—Dile que parta cuando más le guste, que le doy mí permiso, y que capture cuánto humano pueda. A los débiles, que los traiga para alimento, y si hay alguno fuerte, avísenme.
—De acuerdo... ¿Y con las mujeres?
—No, no las traigan —respondió luego de pensarlo por un momento.
''•''•''•''
Estaba llegando a su habitación, cuando escuchó una melodía extraña. Eso no sonaba como sus aves cantando.
Abrió la puerta, y vio que se trataba de Alessia, ella estaba emitiendo ese sonido con un pedazo de madera, una rama, que tenía apoyado sobre sus labios.
Ella al verlo, dejó rápidamente de soplar, y apagó la lámpara que estaba junto a su lado de la cama, en la mesa de noche. Aunque él no se lo dijera, sabía que le era molesto la luz.
—Mi papá era carpintero, solía hacernos de estas flautas cuando éramos niñas a mis hermanas y a mí —le contó, mirando el objeto en sus manos—. Pero la mía no quedo muy prolija, y está algo desafinada aún —sonrió levemente.
Él la miró, y luego se dirigió a su lado de la cama. Melok dormía unas doce horas al día últimamente, las otras doce, se la pasaba haciendo sus labores como gobernante.
Aunque para Alessia todos los días eran iguales, y no podía diferencia los días de las noches, ya que siempre todo estaba oscuro, sabía que en algún momento amanecía, pero para ella sólo duraba dos horas.
Y generalmente, cuando pasaban esas dos horas y la devolvían a la habitación, Melok regresaba para dormir.
Lo escuchó desvestirse, era imposible ignorar ese sonido de la armadura contra el suelo, y se giró levemente, para verlo. Hacía semanas no le pedía de estar juntos, y la sola idea de que ocurriera, la estremecía.
Lo vio quitarse todo, a excepción de una larga camiseta negra, que le llegaban por los muslos, y luego se acostó, teniendo aún en el cráneo puesto.
Por detrás del mismo, podía ver cómo algunos de sus mechones azabaches se escapaban. Y por su nuca, parte de un enorme tatuaje que tenía en la espalda, y ahora estaba cubierto por la camiseta.
Ella no sabía que significaba eso.
Él se giró al sentir que lo estaba observando, y ella bajó la cabeza.
Se colocó las manos a los costados del cráneo, pero no lo hizo, no se lo quitó, terminó por dejárselo y simplemente quitarse la corona, antes de acostarse.
Alessia volvió a mirarlo, insegura. Sabía que él no dormía bien con esa cosa en la cabeza, siempre que la llevaba, lo escuchaba quejarse, y se movía mucho en la cama, hasta que se deshacía de él.
Y generalmente ocurría horas después de que ambos estuvieran en la cama, cuando él creía que ella se había dormido.
—Puedes quitártelo —le sugerió en un tono bajo—. No voy a mirarte.
Él se giró en la cama, y le dio la espalda, sin responder nada. Y no es que hablaran mucho tampoco.
Alessia miró la flauta en sus manos, y luego la dejó sobre su mesa de noche, antes de sacar una caja de madera de abajo de la cama, y así subirse a la misma.
Era la solución que Melok había encontrado para que ella pudiera subirse o bajarse de la cama sin ayuda de nadie, y cuando lo quisiera.
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Ofrenda a la bestia
Fiksi IlmiahSi mi historia fuera un cuento de hadas, hoy estaría rodeada de teteras y muebles parlantes, y no de cadáveres de valientes caballeros.