Capítulo 31

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—¿Qué quieres aquí?

—Sólo... Verla por última vez —pronunció bajo.

Meradia observó a aquella mujer, y luego se giró para dirigirse a su habitación, seguida de la bruja de cabello blanco.

—Ella se encuentra muy bien, es una niña sana, feliz, y sobre todo, muy amada.

—Ella es preciosa —pronunció con lágrimas en los ojos.

—Lo es —le dijo indiferente.

La presencia de aquella mujer no le gustaba en lo más mínimo.

—H-He hecho muchas cosas malas, mi vida cambió por completo desde que fui dada a Melok —le dijo derramando varias lágrimas, antes de comenzar a sollozar—. Y ahora hasta a él lo he perdido.

—Porque tú misma lo buscaste, pudiste haber sido feliz a su lado, aceptando lo que eras, pero no te fue suficiente.

—Yo s-sólo quería serle digna.

—Siendo lo que te convertiste, jamás lo hubieras sido.

—Lo sé, él estaría muy decepcionado de mí —le dijo secándose las lágrimas de las mejillas.

—En fin, ya viste que la niña está bien, ahora vete. No quiero que se despierte y te vea aquí, ella te odia por haber asesinando a su padre.

—No la cries con rencor.

—Cuando sepa que estás muerta, se le pasará.

—Meradia, hay alguien que quiere verte —le dijo mirando a Meloween, antes de mirarla a ella.

—No —pronunció seria.

—Él ya está aquí.

—¿Qué? ¡¿Te atreviste a traer a ese hijo de puta a mi casa?! ¡¿Así me pagas el favor de dejarte ver a Meloween?! —exclamó furiosa, al mismo momento en que sus ojos se volvían completamente negros.

—Fue mi último intercambio —sonrió con tristeza—. É-Él... Me dará la paz que necesito.

Alessia desapareció de la habitación, y Meradia pudo sentir la presencia de aquel demonio qué tanto odiaba, en la sala de su casa.

Miró a Meloween, y la tomó en brazos, abrazándola a ella, mientras la niña también la abrazaba dormida, apoyando su rostro contra el hombro de ella.

Si algo no volvería a hacer Meradia, era dejar a su hija sola. No volvería a cometer el mismo error como con Tyra. Tenía tanto miedo de perder a la niña, que la llevaba a todos lados con ella.

Salió de la habitación de la pequeña, y se encontró con Teraltes, que la observó sorprendido.

—¿Qué quieres aquí, demonio? Sabes que no eres bienvenido en mi morada.

—Meradia —pronunció bajo.

—¿Vienes a maldecir a otra niña inocente? —le inquirió apretando los dientes.

—Jamás hubiese querido que nuestra hija muriera de ese modo, yo lo dije de pura rabia, inconciente, jamás-

—Vete de aquí, juré no volver a verte en mi vida, y lo cumpliré —masculló con dolor.

—Intenté llegar a ella, pero no pude hacerlo a tiempo. No estaba aquí, cuando lo hice... Ella ya se estaba muriendo.

—Es lo que tú querías, que muriera de una forma horrible, dolorosa. Fue brutalmente violada hasta morir —le dijo llorando de rabia al recordarlo—. Seis años tenía mi hija, Teraltes ¡Seis años! ¡Era aún una bebé para mí! ¡Era mi vida y por tu culpa murió! ¡Tú la asesinaste! ¡Tú dejaste que ese maldito enfermo depravado hiciera esas cosas!

Él intentó acercarse a ella, pero Meradia lo hizo retroceder, abrazando a Meloween.

—Su alma jamás tendrá paz, aún después de más de seiscientos años, su alma sigue siendo torturada una y otra vez, despedazada parte por parte hasta el fin de los tiempo. Y la tuya correrá con el mismo fin.

—Lo sé, Mera, y lo merezco. Si tan sólo pudiera volver en el tiempo, revertir lo que dije aquella vez, o cambiar de lugar con ella, lo haría.

—De nada sirve que te lamentes. Ya dijiste que lo querías decir, ahora vete.

—Tienes una niña preciosa, será una mujer muy importante cuando crezca.

—Será lo que quiera ser.

—Aunque no quieras recurrir a mí, sabes que estoy para ti.

—Adiós, Teraltes —le dijo haciéndolo desaparecer.

No lograría "comprar" su perdón con palabras bonita.

Aunque Teraltes tenía el poder de traer a su hija de regreso a la vida, Meradia se había negado a qué lo hiciera. Sabía que su hija jamás sería la misma.

Una vez que una persona moría, y regresaba, algo dentro de ella se perdía para siempre.

"•"•"•"

—Tendrás una muerte muy pacífica y humana, para alguien como tú.

—Lo sé —murmuró.

—Y si cumplo con mi palabra, fue sólo porque me dejaste volver a hablar con ella.

—Todos merecemos poder sacar afuera eso que nos carcome poco a poco, día a día.

—Sí, pero tú tienes muchos pecados para pagar. No sé si tu alma tendrá paz luego de acabar con tu cuerpo, pero yo pagaré mi deuda contigo, como te lo prometí, dándote fin.

—¿Hay algo qué pueda hacer para remediar tanto daño?

—No, nada, nada puedes ofrecer a las víctimas de tus actos.

—Mm, está bien —susurró mirando hacia abajo—. ¿Crees qué pueda verlo?

—Tal vez, él también es un asesino después de todo, y no fue un santo.

—¿Podrías darle mi luz a Eraztek?

—¿Por qué haría eso?

—Tú le debes obediencia a él, y por mi culpa, Eraztek perdió parte de su vida para detenerme. Dale lo que quede de mi luz a él, aunque sean sólo unos minutos, alargaré su vida un poco más.

—No creo que funcione, pero le daré tu luz.

—Gracias —le dijo cerrando los ojos.

—¿Ya estás lista, Alessia?

—Sí —sonrió suavemente—. Sé que lo veré una vez más, y nuestro bebé estará ahí esperando por mí.

Teraltes negó con la cabeza, rodando los ojos. Era un hecho, esa mujer se había vuelto loca.

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Ofrenda a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora